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Romanos 8 en su contexto

Estamos a mitad de camino a través del libro de Romanos. Espero que ahora todos nos estemos dando cuenta, quizá algunos por primera vez, de lo central y claro que es el mensaje de Pablo. Sin embargo, también hemos visto los aspectos en que el cristianismo se ha dividido, ¡incluso desde los días de Pablo hasta los nuestros! De alguna manera, Romanos pone de manifiesto lo peor y lo mejor en nosotros.

Hemos dicho muchas veces que Romanos debe ser leído como los primeros cristianos lo escucharon o leyeron –no capítulos, ni versículos, sino como una sincera carta pastoral. Por lo tanto, tenemos que leer Romanos 8 como la respuesta de Pablo a sus planteos de Romanos 7 –y Romanos 7 no se puede entender sin apresurarnos a leer el capítulo 8.

En 1974, fui atacado públicamente por los que querían permanecer en Romanos 7, por su enfoque teológico, cuando terminé mi presentación en la Conferencia Bíblica en la Universidad Andrews. Yo había propuesto que teníamos que salir de Romanos 7 y entrar en Romanos 8, tanto en nuestra vida como en nuestra enseñanza y predicación. En la parte posterior de la iglesia Pioneer Memorial, un gran grupo se agitaba y pedía el micrófono inalámbrico. Estos eran los predicadores que estaban siendo hipnotizados por mi amigo Desmond Ford y algunos profesores del Seminario. Su respuesta está todavía con nosotros. Ellos realmente no veían la unidad literaria y teológica entre los dos capítulos. Vivían gimiendo bajo el peso de la Ley, pensando que algún tipo de transacción jurídica les estaba dando paz –paz de papel. Lo que Pablo quería mostrar es cómo esos gemidos pueden ser verdaderamente aliviados, mientras se apresuraba en escribir las líneas que ahora leemos en Romanos 8.

Romanos 8 es una luz muy brillante; Romanos 7 presenta un cuadro muy sombrío y negro, describiendo a los que intentan vivir sus vidas sin el conocimiento de las vidas “buenas”, o bien sin la confianza de que Dios, por medio del Espíritu Santo, quiere ayudarnos a vivir una vida de superación. La conexión entre los dos capítulos está en el primer versículo del capítulo de esta semana: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, que no andan según la carne sino conforme al Espíritu”. Pablo pasa de la lucha dolorosa a la paz y la libertad que se ofrece a aquellos que están “en Cristo”.

“Ninguna condenación”. ¡Exactamente! Jesús no vino para condenar al mundo, porque “el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído [no ha tenido fe]. . . . Y esta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:17-19). ¡Hay poder en la escucha de la Palabra!

“En Cristo”. Más que solamente ser sus discípulos, más que sólo orar a Él, se trata de vivir en unión con Cristo, tan cerca de él como la vid y sus ramas (Juan 15:1-7). Esta es una experiencia transformadora –esto es lo que significa la “fe bíblica”. ¡No hay justificación ni santificación sin ella!

“La ley del Espíritu y la ley del pecado y la muerte” . ¡Ah, este es el corazón del evangelio de Pablo! La ley del Espíritu obra contrariamente a la ley deprimente del pecado, facultando al creyente para vencer al pecado y su influencia mortal y destructiva, liberándolo de la esclavitud del pecado. Esto es muy claro en inglés, en castellano, así como en griego.

“Dios. . . [envió] a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado. . . . para condenar al pecado en la carne”. En el Gran Conflicto, la gran mentira de Satanás fue expuesta para que todo el universo la pueda ver: Jesús demostró que un ser humano puede superar todos los dardos de fuego de Satanás, y que la Ley de Dios es justa y equitativa. Satanás era el mentiroso, no Dios. La Ley de Dios no debe ser descartada, ni culpada por no haber logrado lo que nunca fue diseñada para hacer. El incumplimiento de la obediencia es culpa nuestra, no es un defecto de la Ley.

“Condenó al pecado en la carne”. ¡Buenas noticias, Planeta Tierra! Jesús asumió la carne de cada bebé que nace (Hebreos 2:17-18; 4:14-16; DTG, 49). Asumió la misma carne (la esfera del pecado) sobre la cual Satanás había triunfado.

“La justicia de la Ley se cumpliese en nosotros”. Pablo no es un académico –es un pastor explicando el evangelio a la gente común. En otras palabras, ¿qué significa todo esto para mí, Pablo? Él responde diciendo que éste es el propósito del plan de Dios: rescatar a los que desean ser rescatados de este mundo y redimirlos para siempre. El plan de Dios es convencer a hombres y mujeres de que el pecado no es inevitable, que el pecado es una elección, y que el don del Espíritu Santo para cada uno, en todos los continentes, desde el día de su nacimiento (Génesis 3:15; Juan 1:9) los ayudará a superar las debilidades heredadas –el mal uso de las pasiones y tendencias.

“Los que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Gracias a la vida obediente del Señor, y de su muerte y resurrección, el plan se desarrolla mientras los fieles de Dios crecen y siguen caminando con el Espíritu. Y la promesa es tan real como su Cruz y su Resurrección –lo que Jesús vivió en su 33 años, se cumplirá en cualquiera que diga “no” a las tentaciones del pecado (Tito 2:12, NVI) y “sí” al Espíritu.

En este capítulo hay tanta claridad, que se ha presentado en las iglesias cristianas, incluso en la nuestra, a través de los siglos. Entender Romanos 8 es la manera más feliz de tratar con el ruego de Pablo a los Gálatas: “Andad en el Espíritu y no satisfagáis la concupiscencia de la carne. . . . Las obras de la carne son evidentes, que son el adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, ambiciones egoístas, disensiones, herejías, envidia, homicidios, borracheras, orgías, y otras semejantes. . . Los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. ¡Estamos hablando muy seriamente de estos dos caminos, y de las casas construidas en la arena o sobre material de roca!

“Será revelado”. Pablo describe la idea general que todos tenemos que entender. Sólo los cristianos saben el por qué de “los sufrimientos del tiempo presente”. Pero también saben de la gloria “que será revelada en nosotros”. ¡Qué promesa!

Pablo continúa su énfasis: el propósito central del evangelio es que en un día cercano “los hijos de Dios” se darán a conocer a todo el universo. Toda la creación ha esperado con ansias el día en que Jesús regrese por todos los que quieren ser obedientes, tanto los que saldrán de sus tumbas como los de la generación final. ¡Qué historia la que todos estos hombres y mujeres, obedientes de buena gana, se contarán unos a otros desde Adán y Eva hasta la última persona que decidió unirse a los que “que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”! (Apoc. 14:12).

El espacio no nos permite más comentarios sobre esas promesas celestiales de Rom. 8:28 y 8:35-39. Pero podemos comprometernos a leerlas varias veces esta semana, y cada semana hasta que nos encontremos “en el otro lado”.

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