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El Conflicto Cósmico

(Traducido por Carlos E. Espinosa)

Los antiguos creían que había muchos dioses, algunos buenos, algunos malos, y otros más o menos.

El monoteísmo introducido por la nación israelita contrastaba con este panteón de muchos dioses. Sin embargo, el monoteísmo tenía un problema. Si sólo hay un Dios, entonces ¿de dónde viene el mal? Según las Escrituras hebreas, esta deidad suprema había aceptado la responsabilidad: “El Señor forma tanto la luz como la oscuridad, hace la paz y crea el mal” (Isaías 45:7, VR).

Es cierto, hay villanos en el Antiguo Testamento. Las criaturas míticas de Leviatán, el Dragón, la ondulante Serpiente, todos se enfrentaron contra el pueblo de Dios. Los mensajeros enviados por Dios se hicieron cargo del trabajo sucio. Cuando la ira de Dios se encendió contra Balaam, un mensajero del Señor se interpuso en su camino como su adversario (Núm. 22). El rey David, cuando se le dio una opción de castigo, optó por “tres días en que el ángel del Señor haga destrucción en toda la tierra de Israel” (1 Crón. 21:12–13).

Sin embargo, la noción de un ser sobrenatural guerreando contra Dios es sólo insinuada en el Antiguo Testamento. Tras el exilio, Zacarías tiene una visión de un “adversario” o Satanás, de pie en la presencia de Dios, acusando a Josué el sumo sacerdote (Zac. 3:1). El libro de Crónicas, escrito también después del exilio, tiene un Satanás alzándose contra Israel e incitando a David a hacer un censo del pueblo de Israel (1 Crón. 21:1). La redacción final del libro de Job, que tuvo lugar durante este período, utiliza el término Satanás para el acusador y le considera como uno de los seres celestiales (Job 1:6).

Aunque un adversario de Dios, llamado Satanás, se menciona en estos pasajes, el origen de este ser no se explica. No hay una teología de Satanás claramente desarrollada. De hecho, ¡no hay ni una sola mención de ángeles celestiales en las Escrituras hebreas! El término que se refiere a un siervo celestial de Dios es mal’ak, palabra hebrea que generalmente debe traducirse como “mensajero”. Es sólo cuando las Escrituras hebreas se tradujeron al griego en el tercer siglo a.C. que la palabra griega ángelos (“ángel” o “mensajero”), sustituyó al término mensajero.

La historia de que el mal se originó en la mente de un ser angelical en los tiempos primordiales, aparece durante el período ínter testamentario. La historia de una rebelión cósmica ganó popularidad a través de libros conocidos como pseudo epigráficos. Los lectores familiarizados con las historias de los libros de Enoc y Jubileos, deben haber conocido la caída desde la esfera celeste de un ser angelical muy altamente estimado. Los ángeles que solidarizaron con él se convirtieron en daimones que ahora trabajan en todo el mundo causando el mal.

Estos escritores ínter testamentarios recogieron referencias poéticas acerca de los reyes de Babilonia y Tiro, en Isaías 14 y Ezequiel 28, para fundamentar sus narraciones acerca de la caída. ¡Incluso entretejían en sus narraciones ciertas narraciones del Génesis sobre estos seres angelicales, o hijos de Dios, que tomaron esposas de entre los hijos de los hombres y produjeron gigantes, o Nephilim! Pero el objetivo principal de sus enseñanzas era la continuación de la batalla que está teniendo lugar en esta tierra entre las fuerzas del bien y del mal. Vieron a los que se oponían al pueblo elegido de Dios como estando bajo el control directo del Diablo y sus secuaces. Mediante el uso de estos textos, los diversos grupos sectarios, al igual que sus homólogos actuales, se apresuraron a demonizar a sus oponentes y vilipendiar sus posiciones.

Uno de esos grupos eran los esenios. Ellos creían que estaban en medio de una guerra entre el bien y el mal, con el Ángel de la Oscuridad luchando contra el Príncipe de la Luz. Se veían a sí mismos como hijos de luz enfrentándose contra los hijos de las tinieblas. Como grupo, hablaban en contra de la maldad de los mundos romano y griego, así como de la maldad de la comunidad judía y sus dirigentes.

En el momento en que Jesús llegó al lugar de los hechos, la historia de una lucha cósmica entre las fuerzas de Dios y las fuerzas de Satanás estaba bien establecida. Según las declaraciones de los cuatro Evangelios, Jesús vino a inaugurar el reino de Dios. Al hacerlo, tuvo que batallar contra las fuerzas de la oscuridad. Por lo tanto, después de su bautismo y antes de comenzar su ministerio terrenal, se retiró a un lugar solitario para hacer frente al diablo en un combate cara a cara.

Tras este encuentro en el desierto, Marcos registra que Jesús regresó a Capernaúm para enseñar en la sinagoga, e inmediatamente se enfrentó a un hombre con un espíritu inmundo, que gritó: “¿Has venido para destruirnos?” (Marcos 1:24). Al situar este incidente en el inicio de su Evangelio, Marcos prefigura los tres años y medio del ministerio terrenal de Jesús, donde el Maestro estuvo a diario en conflicto con las fuerzas demoníacas.

Habiendo sido testigo de la caída de Satanás del cielo, Jesús pudo decir con confianza acerca de Satanás: “Cuando habla mentira, habla según su propia naturaleza, porque es un mentiroso y padre de la mentira”. “Él fue un asesino desde el principio y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él” (Juan 8:44).

Jesús no vacilaba en llamar las cosas por su nombre o denunciar a aquellos que tergiversan a su Padre. Al hablar a los que se oponían a él, Jesús preguntó: “¿Por qué no entienden lo que digo? Es porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer (Juan 8:44).

Para aquellos preocupados por su situación ante Dios, Jesús les aseguró que no había venido a condenar, sino salvar. El juicio, enseñó, no es un tiempo para temer sino un tiempo para regocijarse. Es cuando el Príncipe de este mundo es juzgado. Se trata de la ocasión en que el engañador es desenmascarado y el Acusador de los Hermanos es expuesto. Es cuando el Príncipe de este mundo se revela como el mentiroso que siempre ha sido. El juicio, dice Jesús, es contra Satanás (Juan 16:11). En cuanto a la vida eterna, ésta se obtiene conociendo al único Dios verdadero (Juan 17:3).1

Antes de su muerte, Jesús proclamó con confianza que había terminado la obra que le dio su Padre. Había hecho que Dios fuera muy conocido por los hombres (Juan 17:6). Vio que su papel consistía en hacer visible el reino de Dios en la historia de la humanidad, en revelar la verdad acerca de su Padre y desenmascarar las mentiras del diablo que había tomado al mundo en cautividad.

Muchos han visto el relato de Elena de White sobre la lucha cósmica como un simple recuento de El Paraíso perdido de Milton. Sin embargo el escrito de Milton, al igual que los de los escritores pseudo epigráficos, simplemente enfrentan a Dios y Lucifer en una batalla entre el bien y el mal por las almas de los hombres. Elena de White hace una contribución única al centrarse en las razones subyacentes para la batalla.

La señora White toma las palabras de Jesús sobre “las mentiras de Satanás”. Ella dice que Satanás trató de investir a Dios con sus propias características malignas. Además, “condujo a los hombres a concebir a Dios como un ser cuyo principal atributo es la justicia propia, como un juez severo, como un acreedor duro y exigente”.2 Satanás representa a Dios como un ser severo, exigente, arbitrario y vengativo. Así, según Elena de White, la misión de Jesús era eliminar la oscuridad de los conceptos erróneos sobre Dios emitidos por Satán.3

El mal, sostiene Elena de White, no se superará por la fuerza. “El poder sostenido por la fuerza se encuentra sólo bajo el gobierno de Satanás. …El gobierno de Dios es moral, y la verdad y el amor van a ser los poderes predominantes”.4

Por lo tanto, los que estamos en posesión de la idea del Gran Conflicto, necesitamos empezar a hacernos preguntas difíciles. ¿Podría el tema de la lucha cósmica implicar algo más que simplemente la lucha del bien contra el mal? ¿Existe realmente una discusión sobre quién tiene derecho a gobernar el universo? ¿Qué tipo de ser puede ser de confianza para hacer las reglas? ¿Está dispuesto ese ser a vivir de acuerdo a sus propias normas? ¿Qué va a hacer que cuando se encuentre de espalda contra la pared y todos sus sistemas de apoyo se retiren? ¿Puede un universo realmente funcionar en un sistema que coloca el amor y la verdad por encima de la fuerza y el poder?

¿Qué hubo en la vida, la muerte y la resurrección de Cristo que responde a las acusaciones de Satanás? ¿De qué manera la muerte de Cristo selló el castigo de Satanás? ¿Cómo responde Jesús a las preguntas acerca de Dios que hay en las mentes de los habitantes de los mundos que no han caído, garantizado su lealtad? ¿Fue la muerte de Jesús un sacrificio de sangre necesario para el perdón, o fue un fiel testigo de la reacción de Dios frente al mal? Fue la sumisión no violenta de Jesús a los poderes que buscaban su muerte, una demostración de cómo el mal debe ser vencido y superado?

Al estudiar este importante tema de la Expiación, animémonos a ir más allá de las explicaciones, definiciones y respuestas tradicionales.

Notas y Referencias

1. ¿Esto implica que puede haber un dios falso?

2. Elena de White, El camino a Cristo, 11.

3. Elena de White, Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 415–17.

4. Elena de White, El Deseado de todas las gentes, 749.

Donna J. Haerich es Anciana de Iglesia, ministra en la iglesia Adventista del Séptimo Día de Forest Lake, en Apopka, Florida, EE. UU., y enseña allí una clase de la Escuela Sabática.

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