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Fe

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

A veces, incluso hoy en día podemos ver por qué el sentido de “la fe” en el Nuevo Testamento (pistis) ha causado más división en la iglesia cristiana que cualquier otro tema. Las mismas cuestiones de si la fe es fundamentalmente objetiva o subjetiva, o si es otra cosa, se plantean en muchos artículos de Spectrum, y en blogs y otros lugares. Parece ser que la inquietante pregunta del Señor fue más profética que retórica: “Cuando el Hijo del Hombre venga, ¿encontrará realmente fe en la tierra?” (Lucas 18:8, NVKJ).

A menudo se observa que Elena de White hizo hincapié en que Martín Lutero “de manera clara enseña” la gran doctrina de la justificación por la fe (La Gran Controversia, 253). Pero entonces comienza la gran interpolación—expresando una doctrina de la justificación por la fe que Lutero mismo había rechazado. El problema es, por supuesto, que la mayoría recuerda a Lutero tal como Melanchthon lo congeló en los escenarios jurídicos de muchas de las teorías de la expiación protestantes desde entonces. Este cambio, del verdadero Lutero a las analogías de los tribunales, preparó el camino para una transferencia de la fe en Cristo mismo a la fe en una doctrina acerca de Cristo.

Muchos son los estudios que reflejan este cambio fundamental en el protestantismo temprano.

En cierta medida, Melanchthon parece estar bajo la influencia de ciertas concepciones jurídicas diferentes de las de la Escritura. De hecho, sus puntos de vista sobre la justificación se sometieron a un cambio significativo en el período de 1530-1534…. En ese periodo Melanchthon [redujo] su concepción de la justificación a la de una mera declaración…. Para Melanchthon la justificación ya no significa la presencia de la nueva creación…. A diferencia de Melanchthon él [Lutero] entiende que el cómputo de la justicia divina crea al ser humano de nuevo, por lo que el pecado ya no está presente. Para Lutero la imputación no es una mera declaración, sino una palabra divina eficaz.1

La razón por la que cito este pasaje, entre muchos, es establecer que la referencia de Elena de White a Lutero como alguien que “claramente enseña” la verdad acerca de la justicia por la fe, está en contraste con las enseñanzas de (1) la Iglesia Católica (2) los protestantes más tardíos que siguieron a Melanchthon. El conocimiento de esto, habría guardado a nuestra iglesia de mucho daño desde el decenio de 1970.

La razón de este problema, ya sea en el primer siglo, o en el XVI, o el siglo XXI, es que las frases “la justificación por la fe”, “santificación por la fe” y “justicia por la fe”, son todas condicionadas por la forma en que se defina la palabra “fe”. La fe en la Biblia no es un acontecimiento, sino una experiencia, la cual nos guía hacia el acontecimiento de la cruz que se transforma en un sustituto de la experiencia de una unión con Cristo. En otras palabras, no es una justificación objetiva, ni una justificación subjetiva, sino una elipse poderosa en la que la muerte objetiva de Jesús es la razón de que hombres y mujeres inteligentes, agradecidos, respondan con la “obediencia de la fe” (Hechos 6:7; Rom. 1:5).

En otras palabras, Lutero y Pablo entienden la fe como la obra de Dios en nosotros que responde a la obra de Dios por nosotros. Quizás estas pocas palabras lo dicen todo: “Nuestro único motivo de esperanza es la justicia de Cristo imputada a nosotros, y en la que es forjada por su Espíritu que trabaja en y por medio de nosotros” (Elena de White, El camino a Cristo, 63). ¿Alguien lo ha dicho mejor? ¡Otro ejemplo de la elipse de la verdad!

A lo largo de la Biblia, la fe es una palabra que se utiliza para describir “la respuesta a Dios en acción”. Hebreos 11 es una clara y gráfica descripción de hombres y mujeres que tienen fe. No se trata de construcciones mentales teológicas, sino de simples ilustraciones.

Por la fe, Enoc complace a Dios, porque “sin fe es imposible agradar a Dios” (versículos 5, 6); por la fe, Noé construyó un arca y “se convirtió en heredero de la justicia que es de acuerdo a la fe” (versículo 7); por la fe, Abraham “obedeció, cuando fue llamado” (versículo 8); por la fe, Abraham “ofreció a Isaac” (versículo 17); por la fe, Moisés “se negó a ser llamado hijo de la hija de Faraón”, y por la fe “él abandonó Egipto” (versículo 27); y así sucesivamente.

Un viejo himno que la mayoría de nosotros cantamos en nuestra infancia, o después de convertirnos en adventistas, se titula “Confiar y obedecer”. Probablemente esta es la mejor frase que resume Hebreos 11 y la vida de cualquier persona que realmente se alegra de la “obediencia de la fe”.

Me pregunto si alguien lo ha dicho mejor:

El hablar de religión en una forma casual, el orar sin hambre del alma ni fe viva, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que le acepta simplemente como el Salvador del mundo, nunca puede traer la curación del alma. La fe que salva no es un mero asentimiento intelectual a la verdad. El que espera a tener un conocimiento completo antes de querer ejercer la fe, no puede recibir bendición de Dios. No es suficiente creer acerca de Cristo, debemos creer en él. La única fe que nos beneficiará es la que lo acepta a él como Salvador personal, la que nos hace apropiarnos de sus méritos. Muchos sostienen la fe como una opinión. La fe salvadora es una transacción por la cual aquellos que reciben a Cristo se unen con Dios en un pacto de relación. La verdadera fe es vida. Una fe viva significa un aumento de vigor, una confianza implícita por la cual el alma se convierte en una potencia vencedora. (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, 312–13).

Sólo cuando la fe se entiende dentro de esta descripción podemos realmente comprender la sencillez de la justificación, o la santificación, o la rectitud (la misma palabra griega que justificación) por la fe. La fe es simplemente decir sí a Dios—a todo lo que Dios dice para nuestro bien presente y futuro.

Notas y referencias

1. Carson, O “Brien, Seifred, Justificación y variado Nomism (Tübingen: Mohr Siebeck, 2004), 68–70.

Herbert E. Douglass es un teólogo que se jubiló como administrador de una universidad, y es autor de veintidós libros. En la actualidad vive en Lincoln, California.

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