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Diferentes comunidades, un solo Cristo

En las últimas semanas, de vuelta a casa en el norte de Irlanda, las noticias han estado dominadas por los resultados de la investigación pública más cara y más larga en la historia del Reino Unido. La Investigación Saville [1] acaba de concluir doce años de pesquisas sobre los hechos del 30 de enero de 1972, que resultaron en la muerte de 13 manifestantes asesinados por el ejército británico. Fue un evento que muchos vieron como un catalizador en el largo conflicto que se exhibía ante la sociedad de Irlanda del Norte.

Yo crecí con recordatorios diarios de las tensiones que existían entre las comunidades católica y protestante, y aunque traté de hacer la vida lo más normal posible, nunca estuve muy seguro de lo que iba a pasar al día siguiente, o cómo iba a terminar el día presente. Uno evita hablar de política y religión, por temor a que los debates –incluso entre los mejores amigos— puedan adquirir un tono encendido. Ser “detenido y registrado” por las fuerzas de seguridad era un lugar común –y para nosotros, normal.

Belfast era una ciudad dividida por motivos de religión y convicción política, y las zonas de “interfaz”, donde las dos comunidades se encontraban, eran expuestas diariamente a tal violencia sectaria que ni siquiera un “muro de paz” de 8 metros de alto podía detener.

Después de casi 30 años de violencia y más de 2.500 muertos, el 10 de abril de 1998, todos los partidos políticos de Irlanda del Norte y los gobiernos del Reino Unido e Irlanda firmaron el acuerdo de Viernes Santo, que comenzó a ver el establecimiento de una paz permanente en la isla. Sin embargo, no fue hasta mayo de 2007 que vimos que las cosas empezaron a encajar de una manera real y tangible. Recuerdo muy claramente el día en que el reverendo Ian Paisley y Martin McGuinness, los líderes de los dos principales partidos políticos, se dieron la mano. Este acto simbólico reunió a los más amargos de los enemigos, y los destacó tomando sus cargos en la asamblea recién formada. En esa ocasión un periodista se preguntó, “¿Por qué no lo habrán hecho 40 años antes?”

Era una pregunta que sólo podía responderse a posteriori, e incluso entonces no aportaron ningún consuelo a los que habían sufrido como consecuencia de muchos años de violencia.

Afortunadamente, las tensiones que vemos entre las dos comunidades cristianas de la antigua Roma, no parecen haber dado lugar a la violencia, pero las consecuencias fueron igualmente aterradoras. ¡Pablo toma las cosas muy en serio cuando la salvación de las almas está en juego!

Al leer los capítulos de Romanos, no se puede evitar sentir la tensión que Pablo está tratando de disipar. Por un lado tenemos a los judaizantes, que están tratando de aferrarse a los vestigios tradicionales que todos han conocido. Y supongo que es comprensible; después de todo no hay mal en ello, ¿no? Era un problema que Pablo había enfrentado antes, sobre el que también trata en la Epístola a los Gálatas.

En el otro bando están los cristianos gentiles; sin duda, la gran mayoría de ellos eran de origen pagano, y estaban muy acostumbrados a las mismas prácticas que Pablo condena en Romanos 1 y 2. ¿Estaban algunos de ellos en peligro de caer en sus viejas costumbres? ¿O es que simplemente no estaban tomando una posición en la condena de las prácticas que Pablo veía tan aborrecibles para el evangelio?

Estos dos grupos de personas tenían perspectivas completamente diferentes sobre el mundo, tenían diferentes valores, esperanzas y aspiraciones, y eran de diferentes orígenes. Pablo, después de haber enfrentado estos problemas de división en sus diferentes viajes y en las iglesias que él había plantado, sabe que también ahora los tiene ante sí [2]. Pablo quiere atacar estos problemas, quiere juntar a los dos grupos en el espíritu de unidad que sólo se encuentra en el evangelio, cuyo propósito trasciende cualquiera de los problemas que puedan existir ahora o en el futuro. En su discurso de clausura, Pablo exhorta a los creyentes de Roma a “cuidarse de los que causan divisiones y ponen tropiezos en vuestro camino, y de los enemigos de la doctrina que habéis aprendido” [3].

Desde el inicio, el propósito de Pablo al escribir esta carta es muy claro, incluso si la causa inmediata de su escritura se nos escapa. Pablo declara al inicio de la epístola: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree” [4]. Esta es su visión para la Iglesia cristiana, esta es su visión para el incipiente cristianismo de Roma. Al colocar el evangelio delante de ellos de una manera precisa y concisa, Pablo busca unirlos en la gracia de Cristo.

Pablo les recuerda el carácter universal del pecado: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” [5]. Les recuerda que todos ellos son condenados, y que el juicio vendrá sobre todos por igual. Pero el lado positivo es también el carácter universal del amor de Dios: “¿Es Dios el Dios de los judíos solamente? ¿No es el Dios de los gentiles también? Sí, de los gentiles también, ya que sólo hay un Dios” [6]. Este evangelio que Pablo no se avergüenza de proclamar, es el poder de Dios para salvar a los pecadores –y esos somos nosotros, ya que “cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” [7].

Durante los últimos 18 meses he estado leyendo el libro de Romanos una y otra vez, y no puedo dejar de pensar en lo diferente que serían nuestras iglesias y congregaciones, si nosotros, como adventistas, estuviéramos tan pegados a las palabras de Pablo en Romanos como lo estamos a los libros de Daniel y Apocalipsis. ¡Cuánto más benévolos seríamos hacia aquellos que ven las cosas de manera diferente que nosotros, y que practican su cristianismo de una manera completamente diferente a como “yo” lo hago.

Sé que si los líderes de Irlanda del Norte hubieran vivido el mensaje de Romanos en sus vidas y en la política, no habrían tenido tantos conflictos. La futilidad del conflicto, en nuestro caso, se resume en un mensaje que un turista alemán llamado Jurgen escribió en la pared la paz: “Todos ustedes creen en el mismo Dios, así que escúchenlo” [8]. No importa cuál sea la causa de las divisiones, nada importa más que el Evangelio de Jesucristo y su poder para cambiar las vidas de las personas que eligen convertirse en su pueblo. Porque pase lo que pase, Él es el mismo Dios para todos nosotros.

NOTAS:

Todas las referencias bíblicas son de la Nueva Versión Internacional.

1. El informe completo puede leerse online en http://www.bloody-sunday-inquiry.org/

2. Rom. 15:30-33.

3. Rom. 16:17.

4. Rom. 1:16,

5. Rom. 3:23, 10; 5:12, 18.

6. Rom. 3:29, 30; 5:18, 19; 6:4.

7. Rom. 5:8.

8. http://citynoise.org/article/48

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