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“Crisis en la adoración”

 

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

La mayoría de los grupos de cualquier tipo adoran o han adorado a “Dios” de alguna manera.  En declaraciones a los israelitas, después de describir el tipo de adoración por el que las naciones de Palestina eran conocidas, Moisés amonesta al “pueblo elegido”: “¡No adoraréis al Señor vuestro Dios de esa manera!” 

¡Estoy seguro de que Dios siente lo mismo hoy!  No hace falta catalogar todas las formas de servicios de adoración que hay sólo en los Estados Unidos.  ¡O incluso comparar las diversas formas de culto que hay en las iglesias adventistas cada sábado, como dicen algunos!

La Guía de Estudio da en el clavo al citar al conocido predicador del siglo pasado, que a menudo se pronunció en contra del “dios del entretenimiento”, porque sea como fuere, las iglesias serias nunca podrán competir con la idea o expectativa mundana de entretenimiento.

Charles Spurgeon, probablemente el predicador de lengua inglesa más aclamado del siglo 19, dijo en su sermón titulado Alimentando a los coderos o divirtiendo a las cabras: “El diablo rara vez ha hecho algo más inteligente que hacer creer a la Iglesia que parte de su misión es proporcionar entretenimiento al pueblo, con miras a ganarlo.  De hablar como lo hicieron los puritanos, la Iglesia fue bajando el tono de su testimonio, y luego hizo un guiño y disculpó las frivolidades del día.  Luego las toleró dentro de sus fronteras.  Ahora las ha adoptado bajo el pretexto de llegar a las masas. . . . Proporcionar diversión está en antagonismo directo con la enseñanza y la vida de Cristo y todos sus apóstoles. ¿Cuál fue la actitud de la Iglesia en el mundo?  “Vosotros sois la sal”, y no “el caramelo de azúcar”. . . .  No encuentro a Jesús diciendo:”Corre tras estas personas, Pedro, y diles que vamos a tener un estilo diferente de servicio mañana, algo corto y atractivo, con poca predicación.  Vamos a tener una tarde agradable para la gente.  Diles que pueden estar seguros de que van a disfrutar.  Sé rápido, Pedro, ¡tenemos que conseguir a la gente de alguna manera!”  Jesús se compadeció de los pecadores, suspiró y lloró por ellos, pero nunca trató de entretenerlos.  En vano buscaremos en las Epístolas algún rastro del “evangelio de la diversión”.  Su mensaje es: “¡Salid, manteneos fuera, limpiaos!”. . . 

Aarón fue engañado por los “miembros de la iglesia” que habían oído los truenos del Sinaí, pero todavía no estaban seguros de que podían confiar en un Dios que no habían visto, así que necesitaban algo que pudieran experimentar.  Celebraron frente a su becerro de oro, presentaron sus ofrendas, se sentaron a comer una cena gigantesca de camaradería y “se levantaron a regocijarse” (Éxodo 32:6).  Através de toda la historia de Israel, la adoración a era Baal, obviamente, muy atractiva, altamente entretenida y por lo tanto muy popular, incluso para los israelitas, que llegaron a pensar que no había nada malo en ello.  En cierto modo, no mucho ha cambiado desde entonces –pero este no es el lugar para trazar las comparaciones.

Nuestra Guía de Estudio de la Biblia contrasta dos formas perennes que la iglesia ha seguido durante muchos miles de años: Moisés dijo: “No haréis como todo lo que nosotros hacemos aquí hoy, cada uno lo que bien le parece” (Deut. 12:08).  “Cuando obedecieres la voz del Señor tu Dios, guardando todos sus mandamientos que yo te mando hoy, para hacer lo que es recto ante los ojos de Jehová tu Dios” (Deut. 13:18). 

Tal vez es saludable preguntar por qué es importante que entendamos esta diferencia.  No tenemos que ser graduados de la universidad para reconocer que la iglesia, hoy en día, puede estar haciendo cosas que pueden ser claramente condenadas en la Biblia –y todo en nombre de la adoración. 

En muchas juntas de iglesia, nada se debate más animadamente que (1) los himnos del himnario o coritos proyectados en la pared, (2) el “rock” cristiano a menudo acompañado con instrumentos de percusión o melodías familiares que se asocian con recuerdos de los miembros de  iglesia y / o llamados bíblicos, y (3) los sermonetes de 15 minutos o la exposición de un pasaje bíblico de 30-45 minutos. 

Por supuesto, la discusión pronto se termina con una declaración de compromiso (¡no todos podemos estar de acuerdo!).  Y eso nos lleva a un tema conexo, el de la tolerancia.  La lección de esta semana podría y debería llevarnos en tantas direcciones, pero ¡bueno! 

Por ejemplo, el Grupo de Investigación Barna, en 2010, identificó seis grandes tendencias en las iglesias cristianas de los EE.UU.  Uno de los investigadores señaló que “la insistencia postmoderna en la tolerancia está venciendo a la iglesia cristiana”.  El resultado: La tolerancia hacia “una amplia gama de conductas y filosofías moral y espiritualmente dudosas”.  El concepto del amor “se ha redefinido para significar la ausencia de conflicto y confrontación, como si no hubiera absolutos morales por los que valiera la pena luchar”. 

Otra mega tendencia: “La influencia del cristianismo en la cultura y la vida de las personas es prácticamente invisible”.  ¡A menudo esa observación se hace con respecto a la Iglesia Adventista, dependiendo de qué parte del país se discute!  El artículo no sugiere que el problema necesita más predicación y relaciones públicas (aunque ambas son muy necesarias): “El aspecto más influyente del cristianismo en EE.UU. es la forma en que los creyentes ponen en práctica –o no— su fe, tanto en público como en privado”.

En otras palabras, los escritores de la investigación dicen: “los líderes cristianos harían bien en revisar sus criterios de “éxito” y las medidas utilizadas para evaluarlo”.

Ah, sí, tal era el “consejo” en el que se enfocaron Jesús y los apóstoles, destacando que el poder de la iglesia se produce después de que el Espíritu Santo ha encontrado a los hombres y mujeres que quieren el carácter de Cristo, y entonces él puede darles el poder del Espíritu.  En un mundo que está fascinado y entretenido con el poder de todo tipo, los cristianos de hoy pueden ganar sólo mediante la revelación de un tipo diferente de humanidad. 

Y eso nos lleva de nuevo a la cuestión del compromiso.  Cuando la gente asiste a un culto adventista, ¿qué es lo que debería impresionar a la mayoría?  ¿Qué es lo obviamente diferente a todo lo que ha estado bombardeando sus sentidos durante la semana?  ¿Se encuentran con Dios de alguna manera –no necesariamente en la arquitectura, sino en un tipo de música diferente al que están acostumbrados, en oraciones sin frases envasadas, en sermones que desarrollen un pasaje bíblico y no en una miserable serie de textos o sólo opiniones pastorales?

Pero el clamor que se oye en todas partes es: “tenemos que hacer que la iglesia sea atractiva para nuestros jóvenes; darles la música que ellos entienden, hacerles sentir el ritmo, etc.  Vendrán a la iglesia cuando les demos lo que quieren”. 

Tal fue la apelación extraordinaria de Willow Creek, bajo Bill Hybels, quizás la primera mega iglesia buscadora-amistosa, en South Barrington, Illinois, que tenía un presupuesto de 560.000 dólares por semana (¡eso sí que es grande!).  Pero después de 20 años o menos, el equipo de Hybels admitió, en una auto-evaluación, que en realidad no había hecho gran cosa en cuanto a cambiar las vidas, etc.  La gente vino, pero no cambió.  Ahora están comprometidos con un objetivo muy diferente: el de la seducción de la teología impulsada por la experiencia que se extiende por Norteamérica y el mundo.  Pero la lección para hoy es: El entretenimiento y /o la religión impulsada por la experiencia siempre complacerá a la gente, independientemente de cómo se vista.  Pero los discípulos aprendieron algo distinto, cuando Jesús dijo a los más de 5000 que su mensaje no tenía el objetivo primario de complacerlos con sándwiches y Starbucks. 

Entonces, ¿qué hacer?  El compromiso se convierte en la palabra de acción para cada junta de iglesia que enfrente estos temas.  Lo sepamos o no, es un juego de la dialéctica hegeliana que a menudo domina el día, dejando que cada uno vaya a casa pensando que hicieron lo que corresponde como cristianos: tesis, antítesis, síntesis. 

La dialéctica hegeliana es a menudo el marco que guía nuestros pensamientos y acciones en los conflictos que nos llevan a una determinada solución –a menudo casi en silencio.  El diálogo y el consenso son las herramientas principales de la mayoría de los líderes, ya sea en el gobierno federal, las juntas escolares locales, ¡o en la junta de la iglesia local!  Y la intimidación es a menudo un arma útil en el diálogo. 

La única esperanza es cortar la locura dialéctica, o de lo contrario terminaremos en un lugar que no imaginábamos antes de entrar en el diálogo o la “discusión”.  Gracias a dramáticos bandazos políticos –y ayudada por el aumento exponencial de Internet y la hirviente “blogósfera”, no importa cuál sea el problema— la dialéctica invisible apunta a controlar tanto los conflictos como la resolución de las diferencias, y lleva a todos los involucrados a un nuevo ciclo de conflictos, hasta que todos le hayan concedido a “alguien más” lo que  desea.  ¡Es el lento flujo, casi imperceptible, de ser amables con la voluntad de compromiso!

La adoración cristiana, así como el mensaje cristiano, degenera a través de muchos clamores de compromiso.  No estamos hablando de ceder en cuestiones como el color de la alfombra para el templo.  O en hacer el presupuesto de la iglesia (¡ojalá!).  Estamos hablando de principios que deben basarse en roca firme y ser reforzados con concreto sólido.  Los principios basados ​​en las palabras y el ejemplo de Jesús y los apóstoles no son negociables.  Tolerancia debe ser la palabra del cristiano para designar la gracia, pero no otra palabra para la concesión.  ¡En mi opinión! 

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