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El Desafío Del Individualismo Espiritual (Y Cómo Hacerle Frente)

En la “nación con el alma de una iglesia”,1 el interés por la religión ha sido siempre muy alto. Más personas, en América, asisten a servicios religiosos que en ningún otro país desarrollado, y en años recientes, un número cada vez mayor, están tomando un interés personal en la religión. Según una encuesta, el 14 por ciento de los esta dounidenses pertenecen a un grupo de estudio de la Biblia. 2 En el ámbito de la cultura, en sentido lato, la figura de Jesús, nunca ha sido más popular.
Su foto aparece, casi regularmente, en las portadas de las revistas
nacionales. En las semanas que siguieron al estreno, al
principio del 2004, de la película de Mel Gibson La Pasión
de Cristo, produjo toda clase de récords de taquilla.3Yme-
ses más tarde el éxito editorial en América fue El Código
da Vinci de Dan Brown, una mediocre novela de crimen y
misterio, cuyo trasfondo argumental reside en la especu-
lación de que Jesús se casó y tuvo hijos.
Todo este interés en la religión, sin embargo, no se tra-
duce en entusiasmo por el cristianismo convencional,
sino que por el contrario, las comunidades cristianas tra-
dicionales están en declive. En Reclaiming the Church,
John B. Cobb Jr. sugiere que las iglesias principales del
pasado ahora son más bien descritas como “tradiciona-
les” o incluso como instituciones “marginadas”.4En ma-
yor grado que nunca antes, las personas están interesa-
das más en religiónque en religiones. No se están
alineando con las denominaciones establecidas. No es-
tán mirando a una tradición para seguirla, o a una orga-
nización para unirse a ella. En lugar de eso, están bus-
cando algo que les ayude en su búsqueda espiritual
personal. Para ellos, la función de la religión es básica-
mente “terapéutica”. Su propósito es ayudar para sentir-
se mejor en general y enfrentarse mejor a los desafíos de
la vida.
Como ocurre frecuentemente, California provee un ví-
vido ejemplo de lo que ocurre en una escena social más
amplia. Un artículo en Los Angeles Times, ilustra estos
cambios, “Spiritual Blend Appeals to People of Many
Faiths” [La mezcla espiritual atrae a gente de muchas con-
fesiones. (N. del T.)], así era el encabezamiento. La his-
toria comienza con una mujer que se describe a sí misma
como “una buena judía, baptista del Sur y joven budista”
que se goza en este “arreglo espiritual hecho a medida”.
“Me funciona”, dice ella. “Literalmente me siento como
si estuviese ante un buffet libre, sírvase usted mismo”. El
articulo continúa describiendo el cuadro habitual con ex-
presiones como “religión, hágalo usted mismo, “espiri-
tualidad, mezclar y combinar”, “cortar y pegar” y la “es-
trategia del buffet sueco”**. La combinación de diversidad
religiosa e individualismo extremo significa, que “cada in-
dividuo, en última instancia, es el arbitro de la propia rea-
lización personal y de lo que es significativo individual-
mente”.5
No es sorprendente, que la religión mezclada y aco-
plada, resulte en una extraña combinación. Hay cristia-
nos nacidos de nuevo, que creen en la reencarnación,
en la comunicación con los muertos y ganar la salvación
por medio de las buenas obras. Yhay ateos y agnósti-
cos que creen en la vida después de la muerte y en el
valor de aceptar a Jesucristo. Esta aproximación a la re-
ligión atrae a la gente porque hace las cosas a su con-
veniencia. Aquellos que son religiosos, propiamente di-
chos, no tienen que hacer frente a las imposiciones y
demandas que las religiones establecidas imponen a sus
adherentes. “Las personas pueden tomar las partes que
les hacen sentirse bien, sin tener que hacer ningún cam-
bio”.6
Estos ejemplos pueden ser extremos, pero en el ad-
ventismo americano existen fenómenos paralelos a estos
cambios generales. La Iglesia Adventista del Séptimo Día
marcha bien, y está creciendo fuertemente, en muchas
partes del mundo, pero en los Estados Unidos, el país de
sus orígenes, estos movimientos sísmicos religiosos, han
causado un impacto, particularmente entre la genera-
ción joven. Los jóvenes adventistas parecen estar más
abiertos a la religión que en cualquier otro tiempo de re-
ciente memoria. Están tomando la religión seriamente y
asumen responsabilidades sobre su propia vida religiosa.
Pero para muchos de ellos, este interés no se traduce
en lealtad denominacional. Buscan una experiencia reli-
giosa satisfactoria allí donde la puedan encontrar –tanto
fuera como dentro del adventismo. Ymuchos de ellos tie-
nen serios interrogantes acerca de la iglesia– no necesa-
riamente acerca de creencias o de prácticas específicas,
sino acerca de la religión corporativa en su totalidad. Tal
como ellos lo ven, la religión es profundamente perso-
nal, y eso significa que es esencialmente privada. Que su
religión implique o no a la iglesia, es puramente discre-
cional. Solo a ellos les atañe.
Esta actitud es característica de un gran número de jó-
venes con los que yo he trabajado –estudiantes univer-
sitarios descendientes de adventistas–. De hecho, du-
rante los treinta años que he enseñado cursos de
creencias adventistas y doctrinas cristianas, la doctrina
sobre la iglesia, consistentemente encontraba más re-
sistencia, que ningún otro de los temas que cubríamos.
Sospecho que esta reacción es característica de un am-
plio segmento de los adventistas más jóvenes, particu-
larmente de aquellos con la clase de talentos y prepara-
ción que la iglesia tristemente va a necesitar en los años
por venir.
Para destilar este desafío en una simple frase, permí-
tasenos describirlo como el desafío del individualismo es-
piritual. Es un individualismo que toma por lo menos dos
formas. Una es la convicción de que las creencias reli-
giosas son asuntos meramente de preferencia personal,
que conduce a las personas a picar y escoger lo que a
ellas les gusta y mezclarlas entonces como ingredientes
de una improvisada ensalada. Otra es la convicción de
que la religión es un asunto esencialmente privado, que
conduce a las personas a concentrarse en la experien-
cia interior y a perseguir objetivos religiosos enteramen-
te por su propia cuenta. Cada aspecto del desafío indivi-
dualista es imponente y cada uno de ellos, necesita una
respuesta seria. Esta discusión está dirigida a la segunda
forma. Después de trazar brevemente el desarrollo de es-
te fenómeno cultural, exploraremos algunas maneras de
responderlo.
El camino al individualismo
Una de las cosas que hacen del individualismo un desafío
tan formidable, es el hecho de que es duro para nosotros
verlo como un desafío. De hecho es duro ni siquiera ver-
lo. La asunción fundamental de cualquier edad o cultura
ocupa un nivel de nuestra arquitectura cognitiva tan pro-
funda, que parece antinatural cuestionarla. Está tan pro-
fundamente incrustada en el tejido de nuestro pensamiento,
que nosotros típicamente, pensamos con él y no acerca
de él.
El individualismo como tal es un concepto. Es una
de las categorías más influyentes y extendidas del sen-
tido de conciencia occidental, está tan integrado en
nuestro pensamiento, que es característico de nues-
tra manera de pensar. Aunque el individualismo no es
intrínseco a la existencia humana. Como muchas de
nuestras asunciones culturales tiene su historia, y sus
raíces han penetrado hondo en la tradición occiden-
tal.7Afin de cuentas, “el inaugurador del concepto mo-
derno del yo”, fue Agustín, el gran padre latino, que vio
a Dios a través de viajar en el alma. Varios siglos mas tar-
de Boecio definió a la persona como “la sustancia indivi-
dual de una naturaleza racional”, colocando el centro de
la identidad personal en nosotros, como en un “yo inter-
no”. Acoplado con la introspección de Agustín, la eleva-
ción de Boecio de la eventual individualidad condujo al
concepto familiar del yo, como “la estable, permanente
realidad que constituye la realidad humana individual”.8
Una vez establecida esta noción del yo, la gran pregunta
fue, cómo entenderlo. ¿Qué es esa realidad interna? La
respuesta de la Ilustración fue la razón. Para Descartes y
sus sucesores, el yo consciente, el yo racional, seguro de
su propia existencia, era el principio esencial en la reali-
dad, y el árbitro final de la verdad.El cuidadoso análisis
que Kant hizo de la razón, completó la larga progresión al
individualismo radical, la visión de que la humanidad esen-
cial es el pensamiento individual, consciente de sí mismo
y separado, el señor de un mundo objetivo. Para el
Romanticismo el yo es particular más que universal, y con-
siste en sentimientos más que en la razón.10En lugar del
autodominio, el Romanticismo era la autoexpresión.11La
llave de la felicidad era abrazarse a sí mismo para cele-
brar su propia naturaleza. El yo de Rousseau es de esta
forma el autoabsorbido, dedicado a sí mismo, afirmación
de sí mismo.12
Ciertas transformaciones religiosas, están íntimamente
asociadas a esta narrativa del yo. Martín Lutero encontró
seguridad en la confianza del alma en Dios, la experiencia
personal de la fe. Mientras nosotros vemos la interioriza-
ción y la individualidad en la comprensión de la religión que
siguieron los reformadores. Para los puritanos, pietistas y
sus herederos, la verdadera religión, es esencialmente in-
terna. La experimentamos individualmente y la sentimos
profundamente como transforma nuestra conducta. Además
podemos probar nuestro crecimiento religioso y saber con
certeza, si hemos recibido la salvación.13
Desde Agustín, el pensamiento occidental ha estado
preocupado por el descubrimiento y la realización del ser
humano individual –descubrimiento por introspección,
girando en nosotros mismos, ya sea por medio del auto-
dominio racional o a través de una celebración de la uni-
cidad personal–. En todas sus variaciones, sin embargo,
la idea persiste de que la persona real, el verdadero yo,
es algo que está en nosotros y que la esencial unidad de
la realidad humana es lo individual, para él o para ella. En
otras palabras, el yo moderno es el yo solitario desatado
y desconectado de los demás.
En este concepto atomístico de la humanidad, la so-
ciedad no es nada más que “una colección de autónomos
e independientes yos, cada uno de ellos persigue sus pro-
pios fines”.14Las personas, pueden formar relaciones,
pero lo hacen solo para unir sus necesidades individua-
les. Si no necesitan al grupo para alcanzar sus objetivos
privados, se sienten libres de marcharse. El objeto de su
compromiso es el yo, no la comunidad.
No es difícil ver por qué el individualismo plantea un for-
midable obstáculo a la comunidad religiosa. Si el indivi-
duo es el centro de la vida religiosa y la función esencial
de la religión es ayudar a los individuos a hacer frente a
sus desafíos y para elevar su experiencia privada, enton-
ces el valor de la religión corporativa –comunidades, or-
ganizaciones, instituciones, tradiciones– es problemática.
Para algunos, las comunidades religiosas son innece-
sarias. Cuando las personas dicen: “yo soy espiritual, pe-
ro no soy religioso”, normalmente lo que quieren decir es
que buscan una conexión privada con lo divino, pero que
no tienen interés en las organizaciones religiosas. Otros
creen, que la organización religiosa tiene valor, pero solo,
porque ella puede ayudar a las personas a encontrar sus
necesidades espirituales privadas. Alguien que compara
la iglesia a un programa de autoayuda. Está allí para aque-
llos que la necesitan –opina el individuo–, pero no es ne-
cesaria para todo el mundo, y no se requiere para todos.
Respondiendo al individualismo espiritual
El individualismo religioso supone un tremendo desafío
para el cristianismo en el mundo occidental hoy en día, no
solo porque conduce a las personas a minimizar la im-
portancia de la iglesia, sino porque hace virtualmente im-
posible comprender el significado de la iglesia. Tal como
lo vemos, no es que las personas en la actualidad, no ten-
gan interés o que no estén involucradas en religión. El pro-
blema es la manera en cómo piensan acerca de ello. Desde
Agustín en adelante, el más amplio abanico del pensa-
miento occidental, lo mismo secular que religioso, eleva y
aísla al individuo como la unidad fundamental de la hu-
manidad. Desde esta perspectiva, la religión es intensa-
mente privada.15Pertenece a la esfera de la vida inte-
rior, a la que solo tenemos acceso por nosotros mismos.
Los demás, pueden darnos consejos y animarnos, mien-
tras trazamos nuestro propio camino, pero al fin, debemos
andarlo solos.
La Iglesia Adventista ha hecho grandes avances en los
países en desarrollo. Pero tiene un futuro en los países
desarrollados, en los países del llamado “Primer Mundo”,
solo si discernimos la magnitud del desafío, y si encon-
tramos maneras efectivas de responder a dicho desafío.
He aquí algunas cosas que pueden ayudarnos a contra-
rrestar el insidioso y serio desafío que el individualismo
presenta al cristianismo bíblico.16
Pensar en serio acerca de la iglesia
El primer paso es hacer de la iglesia objeto de una refle-
xión teológica cuidadosa. Através de los años, los ad-
ventistas no han pensado mucho acerca de la iglesia, por
lo menos, no de una manera meticulosa y sistemática.17
Si revisamos la lista estándar de temas doctrinales –re-
velación, Dios, humanidad, salvación, iglesia y las últimas
cosas– es evidente que los adventistas han dado a la igle-
sia menos consideración que a ninguna de las otras.
Tenemos muchas cosas que decir acerca del sábado y de
la Segunda Venida –elementos que aparecen en el nom-
bre denominacional–. Los adventistas han escrito también
en profundidad, acerca de la naturaleza humana.18Nos
conocen por nuestra posición sobre el “estado de los muer-
tos” y por la visión holística de la existencia humana que
va asociada a aquella.
El desacuerdo, con frecuencia, estimula la discusión,
y los adventistas han tenido muchas cosas que decirse
unos a otros, acerca de tópicos relacionados con la sal-
vación, la condición de la naturaleza humana de Cristo, el
origen de su vida sin pecado, el significado de su muerte
–los hemos considerado todos ellos–. También hemos es-
crito mucho acerca del significado de la justificación y de
la santificación y particularmente de la posibilidad de la
perfección. En las últimas décadas, los eruditos adven-
tistas han dedicado gran atención a la naturaleza de la ins-
piración bíblica. De 1950 a 1990, la iglesia organizó un nú-
mero de conferencias bíblicas y especialmente la
Asociación General dedicó sesiones a la hermenéutica bí-
blica.
Tan solo queda la doctrina de la iglesia, y aquí notamos
una carencia notable de actividad. Hemos estado siem-
pre interesados por el remanente y nosotros tenemos mu-
cho que decir acerca de los dones espirituales. Pero la
iglesia como tal, ha sido muy poco discutida y ciertas fa-
cetas de la doctrina, han recibido apenas atención teoló-
gica.19
¿Por qué la doctrina de la iglesia, ha generado tan po-
ca atención entre los adventistas? Una razón puede ser,
una largamente establecida, sospecha de las institucio-
nes eclesiásticas. Los milleritas no pretendían crear una
nueva denominación. Pensaban que tenía un mensaje pa-
ra las personas de todas las denominaciones. Cuando los
primeros adventistas cambiaron el rumbo para organizar
una iglesia, lo hicieron de mala gana. Conocían muy bien,
los fallos de la religión organizada, y algunos temían que
la organización fuera el primer paso en el camino a
Babilonia.
Otro factor que nos ha estorbado en el desarrollo de una
eclesiología, puede ser nuestra preocupación por las co-
sas finales. Los adventistas, por definición, creen que el
fin está cerca, y con entusiasmo anticipan el pronto re-
greso de Cristo. Además, la palabra “iglesia”, sugiere al-
go que permanece por un largo período de tiempo –lo su-
ficiente como para desarrollar una elaborada estructura
con numerosas tradiciones y niveles organizacionales–.
Así pues, la noción de la iglesia parece estar en conflicto
con un sentido de la inmediatez.
El tiempo ha pasado y los tiempos han cambiado. La vi-
brante comunidad que caracterizó a los primeros adven-
tistas, se ha convertido en una red de más de catorce mi-
llones de personas de múltiples y diversas culturas. Si
vamos a permanecer como una iglesia, necesitamos en-
tender qué significa ser iglesia, particularmente donde la
iglesia es desafiada por el individualismo espiritual.
Clarificar la naturaleza de la comunidad cristiana
Una vez que nos hemos decidido a dar a la iglesia una
consideración seria, llegamos al paso más importante y
más difícil para contrarrestar el individualismo espiritual,
no es como cualquier otra cosa en la experiencia huma-
na. Podemos encontrar analogías para la iglesia, en otras
experiencias humanas, Podemos encontrar precedentes
para ello, en otras comunidades religiosas, y podemos en-
contrar metáforas para ilustrarlo a través de nuestra ex-
periencia. Pero hay otras cosas acerca de la iglesia cris-
tiana, que la distinguen de cualquier otra dimensión de
la existencia humana. Por lo tanto ¿Qué es lo que hace a
la iglesia tan especial? ¿Qué clase de comunidad des-
cribe el NT? ¿Cuál es la naturaleza de la vida corporati-
va?
Las más importantes declaraciones bíblicas acerca de
la iglesia, vienen de los libros en los que se sustenta
cronológicamente el NT–las cartas de Pablo y los cua-
tro Evangelios–. Según estas fuentes, la iglesia es la
creación del Espíritu Santo, que extendió la obra salví-
fica de Cristo en el mundo, y la dinámica central de la
iglesia es el amor que la vida de Jesús ejemplificó per-
fectamente.
El “discurso de despedida”, que culminó en la oración
sacerdotal de Jesús, Juan 14-17, revela que el propósito
del ministerio de Jesús, era crear una comunidad, cuya
dinámica interna, reflejase la íntima realidad de Dios. De
hecho, la iglesia es el medio para unir a los seres huma-
nos con la propia vida de Dios. Estos capítulos impor-
tantes muestran que Jesús buscó atraer al amor que irra-
dia entre el Padre y el Hijo –el círculo sin fin de afecto que
es central en la vida de Dios, el afecto que esla vida de
Dios–. Jesús dijo: “Como el Padre me ha amado, así yo
os he amado, permaneced en mi amor, si guardáis mis
mandamientos, estaréis en mi amor, como yo he guar-
dado los mandamientos de mi Padre y estoy en su
amor”.20
El objetivo de la misión de Jesús en este mundo es la
de incorporar a sus seguidores en la relación que definía
su propia relación con Dios.21Siguiendo su vida terre-
nal, el Espíritu que unía al Padre y al Hijo, une a Jesús
con sus discípulos, y este mismo Espíritu une a los se-
guidores de Cristo, unos con otros. Las relaciones entre
cristianos, surgen del poder espiritual que solo el minis-
terio de Cristo hizo posible.
En virtud de esta conexión con Dios a través de Cristo,
en el Espíritu Santo, la iglesia representa una realidad so-
cial única. El Espíritu Santo, une a los miembros, en una
unidad diferente de cualquier otra. El Espíritu genera mo-
dos distintivos de relaciones humanas, y en su cercanía
en Cristo, las personas experimentan, una nueva y sin
precedentes forma de hermandad.
El concepto de iglesia es central en el NT, por lo tanto,
está la convicción de que Cristo crea una nueva “conciencia
comunitaria”, una nueva manera de pensar, de sentir y de
relacionarse. El cultivo de esta conciencia comunitaria,
fue, por encima de todo, la preocupación de las cartas de
Pablo. Su propósito, fue ayudar a las primeras congrega-
ciones cristianas, a entender su identidad en Cristo y cum-
plir con aquella identidad en la forma en que vivían, parti-
cularmente en sus relaciones de los unos con los otros.
(Las cartas de Pablo, dicen muy poco acerca de las rela-
ciones entre cristianos y no cristianos,22y en ellas existe
una notable falta de instrucción alguna para evangelizar).23
Por consiguiente, sus cartas típicamente se dividen en
dos partes –teológicas y parenéticas*–. En primer lugar,
el apóstol les dice a sus lectores, acerca de las maravi-
llosas bendiciones que les aporta la salvación. Entonces
les dice cómo vivir vidas consecuentes con su identidad
espiritual. Efesios nos provee un buen ejemplo de este for-
mato. Después de una gloriosa descripción de la iglesia,
Pablo pasa a una discusión de varios asuntos prácticos
con esta frase: “Por eso yo, prisionero en el Señor, os ex-
horto a que andéis como es digno del llamamiento con que
fuisteis llamados: con toda humildad y mansedumbre, con
paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor; pro-
curando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en
el vínculo de la paz” (Ef 4: 1-3).
¿Cuáles son los rasgos de esta conciencia comunitaria?
¿Cómo, de hecho, se relacionan los cristianos los unos con
los otros? En su afirmación más conocida sobre el tema,
Pablo identifica los elementos centrales de la existencia
cristiana como fe, esperanza y amor, y afirma que el amor
imparte a las comunidades cristianas su cualidad de vida
sin paralelo (1 Cor 13: 13). Porque pertenecen a una co-
munidad amante, los miembros de la iglesia, comparten
experiencias unos con otros, al mismo tiempo positivas y
negativas. “Soportad las cargas unos de los otros”. Pablo
escribió a los cristianos de Galacia, “y de esta manera cum-
pliréis la ley de Cristo” (Ga 6: 2). Los miembros de la co-
munidad cristiana tienden la mano y comparten unos con
otros penas y dificultades. En la iglesia como en un cuer-
po –es la famosa metáfora de Pablo– “Si una parte su-
fre, cada parte sufre con ella” (1 Cor 12: 26)
Unidos en la vida que Cristo hace posible, el sufrimien-
to mutuo lleva al mutuo consuelo. “Porque de la manera
que abundan a favor nuestro las aflicciones de Cristo, así
abunda también nuestra consolación por el mismo Cristo…
porque sabemos que así como sois compañeros en las
aflicciones, lo sois también en la consolación” (1 Cor 1:
3-7). Existen profundos canales de solidaridad y apoyo,
que nos conectan unos con otros en la comunidad cris-
tiana.
Debido a que la iglesia es una comunidad de amor, sus
miembros también atienden las necesidades mutuas. “Por
lo tanto, mientras tengamos oportunidad –dice Pablo– ha-
gamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de
la fe” (Ga 6: 10). El NTdedica considerable atención a es-
te tema. Yera una característica prominente de la forma
en que vivían los cristianos primitivos. Los miembros de la
comunidad de Jerusalén cuidaban de ellos mismos. Comían
juntos todos los días. (He 2: 46). Compartían todo lo que
tenían, de hecho “Ninguno decía ser suyo propio nada de
lo que poseía” (He 4: 32). Como resultado, “No había,
pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que
eran propietarios de terrenos o casas los vendían, traían
el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los após-
toles. Yera repartido a cada uno según tenía necesidad”
(He 4: 34-35). Había, aparentemente, una distribución dia-
ria de alimentos, para proveer a aquellos, tales como las
viudas, que necesitaban asistencia (He 6: 1).
Según la carta de Santiago, las profesiones de devo-
ción religiosa, son sin valor, a menos que cuidemos de los
otros, dentro de la comunidad de fe. “Hermanos míos –di-
ce Santiago– si alguno dice que tiene fe y no tiene obras,
¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle? Si un her-
mano o una hermana están desnudos y les falta la comi-
da diaria, y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, ca-
lentaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el
cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras,
está muerta en sí misma” (Sant 2: 14-17). Por lo tanto, la
verdadera fe, se expresa en la manera en que nosotros
cuidamos de nuestros compañeros cristianos.24
Mientras sirve a la comunidad, la iglesia recrea y ex-
tiende el ministerio de Jesús, que “no vino para ser ser-
vido, sino para servir” (Mc 10: 45). En una vívida demos-
tración de su deseo de servir, Jesús limpió los pies de sus
discípulos, y les dijo que siguiesen su ejemplo (Jn 13: 12-
15). Ypor encima de todo, su último acto de servicio, fue
su muerte en la cruz (Mc 10: 45). Ycomo dijo a sus dis-
cípulos: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno pon-
ga su vida por sus amigos” (Jn 15: 13).
Tan importantes como puedan ser el sufrimiento y el ser-
vicio, el aspecto en el cual la iglesia, más íntimamente re-
fleja el espíritu de Cristo, es en el hecho de que es una
comunidad que perdona. El perdón, como señala un teó-
logo, es “la suprema forma de amor”.25Las cartas de
Pablo subrayan la importancia del perdón varias veces.
“Más bien, sed bondadosos y misericordiosos los unos
con los otros, perdonándoos unos a otros, como Dios tam-
bién os perdonó a vosotros en Cristo” (Ef 4: 32). “So-
portándoos los unos a los otros y perdonándoos los unos
a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la ma-
nera que el Señor os perdonó, así también hacedlo voso-
tros” (Col 3: 13). El perdón, también aparece en la ora-
ción del Señor, “Perdónanos nuestras deudas, –nos
enseñó a orar Jesús– como nosotros perdonamos a nues-
tros deudores” (Mt 6: 12).26
El trabajo salvífico de Cristo alcanza su culminación en
la cualidad única de la vida corporativa cristiana. La no-
table relación que caracteriza a la comunidad cristiana,
surge directamente del poder espiritual del ministerio de
Cristo y continua a través del Espíritu Santo. “En esto co-
nocerán todos que sois mis discípulos –dijo Jesús– si te-
néis amor los unos por los otros” (Jn 13: 35). La iglesia,
entonces, es una realidad social única. El Espíritu Santo,
lleva a sus miembros a una comunidad diferente de cual-
quier otra.
Énfasis de la relación entre salvación e iglesia
Una vez que hemos establecido el carácter único de la co-
munidad cristiana, el siguiente paso para combatir el in-
dividualismo espiritual, es mostrar que iglesia y salvación
están íntegramente conectadas. Desde una perspectiva
bíblica, participando en la vida corporativa cristiana –en
otras palabras, entrado como miembro de la iglesia–, es
intrínseco a la experiencia de la salvación.
Según el NT, la salvación que Cristo pone a nuestra dis-
posición, envuelve dos dimensiones. Una es la nueva
relación con Dios. Del lado objetivo, somos adoptados en
la familia de Dios. Gracias a la obra de Jesús, Dios nos
trata como a sus propios hijos, y tenemos todos los privi-
legios legales y los derechos de herencia que tienen los
hijos legítimos. Tal como Pablo afirma, somos “herederos
de Dios y coherederos de Cristo” (Ro 8: 17). Del lado sub-
jetivo, tenemos una nueva experiencia de Dios. La cone-
xión personal de Jesús con Dios, sobrepasa todo lo que
los seres humanos hubiesen conocido antes. Habla con
Dios tan abiertamente y con tanta confianza, como un
niño pequeño habla a sus padres. Se dirige a Dios como
Abba, una expresión de familiaridad y afecto. Jesús en-
señó además, que la misma relación que él gozaba con
Dios, está disponible para nosotros. Como él, podemos
pensar y hablar de Dios, como Padre. Podemos allegar-
nos a Dios abiertamente, confiadamente –sin rastro de te-
mor–. Por esta razón el principio del Padre Nuestro, re-
sume todo el evangelio. Las palabras “Padre nuestro”,
engloban la nueva relación que Jesús vino a establecer.
De la misma forma como sus relaciones con Dios abren
una nueva manera para relacionarnos nosotros con Dios,
la forma en que Jesús se relaciona con las personas, crea
y modela nuevas posibilidades para las relaciones huma-
nas. Cuando las personas participan en esta comunidad,
encuentran que sus vidas se abren unos a otros de forma
sorprendente… Pueden confesar sus faltas, unos a otros,
sin temor a la condenación o al rechazo. Pueden compartir
sus cargas mutuamente, sabiendo que no recibirán más
que ayuda y ánimo. Ellos pueden incluso confiar su di-
nero y sus propiedades unos a otros, sabiendo que sus
donativos serán apreciados y usados apropiadamente.
Una vez más, nadie ha hablado más vívidamente de los
efectos de la salvación, en las relaciones humanas, que
los apóstoles Juan y Pablo. Recordando las palabras de
Jesús en su discurso de despedida, 1 Jn habla de la tran-
sición del pecado a la salvación, como un dramático cam-
bio en nuestras relaciones entre unos y otros. “En esto se
mostró el amor de Dios para con nosotros… –dice–
Amados, ya que Dios nos amó así, también nosotros de-
bemos amarnos unos a otros… Si nos amamos unos a
otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha per-
feccionado en nosotros… Dios es amor. Yel que perma-
nece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece
en él… El que ama a Dios ame también a su hermano”
(1 Jn 4: 7-21). Parafraseando, el amor que Dios derramó
en este mundo a través de Jesús, llena y vitaliza a aque-
llos que le responden. El amor de Dios por nosotros, en
correspondencia, despierta amor por él, y este amor tam-
bién fluye en nuestras relaciones unos con otros. El amor
de Dios por nosotros, crea amor en nosotros que alcanza
a las otras personas.
Para Pablo, la conexión entre salvación y comunidad,
está tan cercana como lo es para Juan. De hecho, como
Pablo lo describe, la comunidad cristiana no es una parte
integrante del plan de la salvación, es el objetivo de todo
el proceso. Tal como típicamente pensamos en ello, el con-
cepto central en la afirmación de Pablo es la justificación
por la fe, la idea de que somos salvos únicamente por la
gracia de Dios, no por nuestro éxito en guardar la ley. Esta
idea fue ciertamente revolucionaria para Pablo porque él
creció mirando a la ley como un medio de salvación.27
Pero había algo que le asombraba mucho más, y era la
comunidad única que la justificación por la fe hacía posi-
ble.28Pablo la describía como una comunidad radical-
mente inclusiva que vencía todas las barreras que natu-
ralmente separan a las gentes –la división entre judíos y
cristianos, desde luego, pero también las divisiones entre
hombre y mujer, esclavo y libre, moral e inmoral, incluso
entre ofensores y ofendidos–.
Para Pablo, la culminación de la obra salvadora de Dios,
es esta comunidad radicalmente inclusiva. La razón por
la cual la justificación por la fe, es tan importante, es por
el hecho de que hace esta comunidad posible. Porque no
importa cuán diferentes los miembros de la iglesia pue-
dan ser en otros aspectos; todos ellos son idénticos res-
pecto a que en última instancia todos han sido salvados
por gracia, a través de la fe. Ydebido a que para todos
ellos este gran hecho es verdad, todos pertenecen a la
misma comunidad. Para Pablo entonces, la justificación
por la fe es importante, porque hace posible una comu-
nidad. Une a personas de no importa el origen y supera
todos los obstáculos que los dividen. La justificación por
la fe es el medio, la comunidad cristiana es el fin.
Vemos esta trayectoria en pasajes familiares como
Ef 2. Pablo comienza asegurando a sus lectores, que son
salvos del pecado, confiando en el don de la gracia de
Dios, no confiando en sus buenas obras (vv. 8-9). Entones
viene su punto principal. Recuerda a sus lectores, “gen-
tiles por nacimiento”, como él los llama –que una vez es-
tuvieron sin Cristo– ajenos a la ciudadanía de Israel, ex-
tranjeros a los pactos de las promesas, sin esperanza
y sin Dios en el mundo. Pero ahora son uno con el pue-
blo de Dios. Cristo Jesús, enfatiza, “de ambos grupos
hizo uno y ha derribado el muro de separación” que ha-
bía entre ellos. El abolió la ley, “para que pudiese crear
en sí mismo una nueva humanidad”, y “reconciliar con
Dios a ambos grupos en un solo cuerpo” (vv. 12-16). Tal
como Pablo lo ve, el efecto último de la obra de Cristo,
es traer a diferentes personas juntas para formar una co-
munidad radicalmente inclusiva. La salvación por la fe
es importante, porque provee las bases de esta comu-
nidad, una comunidad abierta lo mismo a judíos y a gen-
tiles.
Encontramos la misma estrategia en Ga 3. Pablo afir-
ma, que la fe y no la ley es el cimiento de la salvación (vv.
10-14). “En Cristo Jesús, todos sois hijos de Dios por la
fe”, resume (v. 26). Entonces describe esta extraordina-
ria declaración. “Ya no hay judío ni griego, no hay escla-
vo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús” (3: 28). Como todos son salvos
sobre la misma base, todos pertenecen a la misma co-
munidad. Cristo nivela todos los factores que típicamente
dividen a las personas de forma que puedan participar en
la misma comunidad inclusiva.29
Tal como lo describe el NT, la iglesia no es incidental a
la experiencia de la salvación, es parte integrante de la
misma. Verdaderamente, es central a ella. La culminación
de la obra salvadora de Cristo es la creación de una co-
munidad que lleva su nombre e incorpora su amor. Con-
secuentemente, nadie puede ser cristiano –no en el sen-
tido fundamental y completo de la palabra– y no formar
parte de la comunidad cristiana.
De la teoría a la praxis
Siguiendo la estrategia general de las cartas de Pablo,
permítasenos pasar de la teoría a la práctica. Habiendo
discutido la naturaleza y la importancia de la iglesia, va-
mos a mirar algunas cosas que nos ayudarán a ser igle-
sia.
Encontrando formas efectivas de representar la iglesia
La teología no va más lejos. Diciendo a las personas lo
que el NTdice acerca de la iglesia e insistiendo en que la
salvación y la feligresía en la iglesia van juntas, proba-
blemente no vamos a cambiar muchas mentalidades. Tal
como el NTlo describe, la iglesia es a la vez una comu-
nidad espiritual y una realidad concreta en el mundo. Para
mostrar cuan concretamente la comunidad cristiana pue-
de incorporar la suerte de relación que el Espíritu de Cristo
hace posible, necesitamos desarrollar una perspectiva so-
bre la vida de la congregación que verdaderamente in-
corpore, o encarne, su identidad espiritual. Ypara hacer
esta conexión, necesitamos encontrar una metáfora que
efectivamente describa la dinámica central de la comuni-
dad cristiana. Como los científicos han demostrado, la ma-
yor parte de las personas, piensan en concreto, mucho
más que en términos abstractos. Utilizan metáforas más
que conceptos.30
La Biblia, emplea una gran cantidad de símbolos para
la iglesia,31y a través de los años los adventistas han usa-
do una variedad de metáforas para describir la iglesia y sus
actividades.32Sin embargo, ciertas metáforas son más bá-
sicas que otras en la descripción que el NThace de la igle-
sia. Aquellas que están más cerca del espíritu del NT, y de
más ayuda en la promoción de la comunidad, provienen de
los lazos que unen a maridos y esposas, padres e hijos. La
metáfora bíblica más fundamental y más difundida de la co-
municad cristiana, es la familia. El ATadscribe funciones
paternales y maternales a Dios.33En el NTel significado de
la palabra “Padre” se expande hasta llegar a convertirse en
el nombre divino por excelencia. Lo encontramos en el sa-
ludo que aparece en todas las cartas de Pablo –”Gracia a
vosotros y paz de Dios nuestro Padre”– y en pasajes im-
portantes que tratan de bautismo y de la oración (Mt 21: 19;
6: 9). Además de esto, Jesús mismo, de forma caracterís-
tica se refiere a Dios como “Padre”.34
Aunque todos son hijos de Dios por creación (cf. He 17:
28-29), llegan a ser hijos de Dios de una forma especial,
a través de Jesús. Através de su ministerio, llegan a for-
mar parte de la familia de Dios y entrar en una forma de
relación con Dios de la que Él se goza (ver Jn 20: 17). En
efecto, Jesús extiende su propia relación con el Padre,
hasta incluirnos a nosotros. Conectando con él, nos co-
necta a nosotros también con el Padre.
Pablo se refiere a la acción de llevarnos a la familia de
Dios, como “adopción”,35que era ampliamente practi-
cada en el mundo grecorromano. “Bajo la ley romana,
un niño adoptado llega a ser una nueva persona. Recibía
un nuevo nombre, y una nueva identidad… y se le da-
ba derecho legal a los bienes y fortuna de su nueva fa-
milia.”36Según Pablo, la presencia del Espíritu en nues-
tras vidas, nos permite clamar, “Abba Padre –y– testifica
en nuestro espíritu que somos hijos de Dios”. Esto sig-
nifica que somos hijos de Dios, con todos los derechos
y privilegios de hijos legítimos de Dios.
Consecuentemente cada cosa que le pertenece, también
nos pertenece: Somos “herederos de Dios y coherede-
ros con Cristo” (Ro 8: 15-17; Ga 4: 6-7).Nuestra nue-
va relación con Dios, trae con ella, una nueva relación
con los demás. En contraste con la antigua sociedad me-
diterránea, que estaba llena de diferentes estratos so-
ciales, no reconoce diferencias en rango o prestigio. “Así
que, todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo
Jesús… Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni li-
bre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús” (Ga 3: 26, 28).
En esta familia, hay unidad, tanto como igualdad. Lo
más importante es lo que tienen en común sus miembros.
“Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis
sido llamados a una sola esperanza de vuestro llama-
miento. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
un solo Dios y Padre de todos, quien es sobre todos, a tra-
vés de todos y en todos” (Ef 4: 4-6).
De todas las metáforas aplicadas a la iglesia, ninguna
es más útil que la de la familia. Al menos esa fue la elec-
ción del apóstol Pablo. Según un erudito, el uso que Pablo
hace de la terminología de la familia, es tan frecuente que
“la comparación de la comunidad cristiana con una “fa-
milia”, debe ser mirada como el uso metafórico más sig-
nificativo de todos… Más que ninguna de las otras imá-
genes utilizadas por Pablo, revela la esencia de su
pensamiento acerca de la comunidad”.38
Para reordenar nuestro pensamiento acerca de la igle-
sia, necesitamos tomar la familia como nuestra metáfora
central.
Encontrar maneras de cultivar la comunidad
Una vez que tenemos la metáfora básica para la iglesia,
necesitamos encontrar maneras de cultivar la comunidad
espiritual en la congregación adventista. La metáfora de
la familia, tiene implicaciones importantes para el creci-
miento de la iglesia, por citar un ejemplo. Cuando habla-
mos acerca del crecimiento de la iglesia, típicamente pen-
samos en el crecimiento en número, pero hay otra clase
de crecimiento de iglesia, y es un crecimiento relacional.
Si hacemos del crecimiento relacional la base de nues-
tro crecimiento numérico, construiremos una comunidad
más fuerte, y podremos traer a nuestros conversos a una
comunidad que les sostendrá en su experiencia cristiana.
Pablo, raramente habla del tamaño de la iglesia (aunque
se maravilla de la extensión del evangelio), pero con fre-
cuencia habla de las relaciones. Si seguimos el pensa-
miento de Pablo, haremos del edificio de la comunidad,
básico de todo lo que haga la iglesia.
Tomad el evangelismo, por ejemplo, Un artículo en la
portada del Ministry, describía la fraternidad como “nues-
tro testimonio más grande”.39 Varios años atrás, un
Secretario de campo de la Asociación General, hacía un
llamamiento a los adventistas, a “un modelo relacional de
superación”. En consecuencia, deberíamos primero tra-
tar de confraternizar con las personas y más tarde adoc-
trinarlas. “La forma en que se labora mejor, –dice Gary
Patterson– es introducir primero a las personas en nues-
tra fraternidad y entonces desearan conocer nuestras doc-
trinas”.40
La metáfora de la familia tiene también implicaciones en
el culto e incluso en la arquitectura de la iglesia. La forma de
la iglesia y el arreglo de su mobiliario, pueden promover o
impedir la fraternidad entre sus miembros. Una congrega-
ción orientada como familia, puede buscar una arquitectura
mas apropiada que un auditorio o un salón de conferencias.
Es también posible crear programas designados para
promover la comunidad dentro de la congregación. Las
habilidades de relación, pueden aprenderse y enseñarse
y deberíamos buscar y descubrir aquellos que pueden ayu-
darnos a desarrollarlas. Las personas pueden aprender a
escuchar cuidadosamente unos a otros, como soportar
a aquellos que tienen necesidades especiales, y aún más
importante, como extender el perdón y conseguir la re-
conciliación. El primer papel del pastor en una iglesia fa-
miliar es construir la comunidad, y la preparación pasto-
ral debería dar tanta atención a esta responsabilidad, como
al ministerio del pulpito o el estudio de la teología.
Evitando el individualismo y afirmando la individualidad
Hay formas beneficiosas y dañinas de afirmar la indivi-
dualidad de los seres humanos. La distinción es crucial,
pero es fácil errar. De hecho el individualismo espiritual es
tan dominante que sin querer usamos un lenguaje que lo
apoya. Los llamamientos evangelísticos con frecuencia,
animan a las personas a pensar en su experiencia reli-
giosa de forma individualista. Cuando los predicadores ur-
gen a las personas a decidirse por Cristo en soledad –con
la cabeza inclinada y los ojos cerrados–, envían un pode-
roso mensaje: su salvación es un asunto estrictamente en-
tre usted y Dios. Es altamente personal, y muy privado.
Realmente no le incumbe a nadie más. Lo mismo ocurre
cuando pronuncian sermones como: “Dios no tiene nietos”.
Su mensaje es que usted no puede salvarse por la devo-
ción de otro. Puede tener padres devotos, abuelos misio-
neros, profesores piadosos, amigos muy espirituales. Dios
no nos salva en grupo. Nos salva uno a uno.
Existe abundante instrucción moral que subraya la im-
portancia de la conducta individual. Enseñamos a nues-
tros hijos que vayan contra corriente, y que se aferren a
lo que es correcto, aunque nadie más lo haga, y desta-
camos a aquellos que permanecieron por sí mismos fren-
te a las fuerzas de las tinieblas, tales como José, Elías,
Daniel, y Martín Lutero. Las historias de las misiones con
frecuencia describen a personas que vencieron la presión
de la familia y de la cultura para llegar a ser cristianos. Nos
cuentan historias de niños que fueron desheredados por
aceptar a Cristo, y esposas a las que sus esposos les pe-
garon por asistir a servicios de evangelización.
Nada nos conmueve tanto como una figura solitaria que
resiste la presión del mundo para no ceder, y permane-
ce leal a Dios, cueste lo que cueste. Estos ejemplos, sin
duda, tienen un valor, pero su uso excesivo, refuerza la vi-
sión de que la moral y la religión, se aplica ante todo a los
individuos. Anima a las personas a pensar, que lo que ha-
cen por si mismos, es lo que más cuenta.
Cuando las personas preguntan “¿Por qué es tan im-
portante ir a la iglesia?” La respuesta típica consiste en
razones de carácter individual. “Usted puede creer que
puede confeccionar su propia espiritualidad –dicen con
frecuencia los pastores–, pero usted realmente no puede.
Sin la fraternidad cristiana, perderá su propia experiencia.
Es como un montón de carbones en un fuego. Si usted to-
ma uno de los carbones y los aleja de los demás, verá co-
mo se apaga. Para mantenerse ardiendo y caliente, ne-
cesita a los demás.” Otro argumento es recordar a las
personas su propia responsabilidad. “Puede que usted
sea uno de esos casos raros que son capaces de hacer
las cosas por sí solos –podemos decir– pero la mayor par-
te de las personas no pueden, necesitan las fuerzas y el
ánimo que usted pueda proveer. Usted tiene una respon-
sabilidad en venir.”
Mirad atentamente a estos argumentos y hay hechos
asombrosos que emergen. ¡Al fin y a la postre dependen
del mismo individualismo que se supone deberían com-
batir! Defienden el asistir a la iglesia, ya que consideran
que eso resuelve una necesidad religiosa individual, o cum-
ple un deber religioso individual. En cualquier caso, la
última instancia de apelación es lo individual y su expe-
riencia personal. Amenos que la asistencia a la iglesia pro-
duzca una diferencia, aparentemente, no tiene valor nin-
guno.
Este irónico hecho, demuestra cuán serio es nuestro
problema. Nuestro pensamiento está literalmente sa-
turado de individualismo –tanto que incluso aquellos que
tratan de contrarrestarlo, instintivamente hablan como
si fuese verdad–. Para hacer frente al apremiante des-
afío que tiene la Iglesia Adventista hoy, debemos de al-
guna manera superar, la íntimamente arraigada convic-
ción de que la religión es esencialmente un asunto
privado.
El individualismo es la némesis de la comunidad, pero
la individualidad no lo es. No hay nada en la fe cristiana
que niegue el significado de los seres humanos indivi-
duales. De hecho, nuestra apreciación moderna del indi-
viduo, y nuestra insistencia de que cada ser humano tie-
ne derechos inalienables, podría decirse que es el fruto
de los principios bíblicos.
La Biblia afirma el valor del individuo de varias mane-
ras. Una es el énfasis en la responsabilidad personal.
Ciertos pasajes insisten en que Dios no condenará a las
personas por los pecados cometidos por sus padres41El
concepto bíblico de la resurrección también afirma lo in-
dividual. La ciudadanía en el reino de Dios no es solo
para la generación que por casualidad esté viva cuando
finalmente llegue. Cada ser humano es suficientemente
importante para participar en el cumplimiento del plan de
Dios para la existencia humana. La afirmación más im-
portante de la Biblia del valor individual, es la manera en
que Jesús, específicamente invitó a personas tales como
Nicodemo y la mujer samaritana, por mencionar al menos
dos, a entrar en el reino de los cielos.42El tema central de
estas historias del Evangelio, no es que el entrar en el rei-
no de los cielos es una experiencia privada, sino que el
reino de los cielos está abierto a cualquiera. Jesús ase-
guró a las gentes, que el reino de los cielos estaba listo
para ellos, no importa cual fuera sus antecedentes o su
condición social.
Desde una perspectiva cristiana, entonces, no hay na-
da malo en la individualidad. El problema es el individua-
lismo. La individualidad afirma el valor de la persona; el
individualismo lo exagera y en último lugar lo mina. Para
hacer justicia a la visión bíblica, necesitamos reemplazar
el individualismo por la individualidad. Más exactamente,
necesitamos reemplazar el individualismo por lo individual-
en-la-comunidad. Solo si hacemos esto, podemos llegar
a convertirnos, individual y comunitariamente, en todo lo
que Dios quiere que seamos.
Concluyendo, el individualismo espiritual presenta al ad-
ventismo un formidable desafío en el actual mundo des-
arrollado, pero existen maneras de responderle. De he-
cho, podemos aprovecharnos del creciente interés por la
religión para recordar a las personas, uno de los más gran-
des temas de la cristiandad: Cristo crea una comunidad
en la cual todos son bienvenidos, y en la cual, todo lo que
divide y separa, es vencido. En el análisis final, partici-
par en la comunión de Dios el Padre, el Hijo, y el Espíritu,
es el más grande de los dones de la salvación.
1
Célebre frase de Chesterton (CHESTERTON, G. K. What I Shaw in
America. London: Hodder and Stoughton, 1922, p. 12. < http://www.
openlibrary.org/details/whatisaw00chesuoft> [Consulta: 6 febrero 2007])
2
COLE, D. “Hooked on the Book”. U.S. News & World Report. (15 mar-
zo 2004), p. 78.
040315/15diversions.htm> [Consulta: 6 febrero 2007]
3
El 9 de abril de 2004 la película, que había producido unos ingresos de
355 millones de dólares en Estados Unidos, y cerca de 100 millones
en otros países, estaba en camino de llegar a ser una de las pelícu-
las que hayan producido más ganancias de todos los tiempos. (Los
Angeles Times, [9 abril 2004], E8).
4
COBB Jr., J. B. Reclaiming the Church. Philadelphia: Westminster, John
Knox, 1997.
** Buffet sueco (ing., smorgasbord; sueco, smörgåsbord): Con este nom-
bre se conoce en Suecia un buffet muy variado que reúne todas las
especialidades de la comida del país.
En un sentido amplio, en el mundo anglosajón la palabra ‘smorgas-
bord’ se utiliza para referirse a cualquier situación que invite a selec-
cionar lo que se desee entre varias cosas agradables, tales como el
smorgasbordde los cursos de la universidad, los libros en una librería
etc. Puede también ser utilizada para indicar cualquier grupo diverso.
Es sinónimo de mezcolanza (N. del E.)
5
KANG, K. C. “Spiritual Blend Appeals to People of Many Faiths”. Los
AngelesTimes (27 diciembre 2003), B2.
6
Ibíd.
7
La aparición del yo en el pensamiento occidental, tanto como su sub-
siguiente cesión, ha suscitado una gran atención científica. La discu-
sión mas exhaustiva hasta la fecha es sin duda, el trabajo magistral de
TAYLOR, C. Sources of the self: The Making of the Modern Identity.
Cambridge (Massachusetts): Harvard University Press, 1989. Numerosos
trabajos tratan de los diferentes aspectos del yo moderno y posmo-
derno, incluyendo a SELIGMAN, A. B. Modernity’s Wager Authority,
the Self, and Transcendence. Princeton (New Jersey): Princeton
University Press, 2000; y SCHRAG, C. O. The Self after Postmodernity.
New Haven (Connecticut): Yale University Press 1997). Un estudio so-
ciológico influyente del yo en la América Contemporánea es el de
BELLAH, R.; et al. Habits of the Heart: Individualism and Commitment
in American Life. Berkeley (California): University of California Press,
1985. Stanley J. Grenz provee un registro interesante y confiable de la
larga historia del yo en The Social God end the Relational Self.
Philadelphia: Westminster John Knox, 2001. El dominio afectivo de
nuestra experiencia ha recibido considerable atención recientemente.
Ver por ejemplo, DAMASIO, A. R. Descartes’Error: Emotion, Reason,
and the Human Brain. New York: Putnam, 1994 [ed. esp.: El error de
Descartes. Barcelona: Crítica, 2006]; y NUSSBAUM, M. Upheavals of
Thought: The Intelligence of Emotion. Cambridge (Massachusetts):
Cambridge University Press, 2001).
8
GRENZ, pp. 63-67.
9
“…mientras quería pensar de este modo que todo era falso, era preci-
so necesariamente que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Yno-
tando que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura,
que todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos no
eran capaces de modificarla, juzgaba que podía aceptarla sin escrú-
pulo como el primer principio de la filosofía que buscaba”. DESCAR-
TES, R. Discurso del método[En línea]. San Luis Potosí (México):
Universidad Abierta.

elMetodo.htm> [Consulta: 6 febrero 2007]. El original francés: Discours
de la méthode[En línea].

%C3%A8me_partie> [Consulta: 6 febrero 2007]. (Este fragmento in-
cluye el famoso aforismo de René Descartes, “cogito, ergo sum” [je
pense, donc je suis; pienso, luego existo/soy] [N. del E.]).
10
GRENZ, p. 105.
11
Ibíd., pp. 99-100.
12
Eventualmente la búsqueda romántica de la autoexpresión “abrió la
puerta para la perdida, disipación o la deconstrucción del yo que se
desarrolló en el siglo XX”. Para los radicales posmodernos, el yo no
es un objeto en el mundo natural, sino un artefacto cultural. Todo lo
que queda es un descentrado y flotante yo, construido en cada mo-
mento de su existencia, esparcido en múltiples subjetividades. (Ibíd.,
pp. 118, 134, 136.)
13
Ibíd., pp. 82-83.
14
Ibíd., p. 99.
15
Según Richard Sloan del Centro Médico Presbiteriano de Columbia,
por ejemplo, los cuidadores de la salud no deben verse envueltos
en la vida espiritual de sus pacientes, porque la religión es esencial-
mente un asunto privado. (KALB, C. “Faith and Healing”. Newsweek
[10 noviembre 2003], p. 50).
16
Para una mayor discusión de los siguientes puntos, tanto como para
un tratamiento mas extenso del tema de este artículo, ver: RICE, R.
Believing, Behaving, Belonging; Finding New Love for the Church,
Roseville (California): Association of Adventist Forums, 2002, pp. 75-85.
17
Dos artículos en el Handbook of Seventh-day Adventist Theology(DE-
DEREN, R. [ed.]. Hagerstown [Maryland]: Review and Herald, 2000)
ayudan a enderezar esta deficiencia (aunque es interesante que tan
solo dos de los veintisiete artículos estén dedicados a este tema) –DE-
DEREN, R. “The Church”; y KIESLER, H. “The Ordinances, Baptism,
Foot Washing and Lord’s Supper”–. La bibliografía en el artículo de
Dederen ilustra cuán poco los adventistas han escrito sobre el tema.
Solo tres de treinta y una referencias se refieren a autores adventis-
tas, y dos de ellas son, ante todo, de naturaleza histórica.
18
La posición adventista en esta doctrina, algunas veces se describe co-
mo “inmortalidad condicional”. Ejemplo: La inmortalidad es condicio-
nal a la justificación de Cristo, como opuesta a la “inmortalidad natu-
ral”, la idea de que el alma es inmortal y nunca cesa de existir. Para
una revisión exhaustiva sobre este tema, ver FROOM, L. E. The
Conditionalist Faith of Our Fathers. 2 vols. Washington DC: Review
and Herald, 1965-1966.
19
La declaración de las Creencias Fundamentales de los Adventistas del
Séptimo Día, ni siquiera mencionaba la Cena del Señor, hasta la re-
visión de 1980.
20
Jn 15: 9-10. Cf. Jn 14: 16-17, 23; 15: 12; 16: 27; 17: 20-23.
21
Wolfhart Pannenberg, describe de esta manera el Espíritu que conecta
a los creyentes con el Hijo, y haciendo esto los incorpora en la propia
vida de Dios. Consecuentemente, la relación de los creyentes con Dios,
refleja la propia relación de Cristo con Dios. El mismo amor mutuo que
une al Padre y al Hijo en la eternidad, aparece en ellos. Como resul-
tado, comparten, su propia naturaleza de hijos y participan de la pro-
pia vida de Dios. (Systematic Theology. Grand Rapids (Michigan):
Eerdmans, 1991-1997, 3:11).
22
Según Robert Banks: “Nada, en los escritos de Pablo, sugiere que
las reuniones de los creyentes, tuviesen una relación directa vis-à-
visdel mundo”. El famoso “cuerpo” –metáfora–, “básicamente se re-
fiere a la interacción de los miembros, unos con otros, no con los ex-
traños” (Paul’s Idea of Community: The Early House Churches in
Their Cultural Setting. Ed. rev. Peabody (Massachusetts): Hendrickson,
1994, p. 64).
23
Ver DONALDSON, T. L. “The Absence from Paul’s Letters of Any
Injunction to Evangelize” (trabajo presentado en la reunión anual de
la Society of Biblical Literature, Nashville, Tennessee, 19 noviembre
2000). * Parénesis (del gr. para…nesij; de paraine‹n, exhortar): exhortación o
amonestación. (N del E.)
24
Hay evidencias de que los cristianos, cuidaban también de los que es-
taban fuera de la comunidad. Ga 6: 10 animaba a los creyentes a ha-
cer el bien a todos los hombres. Bruce Winter, arguye que la iglesia
primitiva enseñaba una conciencia cívica a sus miembros (Seek the
Welfare of the City: Christians Benefactors and Citizens. Grand Rapids
(Michigan): Eerdrmans, 1994, p. 3).
25
NIEBUHR, R. The Irony of American History. New York: Scribner, 1952,
p. 63.
26
La iglesia es una comunidad perdonadora, porque es una comuni-
dad perdonada y existen aquellos que creen que es más grande de-
safío vivir como una comunidad de perdonados que en una comuni-
dad perdonadora. Citando a Stanley Hauerwas: “La orientación
fundamental de la vida cristiana, es la de que nosotros estamos per-
donados… Más importante que nuestro aprendizaje a perdonar es
nuestro aprendizaje a ser perdonados” (citado en JONES, L. G.
Embodying Forgiveness: ATheological Analysis. Grand Rapids
(Michigan): Eerdmans, 1995, p. 148).
27
Pablo describe el dramático cambio en su perspectiva sobre la justifi-
cación legal en Flp 3: 4-9.
28
“¡Oh la profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y del conoci-
miento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables
sus caminos!” (Ro 11: 33).
29
La más famosa carta de Pablo, sigue este mismo patrón. En Ro 1-8,
presenta una explicación detallada de la justificación por la fe. Yen los
capítulos 9-11, muestra cuál es el significado de la comunidad huma-
na. Gentes de todos los orígenes, judíos y gentiles del mismo modo,
incluidos en la feligresía del amor de Dios.
30
Las metáforas son los medios más naturales que tenemos para ex-
presarnos. Nosotros no vemossimplemente, sino que siempre vemos
como si. Instintivamente atribuimos a una cosa, las características de
otra cosa (ver, e.g. JOHNSON, M.; LAKOFF, G. Metaphors We Live
By. Chicago: University of Chicago Press, 1980).
31
Un artículo sobre la iglesia de una enciclopedia, hace una lista de cua-
tro significados básicos de la palabra griega, y diez adicionales “ma-
neras similares de expresar la idea de iglesia” (MINEAR, P. S. “Church
idea of”. En: The Interpreter’s Dictionary of the Bible. Nashville
(Tennessee): Abingdon, 1962, 1: 608).
32
Dos de las que han sido particularmente influyentes entre los adven-
tistas, son las metáforas militares y económicas. El ejército de la igle-
sia aparece en muchos de nuestros himnos que cantamos, de las or-
ganizaciones que formamos y de las actividades que emprendemos,
tales como las colectas y las “campañas” de evangelización, Las ac-
tividades de la iglesia han sido particularmente influyentes en años re-
cientes, con llamados a una mayor responsabilidad y el desarrollo de
planes estratégicos y objetivos de conducta, dirigidos a ayudar a con-
ducir la organización mas eficientemente. Hay precedentes bíblicos,
para ambas metáforas, desde luego, en el ATy en el NT.
33
Gn 49: 25; Dt 32: 18; Sl 103: 13; Is 9: 6; 49: 15; 66: 13; Os 11: 3-4.
34
Según los Evangelios, generalmente, Jesús habla de Dios como de
“mi Padre” y usa “Padre” en sus oraciones (Jn 12: 27-28; 17: 1), En
Mt y Lc, Jesús se refiere a Dios como “vuestro Padre” en varios pa-
sajes: Mt 5: 16, 48; 6: 1ss.; 7: 21; Lc 6: 36: 12; 30. En Jn de forma
característica habla de “el Padre” (14: 6).
35
Ro 8: 15, 23; 9: 4; Ga 4: 5; Ef 3: 5.
36
RICE, G. E. “Adoption”. Ministry,13 marzo 1987.
37
Como muchos en la actualidad cuestionan el uso del lenguaje patriar-
cal para Dios, es útil fijarse que el NTno concibe a Dios como una ver-
sión celestial de un antepasado. “Dios como Padre”, significa prime-
ro “Dios-como-Padre-de-Jesús”, luego “Dios-como-nuestro-Padre-a-
través-de-Jesús”. Toma su sustancia de la relación de Jesús con su
Padre, no de nuestros padres biológicos. Según Banks “Toda la ter-
minología de familia de Pablo, tiene su base en la relación que existe
entre Cristo, y el cristiano como un corolario, y Dios… En un único sen-
tido, Jesús es hijo de Dios, y es solo a través de su identificación con
los humanos, y su obra en su favor, que ellos son capaces de “recibir
la adopción de hijos” (Ga 4: 4-5; cf.1 Te 1: 10). (Op. cit., p. 49),
38
Ibíd.
39
COFFIN, J. “Fellowship: Our Greatest Witness”. Ministry, 5-8 abril
2004.
40
PATTERSON, G. “Is Our Upbringing Defining Us?”. Adventist Review,
18 septiembre 1996, p. 27.
41
Un pasaje a destacar es Ez 18, donde la Palabra del Señor afirma, “El
alma que peca, esa morirá” (v. 3, cf. v. 20).
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Jn 3 y 4.
FUENTE: Andrews University Seminary Studies Volumen 1 2007 Número 1. Versión en español editada por Aula7activa. Traducción por José López Gutiérrez

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