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“Orgullo y prejuicio y los Patriarcas”

 

Es una verdad universalmente reconocida que Jane Austen (o sus personajes) pueden ser invocados para aportar ingenio y sabiduría a casi cualquier tema.  (“La sabiduría es mejor que el ingenio, y en el largo plazo tendrá sin duda la risa de su lado“).  Esta autora ofrece su opinión sobre muchos temas de interés para los adventistas, incluyendo los alimentos saludables (“Desde hace muchos años he consumido este tipo ejemplar de vegetales“), la belleza de la Naturaleza (“¿Qué son los hombres para las rocas y las montañas?“), y el baile (“Todos los salvajes pueden bailar“).  Pero, ¿puede la estimable señorita Austen arrojar luz sobre las historias de amor en la Biblia, y sobre “Dios como un romántico”, que es el tema de la lección de la Escuela Sabática de esta semana?  Sentémonos  con una humeante taza de té para explorar las posibilidades. . . .

Ciertamente el tema de Jane Austen es el romance.  ¿Cómo puede una joven elegir a un compañero adecuado?  ¿Cuáles son los obstáculos para amar?  ¿Y qué tiene que ver el dinero con todo esto?  (“Un buen ingreso es la mejor receta para la felicidad de entre las que he oído hablar“).  El asunto de cómo casarse bien y qué es lo que ello significa, parece ser su preocupación central.

Y las historias de amor que nos presenta el Génesis abordan preocupaciones similares.  ¿Cómo encontrará Isaac a la compañera correcta?  ¿Cuáles son los obstáculos para que Jacob se una —¡por  fin!— con Raquel?  ¿Y qué tienen que ver las cabras con esto?

Elegir la novia adecuada, casarse bien, son cuestiones importantes en las historias de los patriarcas, y se exploran  a través de lo que el brillante narrador y traductor Robert Alter llama “escena-tipo de compromiso”.  Una escena-tipo es un motivo temático convencional, una narrativa recurrente, que los “lectores” originales podían reconocer de la manera como hoy en día reconocemos las convenciones del género literario.  Sabemos, por ejemplo, que estamos viendo una historia de aventuras y que, por lo tanto, podemos contar con la supervivencia de nuestro héroe a pesar de la proliferación de serpientes, nazis, y objetos malditos que lo amenazan.  Sabemos que estamos leyendo una novela policíaca, y que por lo tanto, el culpable será finalmente revelado.  La Srta. Marple no será asesinada, o dejaría de resolver el rompecabezas.  Y también sabemos que estamos viendo una novela romántica, y que la feliz pareja finalmente se besará y se pondrán en la buena, a pesar de los mensajes mal entregados y de los malentendidos.  De la misma manera, sugiere Robert Alter, las audiencias originales de las historias del Génesis podían reconocer una historia de esponsales y, por lo tanto, tenían ciertas expectativas.  Otras escenas-tipo de la Biblia incluyen la anunciación, la epifanía en el campo, el juicio de iniciación, y otros.

En la escena-tipo de esponsales, el protagonista masculino viaja a una tierra extraña en busca de una novia.  Conoce a una joven junto a un pozo y saca agua, la joven regresa a casa con la noticia del extraño y con el tiempo se produce el compromiso, que por lo general se formaliza después de una comida.  El interés para el lector u oyente es proporcionado por los cambios en este patrón esperado: un siervo en lugar del novio llega a buscar a la novia, o la joven saca el agua en lugar del héroe, o hay un obstáculo para sacar agua.  Pensamos en Rebeca sacando agua para el siervo de Abraham, o en Moisés luchando contra los pastores hostiles antes de que pueda sacar el agua para las siete hijas de Reuel.

Estas escenas conectan todas las historias con aquella de la primera pareja comprometida bajo el pacto de Abraham —Isaac y Rebeca—  y hacen recordar al lector u oyente que la mano de Dios dirige el destino de su pueblo.  De acuerdo con Alter, “cualquier forma de asociación de personajes posteriores con los momentos cruciales de esa primera historia … implicará algún tipo de conexión de sentido, algún cumplimento de la alianza original” (60).

Encontramos que mucho depende de lo que ahora llamamos romance, de las personas adecuadas que se juntan, para formar eslabón tras eslabón en la cadena que a la larga traerá “una estrella de Jacob”, el hijo de la promesa. En Jane Austen, se trata de la herencia, de transmitir el nombre de la familia y la propiedad.  En el Génesis, también, se trata de la genealogía, del paso ordenado de la promesa de una generación a la siguiente.

Es algo curioso, sin embargo.  Mientras que el plan es la primogenitura, Alter señala que el tema del Génesis en realidad resulta ser “la reversión de la primogenitura” (187).  Se supone que la herencia debe ser transmitida por la línea de padre a hijo primogénito, pero por alguna razón nunca ocurre así.  Siempre hay algo que va mal: Caín asesina a Abel, Isaac suplanta a Ismael, Jacob engaña a Esaú. . . .  El manto siempre parece caer sobre el hijo equivocado.  ¿Qué significa todo esto?

Tal vez estos giros y cambios son sólo el comienzo del conflicto, de los obstáculos en una historia más amplia, la del gran amor de Dios, la historia de la humanidad, donde ésta desempeña el papel de la persona amada.  Los conflictos comienzan con estos patriarcas rebeldes y continúan a través de Egipto y el Sinaí e Israel y Babilonia … hasta que finalmente Dios decide probar algo nuevo.  La trama se complica y el Amante se aparece físicamente: Dios se encarna, y va a una boda, y nos invita a venir.

Y así nos encontramos con que estamos en una comedia, después de todo, riendo con Jane Austen por las debilidades de la naturaleza humana, los pecadillos y la pomposidad de todos los amigos y parientes.  En el Génesis, también, los personajes cobran vida como seres humanos reales, a pesar de la bruma de los siglos.  El tono es diferente, pero ¿no es verdad que el grasoso y pomposo Sr. Collins nos recuerda un poco a Labán, que al “ver el anillo de la nariz y los brazaletes en los brazos de su hermana, … dijo: ‘¡Ven, oh bendita del Señor!’ “? (Génesis 24:30-31).  (“¿Para qué vivimos, sino para hacer deporte para nuestros vecinos, y reírnos de ellos en nuestro turno?“)

La esencia de la comedia, por supuesto al menos técnicamente, es el final feliz, la cena de las bodas, las celebraciones y banquetes, en fin, la seguridad de que todo está bien.  Que la muerte ha sido derrotada, que efectivamente somos amados, tan amados por el Amante único y verdadero, que todo lo demás estará bien.  Luego nos sentaremos a la mesa con Adán y Eva y todos sus hijos; nos reiremos juntos al levantar la copa con Aquél que dijo que no la volvería a beber hasta el día que beba el vino nuevo en el reino, con nosotros, Su novia.

No té, sino el jugo de la Vid verdadera, la sangre del Cordero.

Obra citada:
Alter, Robert.  El arte de la narración bíblica. Basic Books, 1981.

 

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

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