Skip to content

“EN ESPIRITU Y EN VERDAD”

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

“Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre busca tales que le adoren.  Dios [es] el Espíritu, y los que lo adoran, deben adorar en espíritu y verdad “(Juan 04:23 NVKJ).

Estas profundas palabras fueron pronunciadas en medio de una de las conversaciones más trascendentales de la historia humana, una conversación que empezó con una simple petición: “Dame de beber” (Juan 4:7).  Teniendo en cuenta que era un día caluroso de Palestina, y que el viajero solitario, Jesús, estaba cansado y reponiendo sus fuerzas junto al pozo de Jacob, la petición parece razonable.  Sin embargo, se encontró con una respuesta extraordinaria: “¿Cómo es que tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” (Traducción del autor v. 9a es).  La perplejidadde la mujer es comprensible, ya que la hostilidad religiosa entre los judíos y los samaritanos era intensa en esos momentos.   Como señala Juan, los judíos y los samaritanos no se trataban entre sí (v. 9b).  Ambos grupos estaban convencidos de que su religión era la verdadera; y los que se sienten seguros de sus certezas no sienten necesidad de conversar con otras personas.

De hecho, el conflicto con los samaritanos era tan agudo que los judíos, a diferencia de los grandes grupos, cuando viajaban entre Jerusalén y Galilea tendían a cruzar el río Jordán para evitar atravesar territorio samaritano.  Sin embargo, fue la necesidad divina y no las consideraciones de seguridad lo que dirigió las opciones de Jesús (“Ahora tenía que pasar por Samaria”, v. 4 NVI) y las siguientes palabras de Jesús comienzan a aclarar cuál era esa necesidad. “Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice ‘Dame de beber”, tú le pedirías, y él te daría agua viva” (v. 10).  Aparte de saber que era judío, la mujer no tenía idea de quién era Jesús, ¿cómo podría haberlo sabido?  Como samaritana, probablemente pensó que tenía una buena idea de la naturaleza del don de Dios, pero no, por supuesto, sobre su encarnación en Jesús.  Jesús mismo es el don de Dios, en quien recibimos el Espíritu Santo y la vida eterna.[i]  Pero ella no lo sabía, y por lo tanto no preguntó.  La mujer, naturalmente, relaciona la referencia de Jesús al “agua viva” con la única agua que había allí –la del pozo de Jacob.  Pero según la mujer, Jesús temía obstáculos insuperables.

“Señor” (Kurie) le dice, “no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo.[ii] ¿Dónde, pues, tienes esa agua viva?” (v. 11).  Posteriormente seguirá consultando sobre las credenciales de Jesús con escepticismo: “No eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y del cual bebieron él, sus hijos, y sus rebaños, ¿verdad?” (v. 12, traducción del autor).  La pregunta espera una respuesta negativa, porque en su opinión era obvio que él no era mayor que el patriarca Jacob, una figura a quien intencionadamente ella reclama como perteneciente a su pueblo (“nuestro padre Jacob”, “que nos dio”).  La ironía para el lector informado es el conocimiento de que Jesús, por supuesto, es mayor que el venerado patriarca Jacob.

En un intento de corregir el pensamiento de que se trataba del agua del fondo del pozo, Jesús aclaró la diferencia entre el agua viva que él ofrecía y el agua del pozo.  Esta últimasólo sacia temporalmente la sed de una persona (v. 13), pero el agua que Jesús ofrece, produce una fuente perpetua que brota para vida eterna, dentro del ser de una persona (v. 14).  La mujer no comprendió la naturaleza de la oferta de Jesús, porque sólo pensaba en los beneficios terrenales.  Si nunca iba a tener sed de nuevo, nunca tendría necesidad de venir a sacar agua, así que “sí, por favor”, exclamó, “dame de esa agua mágica” (v. 15).  Frustrado por la incapacidad de la mujer de pensar en términos espirituales, Jesús cambia la dirección de la conversación y se centra en la situación personal de la mujer.

“Ve, llama a tu marido y vuelve acá” (v. 16), sugiere Jesús desarmándola.  “No tengo marido”, respondió inocentemente.  Jesús aprueba su candor y le dice que había tenido cinco maridos, y que ahora se encuentra en una relación de hecho.  Independientemente de las circunstancias de sus matrimonios múltiples, etcétera, el autor espera que el lector llegue a la conclusión de que el comportamiento moral de la mujer era cuestionable.  Pero Jesús no hace ningún juicio moral sobre la mujer.  Éstase quedó estupefacta de que este judío, un extraño que pasaba por su tierra, conociera los detalles de su vida privada.  Su conocimiento le proporcionó una explicación sencilla: “Señor (Kurie), me parece que tú eres profeta” (v. 19).

Hace poco, en un vuelo desde Los Angeles a Sydney, me senté junto a un rabino. “Estoy muy interesado en el judaísmo”, le dije entusiasmado, “tal vez podamos conversar”.  La mayoría no podemos resistirnos a hacer nuestras preguntas favoritas en las raras ocasiones en que la providencia, o el azar, nos ofrecen una exclusiva audiencia con un experto.[iii]  Los judíos y los samaritanos disputaban amargamente su legitimidad, y le adjudicaban a su propio templo y a su sacerdocio la cualidad de ser verdaderos.  En términos simples, discutían si el Monte Gerizim o el monte Sión Monte era el verdadero lugar santo.  La mujertenía la atención de un profeta, y ésta era una oportunidad para resolver el problema con autoridad, por lo que hizo la pregunta: “Nuestros padres adoraron en este monte, y [los judíos] decís que Jerusalén es el lugar donde se debe a adorar” (v. 20).  “Por favor, profeta, ¿quién está en lo correcto?”

La respuesta de Jesús es radical.  Se acerca la hora en que la sola idea de ciudades sagradas, montes sagrados, o tierra sagrada, es irrelevante. De hecho, para los devotos genuinos ha llegado la hora de adorar al Padre en espíritu y en verdad.  Esta es la clase de adoradores que el Padre busca, y no aquellos que pelean por los montes sagrados y las ciudades sagradas (vv. 21, 23).  La pregunta de la mujer está obsoleta, y es una reminiscencia de un debate cuya relevancia también ha pasado.  Dios mismo no es un ser material sino que es Espíritu, por lo que los verdaderos (alethinós) adoradores deben hacerlo de un modo que refleje la naturaleza de su ser, es decir, en espíritu y en verdad (alétheia) (v. 24).

Cuarenta y ocho veces el Cuarto Evangelio utiliza el adjetivo (verdadero) y el sustantivo (verdad) en comparación con sólo diez veces en los otros tres evangelios combinados.  Este es un tema característico de Juan.  Dios es verdadero (3:33; 8:26), y su palabra es verdad (17:17).  El Espíritu Santo es el Espíritu de la verdad (14:17, 15:26, 16:13), el testimonio de Jesús es verdadero (18:37), y él mismo es la verdad (1:14, 14:6).  Para Juan, está claro que la verdad se refiere a Dios y su revelación a través de Jesús, a quien él envió.  Creer en Jesús es creer en la verdad acerca de Dios.  La mujer se siente decepcionada, el profeta no había respondido a su pregunta, había hablado en clave.  Ella sigue esperando una respuesta definitiva. “Sé que el Mesías [Taheb] ha ​​de venir” (que es llamado el Cristo).  “Cuando él venga nos declarará todas las cosas” (v. 25).

Es posible que ella no lo haya comprendido, pero el lector sí: la hora de la venida del Mesías había llegado.  La respuesta de Jesús es inequívoca, a pesar de que lleva el asunto más allá de la pregunta sobre los montes sagrados.  Él es el Mesías que esperaban.  “Yo soy” (egó eimí), declaró Jesús: “el que te está hablando” (v. 26; cf. Isaías 52:6, LXX).  Jesús confiesa claramente su identidad mesiánica a la mujer samaritana, pero no fue fácil para ella aceptar su aseveración.  El Taheb Samaritano no era una figura mesiánica de la línea real de David, sino un restaurador de la imagen del profeta prometido semejante a Moisés (Deut. 18:15).[iv]  Ella podría haber oído la afirmación de Jesús sobre su identidad en estos términos, pero independientemente de las diferencias que había en cuanto a la naturaleza del esperado Mesías (Taheb) en las dos tradiciones, lo cierto es que los samaritanos no se esperaban que fuera un judío.  El reconocimiento inicial de la mujer de que Jesús era judío, ahora se erige como una barrera para la fe.

Sin embargo, el impacto de las palabras de Jesús sobre la mujer fue profundo.  Dejando atrás su cántaro en el pozo, regresó a su ciudad y le dijo a su gente: “Venid, ved un hombre que me dijo todo lo que he hecho.  Él no es el Mesías, ¿verdad?” (v. 29, traducción del autor).[v]  La pregunta espera una respuesta negativa.  Sus dudas pueden estar relacionadas con el pensamiento, imposible para ella, de que el Taheb Samaritano (el Mesías) fuera un odiado judío.  Lo más probable es que temía una respuesta negativa de sus vecinos. Ella sabiamente evitó mencionar su nacionalidad y dijo vagamente “un hombre” (v. 29).

Jesús la había invitado a llamar a su marido, pero al final la mujer llama a todo el pueblo.  El hecho de que Juan menciona el detalle aparentemente menor de que ella dejó su cántaro (hudria) atrás, es significativo.  El único otro ejemplo del uso de este sustantivo en el Nuevo Testamento es la referencia a los cántaros de agua utilizados en los rituales de purificación judíos (2:6-7).  Este hecho proporciona una clave para entender el texto.  Al dejar la jarra de agua en el pozo, la mujer samaritana deja tras de sí lo material –la religión de los montes sagrados, templos y lavamientos, y se mueve hacia la adoración que es en Espíritu y en verdad.  A nivel práctico, la jarra junto al pozo confirma silenciosamente que ella tiene la intención de volver.

El creciente reconocimiento de la identidad de Jesús es dramático en sus efectos:
Un judío (v. 9)
Señor (Kurie, vv. 11, 15, 19)[vi]
Profeta (v. 19)
Mesías (v. 29)
Salvador del mundo (v. 42).

Así que, ¿qué significa adorar a Dios en espíritu y en verdad?  Es confesar que el Hijo único ha hecho conocer al Padre (1:18).  El Espíritu y la verdad se encarnaron en Jesús, a través de quien llegaron gracia y la verdad al mundo (1:17).  El Espíritu y la verdad no pueden ser contenidos dentro de una serie de declaraciones de creencias, ni pueden limitarse a las estructuras institucionales.  El Espíritu es libre como el viento (3:8).  Sin embargo, lo que es verdad viene a la luz, de modo que quede de manifiesto que las obras de ellos son hechas según Dios (3:21).  “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (17:3). “La hora ha llegado cuando el único acto aceptable de culto (dei proskynein) es la orientación total de la vida y la acción hacia el Padre, compartiendo el don del Padre [en Espíritu], un don que es todo lo que pretende ser [y la verdad]”.[vii]



[i]Teresa Okure, The Johannine Approach to Mission: A Contextual Study of John 4:1-42,[El enfoque joánico de la misión: Un estudio contextual de Juan 4:1-42],(WUNT  2a serie, 31; Tubinga: J. C. B. Mohr [Paul Siebeck], 1988) 97-8.

[ii]Tenía más de 100 pies (más de 30 metros) de profundidad.

[iii]Cuando la pantalla que marca el rumbo del avión indicó que estábamos por cruzar la línea internacional de la fecha, y nos íbamos a saltar un día, le pregunté al rabino cómo afectaba esto al cálculo judío del sábado.

[iv]Juan también relaciona Deut 18:15 con Jesús.  Véase Paul N Anderson, The Christology of the Fourth Gospel (3ª impresión con una nueva Introducción; Eugene, OR: Ed. Cascade, 2010) 176-9.

[v]Sus imperativos (“Vengan y vean”) nos hacen recordar la respuesta de Jesús a Andrés y otro discípulo, la invitación de Felipe a Natanael, y el pedido de María y los judíos a Jesús (1:39, 46; 11:34).

[vi]El lector del texto griegoapreciará el doble significado de kurie, es decir, “un señor” y “el Señor”.

[vii]Francis J. Moloney, The Gospel of John [Sacra Pagina; Collegeville, MN: Liturgical, 1998], 129.

Subscribe to our newsletter
Spectrum Newsletter: The latest Adventist news at your fingertips.
This field is for validation purposes and should be left unchanged.