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“Protegidos bajo las alas de Dios”

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa) 

Ícaro cayó del cielo porque sus alas eran de cera.  El sol las derritió y se precipitó a tierra, muriendo. 

Esta imagen de la mitología griega contrasta fuertemente con las alas que encontramos en la Biblia.  Especialmente en los Salmos, la idea predominante asociada con las alas es el de refugio.  Las alas de Dios protegen a su pueblo.  Bajo las alas de Diosestamos seguros.  Al analizar la idea de las alas que cubren, la imagen también revela un efecto transformador.  Cuando nos ponemos las alas de Dios, no caemos acosados por la fealdad de los pecados, sino que volamos hacia arriba.  Nos remontamos a través del poder de Dios y nos refugiamos en la belleza y la maravilla de su santidad.

Otro escritor que hace hincapié en las alas como refugio, en relación con Dios, es Gerard Manley Hopkins.  Su poema “Grandeza de Dios” termina con estas dos líneas: 

Debido a que el Espíritu Santo sobre el torcido 
Mundo empolla con pecho tibio y con ¡ah! alas brillantes. 
(13-14). 

Empollar, según el Diccionario Inglés de Oxford, como verbo, significa: “1. Sentarse (sobre huevos) con el fin de incubarlos.  2. Abrigar (la prole) bajo las alas, como lo hace la gallina”.  El Espíritu Santo, en las líneas anteriores, es imaginado como una gallina clueca juntando a sus polluelos para darles refugio.  Si permanecemos “a la sombra de sus alas”, como lo dice el salmista, estamos siendo cuidados por Dios.  En un territorio desértico, la sombra proporciona refugio contra el sol, alivio frente a los elementos.  Las alas de Dios, por lo tanto, proporcionan refugio, un lugar de seguridad y de reposición.  El signo de exclamación, “¡ah! alas brillantes”, al final del poema de Hopkins, es una expresión de asombro.  Declarael poder de protección y la belleza de Dios. 

La fea historia del rapto de Betsabé realizado por David, una historia agravada por más mentiras y acciones violentas, muestra cuán torcido y deformado es nuestro mundo.  También revela que, incluso los elegidos por Dios –como David— tienen necesidad de transformación.  Por sus acciones, David dejó el abrigo de las alas de Dios y trató de encubrir su pecado a través de otras vías.  Trató de usar su túnica real, sus alas de cera, para mantener su estatus y posición.  Bajo laluz que Natán traía de parte de Dios, David no podía sino caer.  Somos gente torcida, torpes, y con almas truncadas.  Afortunadamente, allí está Dios.  A través de su gracia, sus alas nos cubren y nos transforman.  Este es el punto de inflexión para David, que una vez más acepta el refugio de las alas de Dios.  La belleza y la santidad de Dios nos cambian, cubren nuestras imperfecciones y nos transforman en seres en armonía con él.

Entonces podemos volar.  Otro poeta que se hace eco de las imágenes de los Salmos es George Herbert.  “Alas de Pascua”, un poema en cuyo título ya se advierte el movimiento de resurrección y elevador que se nos concede a todos, dice: 

 

Señor, que creaste al hombre en la riqueza y la abundancia, 
Aunque perdió tontamente las mismas, 
Decayendo más y más, 
Hasta que llegó a 
la mayor pobreza: 
Contigo, 
¡Oh, déjame subir 
Como las alondras, en armonía!
Y cantar en el día de hoy tus victorias: 
Entonces la caída impulsará el vuelo en mí. 
 

El pecado o la “caída” pueden ser revertidos sólo a través de la muerte de Dios y su don de la gracia.  Sólo uniéndonos nosotros mismos a Dios, podemos entrar en la armonía.  A través de Dios podemos crecer hasta ser mejores.  Éstas son, de hecho, las alas de la Gracia.  Logramos volar sin caernos, siempre y cuando “implantemos” las alas de Dios (Herbert, línea 19). 

¿Por qué, entonces, el hijo de David debió morir?  ¿Qué habrá sentido Betsabé en el segundo plano de este relato bíblico, cuando David se convierte en el emblema de la humanidad?  ¿Cómo pueden integrarse en esta historia de vuelo?  ¿Cuál es la parte de cada uno en todo esto?

Dios nos redime, pero nuestras acciones todavía tienen efectos, y los efectos pueden tener costos.  Nuestro mundo está dañado.  David pecó y el costo de su pecado fue el bebé.  El bebé era inocente y murió.  David vivió y se arrepintió.  Él vivió para experimentar la maravilla que es la restauración.  Comprendió el don de la cobertura de las alas de Dios y lo aceptó.  En cuanto a Betsabé, uno se pregunta qué sentía o qué pensaba.  David le dio otro hijo.   En el pensamiento bíblico, habría sido visto como una bendición.  Él creció y se convirtió en el rey más sabio de Israel.  Betsabétambién debe haber permanecido en el refugio de las alas de Dios. 

Las alas de Dios no tienen la intención de actuar como un parche curita.  Ellas nos protegen y transforman.  Nos elevan de nuestro mundo turbulento y a menudo feo, hacia el reino de la gracia de Dios, una región de luz y belleza.  Transformados bajo el cuidado de Dios, nuestras aflicciones causadas por el mundo del pecado en el que participamos a menudo, pueden ser cambiadas, transformadas por el poder de Dios.  “¡Ah! alas brillantes”; bajo su cuidado, volamos.

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