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“Observando a José cambiarse de ropa”

 

Las vestimentas tienen significado.  Más allá de cubrir nuestra desnudez y protegernos contra los elementos, lo que usamos da indicios sobre el género, el estatus, la profesión, la actitud, la edad, la personalidad, la cultura, y a menudo incluso sobre el estado de ánimo actual.  Qué usar y cuándo, también importa mucho.  Si uno tiene hijos adolescentes, o recuerda los años de la adolescencia, la “adecuación” de la ropa es a menudo un tema de controversia entre una generación y la siguiente.  Desde la hoja de higuera, la ropa ha constituido un lenguaje; lo que nos ponemos define y describe qué y quiénes somos o queremos ser.  La ropa media simbólicamente nuestras relaciones con los demás, con la naturaleza, e incluso define nuestra propia auto-imagen.  No es de extrañar, entonces, que en manos de un narrador dotado, como el de la historia de José, la vestimenta tenga un rol temático tan importante.

La historia de José constituye una de las historias más largas y más ingeniosamente construidas del Antiguo Testamento.  Como señala un comentarista, “pocas veces en la literatura occidental la forma ha sido tejida en el contenido, el patrón hilvanado en el sentido, y la estructura forjada en el tema con mayor sutileza y éxito.  El resultado es una narración profundamente paradojal, que primero se pone de manifiesto y a continuación se resuelve con absoluta simetría.”[1]  El principal motivo temático de estructuración de la historia son los tres pares de sueños.  Mientras que los ciclos de sueños obtienen la mayor atención, los motivos del “pozo” y la túnica desempeñan importantes papeles secundarios.  Las prendas de vestir, en particular los cambios de ropa, señalan simbólicamente un cambio en el estatus y las relaciones de las personas. 

Junto con la información de que José, un adolescente (“de diecisiete”) que trae a su padre un “mal informe” de sus hermanos, es amado por su padre más que cualquiera de los otros hijos, también leemos que Jacob ha hecho una “túnica adornada” a José.[2]  En este contexto, la túnica especial indica claramente que José se desprestigia ante los ojos de sus hermanos –sin duda es un contador de cuentos mimado.  Sus hermanos lo odian y “no podían hablarle pacíficamente” (Gén. 37:4).  El significado del abrigo, o túnica, es irónico.  La túnica, claramente especial, representa un estatus especial que, sin embargo, José aún no ganó y por lo tanto es denostado por sus hermanos. (Una observación entre paréntesis: tal como varios estudiosos han señalado, la “túnica de muchos colores”, tan familiar para nosotros, es el resultado de un error de traducción que aparece en la versión King James [en inglés; y también en la versión Valera en Castellano].  La naturaleza exacta de la prenda no es totalmente cierta, pero está claro que se trata de una prenda costosa que señala el estatus superior que José tiene en el hogar).  No es casual, entonces, que esta prenda se convierta en un objeto despreciado, y se la utilice para “encubrir” el crimen de vender a José como esclavo.  Después de que los hermanos hacen su dinero (“veinte piezas de plata”, v. 28), usan la túnica para defenderse con una mentira.  Simulan no saber a ciencia cierta de quién es la túnica, y le dicen a Jacob: “Reconoce ahora si es la túnica de tu hijo o no” (37:32).  Aquí se desarrolla una escena de suprema ironía (como lo señala Robert Alter): el mismo Jacob había usado la sangre de un cabrito en una prenda de vestir para mentir y engañar a su padre.[3]

La escena en que Jacob reconoce la túnica es dramática.  Al verla cubierta de sangre, supone que el único destino posible del usuario de esa prenda de alto rango debe ser horrible.  No sólo supone que José ha muerto, sino que ha sido “devorado” por una “bestia feroz” y “hecho trizas” (v. 33).  En respuesta, Jacob “rasga sus vestiduras” en un acto de identificación con su hijo, y afirma que se le unirá en el “Seol” –la tierra de los muertos.  Despojado de su ropa, José está “muerto” –se  cree que literalmente muerto por su padre— y, sin su túnica especial, también está muerto para –o al menos ha perdido— su identidad y su condición de hijo predilecto y mimado. 

A continuación encontramos a José, bendecido por Dios, desempeñándose bastante bien y con el control total de la casa de Potifar: “él [Potifar] dejó todo lo que tenía en las manos de José” (39:6).  Lamentablemente, su estatus de ser el segundo, solamente después de Potifar, no dura mucho tiempo, y su caída es señalada una vez más con un incidente relacionado con la ropa.  En el acto final de la esposa de Potifar intentando seducir a José, “ella lo asió por su ropa” (39:12).  José huye, presumiblemente desnudo (o casi desnudo) casi en la misma condición que tenía cuando sus hermanos lo dejaron en el pozo.  Una vez más, su ropa, reconocida por todos, se utiliza como prueba en una mentira: “Y ella puso su ropa junto a ella hasta que su señor regresó a su casa.  Entoncesella habló con él, diciendo: “El esclavo hebreo, que nos has traído, vino a mí, para jugar conmigo.  Entonces, cuando levanté la voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y escapó”,” (v. 16-19).  La mentira es creída una vez más y José termina en la cárcel, simbólicamente, el pozo número dos. 

La primera posición de privilegio de José no había sido ganada, porque le fue otorgada por su padre.  Pierde su túnica, que simboliza ese estatus, y pierde esa identidad.  Su segunda posición ha sido bendecida por Dios, y ayudado por su buena apariencia (“Y José era apuesto y bien parecido” (39:6).  También perdió esta posición.  Su tercer ascenso se deberá a la bendición de Dios en combinación con su habilidad: “Y el jefe de la cárcel colocó en manos de José a todos los prisioneros que estaban en la prisión; y todo lo que tenían que hacer allí, fue él quien lo hacía” (39:22).  La  habilidad de José y su implícita madurez entran en pleno vigor cuando interpreta los sueños del Faraón y gobierna Egipto. 

De nuevo en la cárcel, la ropa no se menciona, tal vez porque allí la vestimenta no tiene mucha significación en cuanto a estatus, al menos entre los prisioneros.  Cuando fue llamado por el Faraón, al parecer a toda prisa, se nos dice que se afeita y “cambia sus vestiduras” (41:14).  Es una clara señal de que un cambio de estatus está por venir. 

Estamos en un momento crítico de la historia.  Hasta este momento, José ha perdido sus ropas en un descenso de hijo predilecto a prisionero.  Ahora, en cambio, adquiere vestiduras en su rápido ascenso a las alturas del poder.  Como una señal de ser “puesto sobre toda la tierra de Egipto” (41:41), tenemos un catálogo de los símbolos del poder: “Y el faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropa de lino fino, y puso un collar de oro alrededor de su cuello” (v. 42).  También adquiere un nuevo nombre y una mujer egipcia.  En este momento, por segunda vez en el texto, se nos dice qué edad tiene: treinta años, como si fuera un eco de la primera vez que lo encontramos, cuando tenía diecisiete.  José es ahora completamente transformado y, por su habilidad y la bendición de Dios, es muy diferente del joven del comienzo de la historia.  Ahora ha ganado su derecho a su estatus, simbolizado por su ropa nueva.  En su nuevo cargo es capaz de salvar a Egipto y de salvar a su familia.  Metafóricamente, Egipto es el Seol.  Irónicamente, como una más de las varias inversiones de esta historia, el Seol como Egipto no se convierte en el lugar de la muerte sino de la resurrección (José supuestamente muerto, ahora está vivo) y de la salvación (de Israel).  Pero para que esto ocurra, no sólo cambia José, sus hermanos tienen que cambiar también. 

Un pequeño detalle escondido en el texto durante la elaboración de las pruebas que José pone a sus hermanos, ayuda a señalar este cambio.  Cuando los hermanos encuentran una copa de plata en la bolsa de Benjamín, en su viaje de regreso a casa, se nos dice que “rasgaron sus vestiduras” (44:13), un sutil recordatorio de la escena de muchos años atrás, cuando Jacob rasgó sus vestiduras al ver la túnica ensangrentada de José.  Como la confesión de Judá deja claro en los versos siguientes, hemos llegado de vuelta al punto de partida, a esa primera ocasión con la túnica.  Vemos que su confesión de culpa (aunque, en otra ironía, todavía no saben que se están confesando con su hermano) y la oferta de Judá de sustitución por Benjamín, indican que las cosas han cambiado por completo —para José y sus hermanos.  José, que para todas las intenciones y propósitos estaba “muerto” y en el Seol, ahora puede revelarse en la maravillosa escena del reconocimiento del capítulo 45.  La salvación es posible.  José da a sus hermanos vestiduras –de nuevo, una inversión final, porque ellos le habían quitado su túnica.  Incluso se resuelve la cuestión de la envidia.  Benjamín recibe “cinco mudas de ropa” y 300 piezas de plata (45:22), y no se indica que los hermanos estuvieran enojados o celosos, aunque se podría pensar que iban a sentir el aguijón de la ironía –pero no, todos están contentos y se regocijan.  La atención a la ropa en esta historia señala los cambios de estatus y el cambio en las relaciones –de José dentro de sí mismo, y con respecto a su familia. 



[1] Donald A. Seybold, “Paradoja y simetría en la narrativa de José”, [“Paradox and Symmetry in the Joseph Narrative”], en Interpretaciones literarias de las narrativas bíblicas, [Literary Interpretations of Biblical Narratives].  Kenneth R. R. Gros Louis et. al., eds.  Nashville: Abingdon Press, 1974 (59-73).

[2] Génesis 37:3-4.  Todos los pasajes de la Escritura son tomados de la traducción y comentario de Alter, Los cinco libros de Moisés, [The Five Books of Moses].  New York: W.W. Norton, 2004.

[3]Véase la nota Nº 31, en la página 212 de Los cinco libros de Moisés.

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