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“El libro de Números: una introducción”

En cualquier encuesta de opinión cristiana sobre el libro bíblico más aburrido, Números viene en segundo lugar solamente después de Levítico. Sus largas listas de censos, la legislación para los sacrificios y las descripciones de las funciones sacerdotales, no calientan el corazón de la mayoría de nosotros. Sin embargo, sería desafortunado asumir que cualquier libro de la Biblia puede hablarnos directamente a través de los siglos, sin necesidad de traducción cultural. El libro de los Números no es la excepción, y las siguientes semanas de estudio proporcionarán una amplia oportunidad para eso. El propósito del comentario de esta semana es obtener una perspectiva sobre el libro como un todo: su contexto narrativo, su estructura, contenido y posible aplicación a nuestro contexto contemporáneo adventista.
Es importante ver que Números ocupa un lugar particular en la línea de la historia bíblica que ha estado funcionando desde las promesas de Dios a Abraham en Génesis 12:1-3. Estas son la base de la trayectoria de toda la narración desde entonces hasta Números, y más allá de este libro. Abraham recibió tres promesas principales: a) se convertiría en una gran nación, b) su relación con Dios se caracterizaría por la bendición, c) sus descendientes recibirían la Tierra Prometida.
Cada episodio en la siguiente línea histórica pone de relieve una o más de estas promesas. Génesis 12-50 recoge la promesa de la nación, ya que se mueve desde el nacimiento de Isaac hasta la familia ampliada de Jacob que se traslada a Egipto. Éxodo y Levítico se refieren sobre todo a la relación de Dios con los descendientes de Abraham –la legislación de estos libros trata por completo la regulación de esta relación. Números y Deuteronomio se concentran en la promesa de la tierra.
El cumplimiento de la promesa de la tierra no es más sencillo que el de cualquiera de las otras promesas dadas a Abraham. Por ejemplo, en toda la historia del Pentateuco el futuro de la nación está amenazado por esposas estériles, los “hijos” alternativos, el hambre en Canaán, faraones asesinos, etc. Cuando llegamos a Números, por lo tanto, no debería ser una sorpresa que el cumplimento de la promesa de la tierra tampoco sea fácil. Esto se hace inmediatamente evidente en el censo del capítulo 1, cuyo propósito es conocer el número de hombres disponibles para luchar (1:3). La necesidad de tener un ejército muestra que la promesa de la tierra será resistida por los habitantes actuales del territorio.
Sin embargo, el mayor desafío procede de dentro de Israel, lo cual se ilustra mediante la estructura general del libro. Los diez primeros capítulos están saturados del concepto de anticipación, mostrando cómo el pueblo se prepara para avanzar y poseer la tierra. Si no se supiera el camino recorrido por la historia antes de Números, uno bien podría sorprenderse por el abrupto cambio desde la preparación fiel hasta la rebelión abierta que tiene lugar al comienzo del cap. 11, y que continúa hasta el cap. 21. Hay que esperar que una generación entera muera, nada menos, antes de que en los capítulos 22 al 36 el buque de Israel enfile nuevamente hacia Canaán. La experiencia en el desierto, al parecer, ha sido un período de prueba. Pero ¿pruebas para quién? Parece que los israelitas prueban a Dios tanto como Él lo hace con ellos.
De hecho, es el tema de las pruebas el que los Evangelios toman al reflexionar sobre cómo Números coincide con el ministerio de Jesús. No se trata simplemente de que los cuarenta días de prueba de Cristo en el desierto nos recuerdan los cuarenta años de prueba de Israel en el Sinaí, donde el éxito de Cristo contrasta con los fracasos de Israel. La naturaleza de las tentaciones de Cristo también refleja la esencia de la experiencia de Israel. La tentación de convertir las piedras en pan (Mateo 4:3-4) recuerda el deseo codicioso de los israelitas por la comida egipcia. La tentación con la que Satanás prueba a Dios, una repetición de la experiencia de Números, está en el corazón de la invitación que el diablo hace a Cristo para arrojarse desde el pináculo del templo (Mateo 4:5-7). Aceptar la oferta de Satanás de los reinos de este mundo (Mateo 4:8-10) sería una re-elaboración del fracaso de Israel en creer que Dios podía entregarles la tierra de Canaán.
Aunque hay mucho en el libro de Números que podría ser utilizado para aplicación personal, individual, no debemos olvidar que el libro se refiere primariamente a la experiencia corporativa de Israel. Entonces, preguntémonos: ¿cómo podría Número hablarnos a los adventistas como comunidad? A un nivel elemental, podríamos reflexionar sobre una experiencia similar: la de las expectativas frustradas. Las primeras generaciones de adventistas esperaban entrar en la Canaán celestial, según las promesas bíblicas, pero nosotros, sus herederos, seguimos acampados al este del Jordán. ¿Y por qué razón? ¿Es que hemos heredado el espíritu de incredulidad, como los espías que se acobardaron frente a la sombra de las paredes de la gran ciudad cananea y, al igual que ellos, nos encontramos en el marco del juicio de Dios? O, ¿deberíamos echar nuestras redes bíblicas con un poco más de amplitud en la búsqueda de las razones del “retraso”? Las promesas bíblicas no siempre se pospusieron debido a la infidelidad de Israel. Por ejemplo, los cuatrocientos años de retraso en el cumplimiento de la promesa de la tierra, tenían más que ver con el pecado de Canaán que con la infidelidad de Israel, según Gén. 15:12-16. Otros buscan una explicación para el retraso cayendo en una nostalgia santificada –recordando cómo las cosas solían ser antes. Sin embargo, para Números, la esperanza se encuentra en la nueva generación, con sus nuevas perspectivas y nuevos compromisos. ¿Podría esto ser verdad en el caso del adventismo?
Y, finalmente, cuando todo está dicho y hecho sobre el retraso de las promesas y sus causas, ¿podría ser que el retraso en el cumplimiento de las promesas no sea tanto un problema sino más bien una oportunidad espiritual? El título hebreo de este libro, “En el desierto”, es más fiel a su contenido que nuestro título moderno, “Números”. El desierto no es sólo un lugar para pruebas o castigos, sino también para el encuentro con Dios y el crecimiento espiritual. Testigos de esto, entre otros muchos, son el encuentro de Agar con el ángel, y la experiencia de Moisés ante la zarza ardiente. El lentísimo progreso de las promesas en todas las Escrituras, podría indicar que la demora es a menudo necesaria. Las promesas que se convierten muy fácilmente en cumplimiento, podrían ser las parteras del nacimiento de una espiritualidad superficial. El viaje más largo ofrece una perspectiva más amplia para una vida espiritual madura.

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