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El mensaje de los profetas

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

Los adventistas del séptimo día, históricamente, han sido guiados por los mensajes de Elena de White a través de varias crisis teológicas importantes. Probablemente no habríamos sobrevivido los primeros cincuenta años del movimiento sin ella. Y sin ella, el punto llamado “adventistas del séptimo día” habría sido una mera nota a pie de página en alguna tesis doctoral de hoy.

En suma, sin ella, los adventistas no serían hoy una comunidad mundial establecida, con sus instituciones educativas y de salud que han hecho valiosas contribuciones en todo el mundo. Los mensajes de Elena de White han sido relevantes y sui generis.

Pero ella no fue un “volador de luces”, como muchos otros “profetas” del siglo XIX lo fueron. Su principal contribución no fue predecir el futuro, aunque lo hizo con profunda exactitud. Tampoco intentó en modo alguno construir un monumento para sí misma, con favores materiales especiales.

Elena de White, simplemente, narró la historia de Jesús y su plan para nuestra salvación de una forma más convincente y más centrada en la Biblia que cualquier otro mensaje que este mundo hubiera visto desde los días apostólicos. Al narrar esta historia mediante el tema que llegó a ser su centro de atención, el Gran Conflicto, nunca perdió de vista aquello que constituyó su alegría personal: decir la verdad acerca de su Señor y Salvador.

Ese enfoque le ayudó a recuperar las verdades del Nuevo Testamento que habían sido mutiladas por los teólogos durante muchos siglos. Este tipo de recuperación había sido predicha por Juan el Revelador como una señal de los fieles de Dios en los últimos días: “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apoc. 12:17), lo cual se explica más adelante en Apocalipsis 19:10: “el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía”. ¡Es seguro que Elena se centró en Jesús!

¿Qué es lo que Dios le ayudó a recuperar? En una breve lista, Elena se adentró en la jungla teológica de muchos siglos, con un énfasis integral sobre las verdades bíblicas básicas, tales como: (1) el Sábado del séptimo día; (2) la no inmortalidad del alma y las dos resurrecciones; (3 ) la aniquilación de los no salvos; (4) una mayor comprensión de lo que sucedió en el Calvario, ¿por qué vino Jesús a la Tierra, y por qué murió?; (5) lo que Jesús está haciendo ahora en el santuario celestial, al seguir ayudándonos a eliminar las tendencias heredadas y cultivadas que contradicen la voluntad de Dios; (6) una visión general de la clase de personas que serán trasladadas al Cielo; y (7) la recuperación de la comprensión del Nuevo Testamento sobre la justicia por la fe. Para el siglo diecinueve, este fue un estallido de verdades eternas que potenció a un movimiento religioso pequeño, pero que pronto se convirtió en global.

Pero después de decir todo eso (y “eso” no tiene paralelo en la época moderna), su énfasis ha sido siempre que las doctrinas teológicas no son el Evangelio. La Buena Noticia no es acerca de Jesús, la Buena Noticia es Jesús. Las enseñanzas acerca de Jesús constituyen el marco para proclamar el evangelio, pero el mismo Jesús es el evangelio. ¡Jesús y sus enseñanzas no son el preludio para el evangelio, ellos son el Evangelio!

Elena, desde sus primeros días, captó la visión de que la verdad acerca de Dios es la médula y plomada para todas las doctrinas cristianas. Tener una imagen equivocada de Dios (como el Dios pasivo de los griegos antiguos, o el soberano Dios de Calvino que todo lo ha predestinado, por ejemplo) inserta un virus mortal en el torrente sanguíneo de la mayoría de todas las demás doctrinas cristianas.

Esta es la razón por la que el mensaje principal de Elena, que corre a través de la mayoría de sus escritos, desde el principio hasta el final, es destacar el hecho de que Dios no es lo que Satanás ha hecho creer que es. Ella encontró gran energía haciendo hincapié en la sorprendente declaración de Nuestro Señor: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. El amor, la equidad, la justicia y la misericordia que vemos en Jesús, es el espejo de nuestro Padre Celestial.

Pero hay más, y eso se vuelve aún más sorprendente. Además de hacer hincapié en la Gran Historia de Dios, de cómo él había previsto salvar a los rebeldes de esta Tierra a través de la vida y la muerte de Jesús, Elena de White continuó describiendo el plan de Jesús de obrar por medio del Espíritu Santo. Con Jesús físicamente ausente de este planeta, el plan siguió a través de la obra del Espíritu Santo: “Rogaré al Padre y él os dará otro Ayudante, que permanecerá con ustedes para siempre. Él es el Espíritu, que revela la verdad acerca de Dios” (Juan 14:16–17, VET). Para asegurarse de que los discípulos recibieron el mensaje, Jesús dijo: “El Asistente vendrá—es el Espíritu que revela la verdad acerca de Dios y que proviene del Padre. Os lo enviaré de parte del Padre, y él hablará acerca de mí” (Juan 15:26, VET). Además, “Todo lo que es de mi Padre es mío, por eso os he dicho que el Espíritu tomará lo que yo le dé, y os lo dirá” (Juan 16:13–15 VET).

En taquigrafía bíblica, tenemos, por lo tanto, el Espíritu de la profecía, que es el testimonio de Jesús. Por lo tanto, el verdadero profeta dice la verdad acerca de Jesús, quien a su vez nos ha dicho la verdad acerca de Dios el Padre.

¡Pero el mensaje básico de Elena no se detiene ahí! Esta cadena de verdad sobre el plan de Dios para rescatar a los antiguos rebeldes, ahora se convierte en la descripción de tarea de los seguidores genuinos de Cristo: “Como tú (el Padre) me enviaste al mundo, yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18). Y este último eslabón de la cadena de verdad sobre Jesús y Dios Padre, determina cuándo Dios le permitirá al maligno y furioso Satanás que descargue su última manifestación de odio abrasador en esta tierra, por un breve tiempo antes de la Segunda Venida.

Elena de White hizo un llamado a los demás miembros de la iglesia, durante la mayor parte de sus setenta años, para que se dieran cuenta y comprendieran que el Espíritu Santo tiene la feliz tarea de hacer que seamos el espejo que refleje al Señor, como la luna refleja al sol. A través de unos veinticinco millones de palabras (y ¿quién conoce a algún escritor religioso que utilice más textos bíblicos que Elena?) transmitió el tema principal de la Biblia, que conocer a Dios y a Jesús es encontrar la vida eterna (Juan 17:3). Que conocer realmente a Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) produce una transformación de la vida, y eso es la prueba de que realmente “conocemos” a Dios y a Jesús.

Quizá mi amigo Phillip Yancey ha captado mejor que nadie esta cuestión fundamental en el Gran Conflicto. Él encuentra enorme importancia en la apuesta cósmica entre Dios y Satanás, tal como es manifestada en el libro de Job:

El libro gira en torno a la cuestión de la integridad. Job actúa como si la integridad de Dios estuviera en juicio. Los capítulos iniciales de Job, sin embargo, revelan que Dios ha apostado mucho a la maldad o la justicia de un hombre. De una manera que el libro sólo sugiere y no explica, la fe de una persona marca una gran diferencia.…Job nos recuerda que la pequeña historia de la humanidad en este mundo—y, de hecho, mi propia pequeña historia de fe—tiene lugar en el escenario mayor de la historia del universo. Somos soldados de a pie en una batalla espiritual que tiene un significado cósmico.…El plan de Dios para revertir la caída depende de la fe de los que le sigan.1

Él ve que la misma “apuesta” tiene lugar “en otros creyentes también”.

Somos la Exhibición ‘A’ de Dios, su pieza de demostración ante los poderes del mundo invisible.…El Nuevo Testamento insiste en que lo que ocurre entre nosotros aquí, de hecho, ayuda a determinar el futuro del universo. Pablo es enfático: ‘Porque el anhelo ardiente de la creación es ver a lo’ hijos de Dios entrando en la gloria que les corresponde” [Romanos 8:19, Phillips].…Dios ha concedido a hombres y mujeres comunes la dignidad de participar en la Gran Reversión que permita restaurar el universo a su estado prístino.2

¿Hay alguien, teólogo o laico, que haya dicho todo esto mejor que Elena de White y Phillip Yancey?

Notas y referencias

1. Philip Yancey, La Biblia que Jesús leyó (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 1999), 46–67.

2. Philip Yancey, Decepción con Dios (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 1988), 170–73.

Herbert E. Douglass escribe desde Lincoln, California. Él es teólogo, administrador de escuela jubilado, y autor de veintidós libros.

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