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“Los celos en una familia”

 

Por Mary Trim

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

CELOS: El Diccionario Thesaurus Collins presenta una lista de palabras que transmiten un significado relacionado: envidia, codicia, desconfianza, corazón en llamas, mala voluntad, posesividad, resentimiento, rencor, sospecha.

Estas son expresiones de emociones humanas poderosas, especialmente corazón en llamas, todas originarias de la caldera de la mente centrada en sí misma, donde parece que se cuecen a fuego lento y burbujean hasta que hierven a través de la acción.  En Lucifer comenzó con deseos de tener más que los altos dones que ya poseía, con la observación codiciosa de los demás, y pensando en la gran palabra Yo, el centro de pecado.  Transfiriéndose a sí mismo, imaginativamente, el estatus y la propiedad, “dijo en su corazón” (Isaías 14:13, NVI): “Yo haré”, lo que contiene el elemento “Yo quiero”.  Tenga en cuenta que él pensaba que podría alcanzar sus metas por sí mismo: “Yo ascenderé, . . . levantaré mi trono, . . . me sentaré entronizado en el monte, . . . en las máximas alturas, . . . por encima de las nubes, . . . seré semejante al Altísimo”.  Así, su plan delineaba posición, poder y autoridad suprema.  ¡Vaya,  qué tipo competidor!  Qué personalidad como para trabajar a su lado, uno que empuja a los otros para obtener el puesto principal.  En Proverbios 27:4, la NVI señala, “¿Quién podrá sostenerse delante de los celos?”

Sin embargo Jesús se sostuvo, eligiendo el compromiso con su Padre cuando Satanás lo llevó al punto más alto del templo y al pico de una montaña muy alta.  Satanás suponía, en su continua vanidad, que podría seducir al Hijo del Altísimo.  Ja, ¡De ninguna manera! Mateo 4: 1-11, NVI.

Las expresiones “lo haré” y “quiero” comienzan temprano en la vida.  Derivadas de la necesidad, o como manifestación de la elección personal y la toma de decisiones, son parte del desarrollo normal del niño.  Pero todos los atributos pueden tener un lado oscuro, e incluso las expresiones saludables pueden derivar en la envidia y el egocentrismo, que se fortalecen con el uso, arraigándose profundamente en la personalidad.  Viviendo en una sociedad materialista, sitiada por los estímulos que alimentan el ego y cultivan un espíritu codicioso, son un desafío en la crianza de los hijos.  No es suficiente hacer caso omiso de tal comportamiento al comentar que “ella / él es igual a su madre, abuelo, tía, tío. . .”  Entonces podemos preguntarnos si el ejemplo y el medio ambiente están en todo esto.  ¿Está  involucrado el tema de la Naturaleza frente a la Naturaleza?

Considere los antónimos del adjetivo formado a partir del sustantivo “celos”.  Estos son: despreocupado, indiferente, confiado, satisfecho.  Son atributos que se pueden modelar y enseñar, junto con las historias de la Biblia y otras publicaciones que pueden ser discutidas en el diálogo familiar.  Y, sobre todo, guiando al niño para que escoja a Jesús, y a continuación animándolo a fomentar una relación continua en la juventud y en la edad adulta, estableciendo el amor de la familia que captura y fortalece.  Piense en maneras de desarrollar la confianza y satisfacción.
La saga de Jacob y su familia, narrada en Génesis 29 – 50, es dramática, representada por personalidades fuertes y diferentes, a menudo destrozadas por el engaño y las extremas pasiones emocionales.  José fue criado en una familia numerosa de más de doce hijos, 12 varones y una hija, que nacieron de cuatro madres diferentes, así que tenían un acervo genético diverso.  Los hermanos mayores de José tenían un grave problema de celos y falta de armonía (Génesis 37:4-11).  Por supuesto el regalo del padre a su hijo favorito, una túnica ricamente adornada, alimentó esta actitud y afectó la conducta posterior de sus hermanos. Probablemente éstos no habrían identificado la túnica principesca como parte de un tributo y un homenaje a la esposa favorita de Jacob.  Y si se hubieran dado cuenta, entonces habrían tenido celos por el amor de sus propias madres.  Esto plantea la cuestión de la justicia dentro de una familia, ¿Es posible no discriminar, o siempre es teñida por otros factores, tales como las diferentes personalidades?

¿Qué es lo que envidiaban los hermanos, o qué buscaban para sí mismos, tal vez en un nivel inconsciente?  En primer lugar, bien podría haber sido su necesidad de una demostración personal del afecto de su padre.  Un traje especial, como el de José, hubiera sido bueno, pero también Jacob podría haber encontrado alguna otra manera de llegar a los corazones de sus hijos de más edad para que no se sintieran excluidos; y Rubén, el mayor, había demostrado el respeto.  Ciertamente Jacob mostró preocupación por el bienestar de todos cuando fueron a Siquem a pastar sus rebaños, por eso pidió al joven José que saliera del Valle de Hebrón y fuera a saber si todos estaban bien, y que entonces trajera las noticias (Génesis 37:12-14).  Jacob también podría estar preocupado por posibles problemas entre los siquemitas y su familia, recordando cómo sus hijos segundo y tercero, Simeón y Leví, habían matado y saqueado la casa de Siquem por causa de su hermana Dina.  Más tarde, Jacob dijo que “Simeón y Leví son hermanos – sus espadas son las armas de la violencia. . . .  Maldito su furor. . .” (Génesis 49:5, NVI).  Que Jacob conocía los caracteres de sus hijos en la edad adulta, queda demostrado en su bendición final (Génesis 49).

Los diez hermanos mayores eran ya hombres maduros cuando José tenía diecisiete años (Génesis 37:2) y ya era demasiado tarde para compensar los años de posible negligencia emocional, especialmente los primeros años de infancia, cuando se establecen los vínculos.  Y, por supuesto, la cuestión estaba afectada por quiénes eran sus madres: Lea, la primera esposa, una sorpresa de Labán, el suegro, se acostó en la cama matrimonial de Jacob después de las celebraciones de la boda; Zilpa, sierva de Lea y madre de dos hijos de Jacob —probablemente elegida por Lea cuando se cansó de tener embarazos, tuvo por lo menos siete hijos, incluyendo Dina, y quería recuperar su figura.  Luego vino Bilha, sierva de Raquel, impuesta por ella a un Jacob enojado que protestaba cuando ella estaba celosa de su hermana mayor, recordando la historia de la intervención de Dios con Sara y Rebeca.  A través de este triste intento de resolver su estado sombrío, estéril ella, Raquel se convirtió en madrastra de dos hijos cuya naturaleza Jacob analizó en su última bendición (Génesis 49:16. 17, 27).

Raquel era, por supuesto, la compañera del alma de Jacob, por quien él trabajó siete duros años después de otros siete años de servidumbre por Lea.  Ella era la madre de José, el niño mimado, nacido en la ancianidad de Jacob, y también la madre del hijo menor, Benjamín, en cuyo difícil parto ella murió.  ¡Una familia complicada y disfuncional en verdad!  Sin embargo, era dirigida por un patriarca que conocía la historia de Dios a través de sus ancestros, y que había aceptado al Señor en Betel (ver Génesis 28:20-22).

Una segunda razón de los celos de los hermanos de José podría estar fundada en la naturaleza de los sueños de José, y la forma en que los relató.  Tras el sueño de las gavillas de maíz de sus hermanos inclinándose delante de su propia gavilla, los problemas aumentaron.  “¿Realmente tú nos gobernarás?” preguntaron, burlándose de él.  La situación empeoró cuando José, tal vez con ingenuidad, les contó su segundo sueño, en que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante él.  Esta vez su padre lo reprendió, porque el simbolismo era evidente, pero el daño entre los hermanos ya estaba hecho.  ¡Nunca podría haber imaginado, en ese entonces, cómo Dios puede cambiar las cosas!

Una tercera razón fue que los sueños de José hicieron de él una persona diferente, así que los hermanos despectivamente lo apodaron “el soñador”.  Les parecía que José era una amenaza a su propio status quo y futuro, y el temor surgió junto con la intolerancia, y posteriormente la acción extrema.  El desarrollo de la historia muestra, sin embargo, que Dios estaba con el joven, cuya vida ha sido comparada con la vida de Cristo.

En conclusión, la historia de la familia de Jacob muestra cómo los celos no crecen solos.  Es una mala hierba con zarcillos que se entrecruzan y ahogan las relaciones sanas.  Sin amor desinteresado a nivel personal, puede florecer en cualquier familia junto con otros males, de modo que el primer mandamiento de los diez dados en el Sinaí, junto con el quinto, sexto, octavo, noveno y décimo, también pueden romperse.

En cada incidente descrito, la bondad crece al lado de mal, la luz con las tinieblas, las buenas intenciones con las malas, por lo que en última instancia, en relación con los dos hijos de la sierva de Raquel, encontramos que “Dan será una serpiente junto al camino, una víbora en el sendero” (Génesis 49: 17, NVI), mientras que “Neftalí es una gacela libre que tiene cervatillos hermosos” (versículo 21).  Por otra parte, una promesa mesiánica viene a través de Judá, el hijo nacido después del par de hermanos asesinos, Simeón y Leví, y “José es una vid fecunda cerca de un manantial cuyas ramas trepan sobre una pared” (Génesis 49: 27, NVI).  Como muestra la parábola de Jesús acerca del sembrador (Mateo 8:4-15) corazones diferentes tienen respuestas diferentes, incluso dentro de una misma familia.

Hay opciones a lo largo del camino de la vida, opciones y ejemplos para que los padres sigan, y opciones para los niños, y todas tienen sus consecuencias.  Pueden tratarse de una túnica de colores, una cisterna en un desierto, o una caravana en Egipto, sin embargo, incluso lo que puede parecer una decisión poco inteligente nacida de los celos, puede llegar a ser salvador de vidas y agente de transformación, gracias a un misericordioso y omnisciente Padre Celestial.

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