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Una carta abierta al Medio Ambiente

Querido Medio Ambiente:

Ud. está perdiendo.

Estoy tratando de decirlo amablemente. De hecho, las fuerzas que se acumulan en su contra son mayores y más formidables de lo que imagina. Lo digo como un amigo, diciendo la verdad, aunque le duela. Y sin embargo, yo no le habría escrito si no tuviera nada más que decir. Su dolor ya es bastante grave como está. Mi razón para escribirle no es para decirle lo que ya sabe, o para decir que la situación es peor de lo que piensa, aunque así sea. Le escribo para recordarle que hay esperanza, que no debe darse por vencido, y que usted no debe dejar de expresar su esperanza.

La realidad actual se ve terrible. Recientemente, el Dr. Stephen Dunbar, del Departamento de la Tierra y Ciencias Biológicas de la Universidad de Loma Linda, un experto en contaminación marina con el que enseñé un curso llamado La Biblia y la Ecología, detalló en una conferencia cómo los océanos se están llenando con plásticos que no son degradables, por una parte, y que por otra contaminan de una manera que es enormemente perjudicial para la supervivencia de las criaturas que pueblan los océanos.

Steve mostró imágenes de la Gran Zona de Basura del Pacífico, un área dos veces el tamaño de Texas. Las corrientes oceánicas se combinan para llenar este campo con los plásticos de la costa asiática. Buscando la paridad, botellas de plástico y otros plásticos del Pacífico de América del Norte están llenando de basura una zona similar frente a las costas de Asia. La idea de que el océano se limpia cuanto más recibe de la tierra es ahora una ficción. En cierto modo, ocurre lo contrario; las corrientes oceánicas concentran la basura humana lejos del lugar de origen. Estoy enumerando la dirección del sitio web de algunos videos sobre este problema solamente, en caso de que Ud. no los haya visto:

http://www.ted.com/talks/capt_charles_moore_on_the_seas_of_plastic.html

http://www.ted.com/talks/chris_jordan_pictures_some_shocking_stats.html

(Me refiero a estos videos a sabiendas de que, incluso si Ud. no los ha visto, ha sentido la realidad en su vientre, lo que significa en el vientre del océano y en el de los peces, aves y animales marinos que se asfixian con los plásticos).

¿Cómo ha sucedido todo esto? Me gustaría hacer una lista de algunos de los factores que han contribuido antes de pasar al tema que pesa mucho más en mi mente. Lo hago más por mí que por Ud. –esta es una especie de confesión— porque deseo imponerme a mí mismo un incentivo para desistir del mal que, yo también, he estado provocándole a usted.

En primer lugar entre los factores de esta situación, está el lenguaje que utilizamos. Le llamamos “el medio ambiente”. Si alguien se pregunta por qué Ud. está perdiendo, tal vez no tenemos que ir más allá de esto. Hablamos acerca de usted con desapego, como si no fuera más que una cosa que nos rodea, como si nosotros fuéramos el personaje verdaderamente importante en la historia, y pudiéramos vivir sin Ud., si tuviéramos que hacerlo. Nuestra terminología sugiere que Ud. no es parte de nosotros ni es indispensable para nuestra existencia. Por el contrario, cuando tomamos interés en Ud., no lo hacemos porque Ud. es importante, sino porque estamos empezando a temer las consecuencias que tiene para nosotros la manera en que lo estamos tratando. Es la historia humana la que nos emociona, no su historia.

En segundo lugar, existen razones teológicas profundas para su difícil situación. En el ámbito de la teología, se le ha dejado fuera casi por completo. Nada menos que un teólogo como Gerhard von Rad, tal vez el principal intérprete del Antiguo Testamento en el siglo XX, consideró que el relato de la Creación en el Génesis no es más que una idea de último momento. En su opinión, la verdadera sustancia de la historia bíblica es, como puede imaginar, la historia de la salvación humana (Heilsgeschichte). Ud. no fue invitado a la mesa en esta versión de las cosas; este recuento no tiene interés en la Tierra y en la creación no humana. No es un accidente de la historia que la cultura más voraz en el consumo de carne en la historia se encuentra en países que reclaman una herencia cristiana.

¿Nos hemos olvidado de que, en el relato de la Creación, los seres humanos no se relacionan con los seres sensibles no humanos como si éstos estuvieran destinados a ser nuestra comida? (Gen 1:29-30). ¿Se ha perdido entre nosotros la consideración de que la primera bendición de Dios en la Biblia es una bendición sobre la creación no humana, lo que establece un modelo para la bendición que Dios dispensará a la creación humana y, finalmente, sobre el día de reposo? (Gen 1:20-23, 28; 2:1-3). ¿Cómo hemos podido permitir que la diferencia entre nosotros y Ud. haya ocultado el vínculo orgánico que nos une? Somos, como seguramente recordará, los terrícolas. Nuestras historias están relacionadas en el punto de origen, como está escrito:”El Señor Dios formó al hombre [‘Adám] del polvo de la tierra [Adamah], y sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre [‘Adám] se convirtió en un ser viviente” (Génesis 2:7). ¡Que no haya duda de que estamos estrechamente relacionados! De hecho, cuando nuestra vida llegue a su fin, volveremos a usted, a la tierra de la que fuimos tomados (Génesis 3:19).

En tercer lugar, en el contexto del cristianismo, hay razones filosóficas profundas de la forma en que ignoramos sus necesidades y pasamos por encima de su sensibilidad. Me referiré sólo a dos cosas, y entonces me detendré. La influencia platónica sobre el pensamiento cristiano hace creer que la materia tiene una importancia negativa, como si fuera una carga de la que tenemos que escapar a toda costa. Si el cuerpo humano, también, fue considerado como un contaminante y una distracción para el alma, no es de extrañar que se piense que “el ambiente”, la parte exterior de la materialidad, no pueda tener mucho valor. Para los cristianos, durante los siglos, siempre fue el alma lo que más importaba. Cuando en el siglo XVII, el cuerpo finalmente consiguió algo de atención, se hizo de una manera peor que el problema que la Ilustración trataba de corregir. Alentados por Francis Bacon (1561-1626) y otros, la civilización humana se embarcó en una empresa de conquista, de explotación y dominación. No necesito decirle lo que esto ha causado, la forma en que lo han “devastado y saqueado y arrancado y mordido, lo han apuñalado con cuchillos en el lado de la aurora, y lo han aprisionado con rejas, arrastrándolo hacia abajo”, como dice una canción que en los oídos de algunas personas no es digna de buena compañía.

Supongo que me dejé llevar. Realmente la intención era de dirigirme a usted para hablarle acerca de la esperanza. En la Biblia, en todo lugar, Ud. no es tratado como una cosa que no tiene sentimientos y ni voz. En la Biblia Ud. llora y se alegra (Jer. 12:4; Isa. 35:1); usted crece en silencio y canta (Jeremías 4:28; Sal.. 96:12; Isa. 49:13); deja sus manos caer en la desesperación y aplaude con regocijo (Isaías 55:12). En la Biblia Ud. tiene cualidades morales, resistiendo la mano violenta de Caín, que creía poder contar con usted para ocultar la sangre de su hermano (Génesis 4:11-12). Usted tiene náuseas hasta el punto de vomitar, sacando al inquilino humano fuera de la habitación que es Ud. mismo (Lev. 18:26-28). Usted está muy consciente del propósito redentor de Dios, actuando para frustrar el poder del que pretende destruir lo que Dios está decidido a redimir (Rev. 12:16).

Y usted tiene esperanza. Dios no ha dejado sin efecto la bendición sobre usted (Génesis 1:23), ni sobre la creación humana (Génesis 1:28), ni sobre el sábado (Génesis 2:1-3) –algo que, como personas que apreciamos el sábado, deberíamos saber. Usted está incluido en el horizonte de esperanza, como debe ser (Rom. 8:19-23). Me gustaría verlo con más frecuencia en el púlpito, hablando en su voz inimitable. Gimiendo en voz alta, como lo hace en su agonía (Rom. 8:19); proclamando su versión de la esperanza que tenemos en común (Rom. 8:20, 23); no dejando que nadie lo coaccione a renunciar a la confianza de “que la creación misma será libertada de la esclavitud de la corrupción y logrará la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (Rom. 8:21). Y, ahora que he hablado abiertamente con usted, no dude en escribir una respuesta diciéndome que usted está esperando “con impaciencia la revelación de los hijos e hijas de Dios” (Rom. 8:19).

Me gustaría estar entre aquellos que no le fallarán.

Su fiel amigo,

(Firmado)

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