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Más allá del argumento bíblico sobre la ordenación de la mujer – (I)

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(Este columna fue publicada originalmente en inglés el pasado mes de octubre. El primer párrafo resume los primeros párrafos del texto original. El segundo es un añadido nuestro. A partir del tercero, el texto está traducido íntegramente.)

 

El pasado 21 de setiembre la Unión Adventista de Holanda ordenó al ministerio pastoral a Guisèle Berkel-Larmonie, la primera mujer en alcanzar dicho status en Europa. El pasado octubre, la Asociación de California del Sureste nombró presidente a una pastora, convirtiendo a Sandra E. Roberts en la primera mujer presidente de Asociación de la historia de la Iglesia Adventista.

Y tal y como informó recientemente SPECTRUM-CAFÉ HISPANO hay 10 Divisiones de 13 dispuestas a aceptar la ordenación de la mujer al pastorado.

Estas acciones, al igual que otras realizadas en Uniones de Estados Unidos y Europa, son vistas por algunos como ir en contra de la política de la Asociación General y como un tipo de “desobediencia administrativa” que incluye e implica “insubordinación teológica”. Pero más allá de la propia cuestión de la ordenación también está en juego la comprensión adventista de la administración y de la naturaleza de la misma teología.

En el plano administrativo se observa un rigidez de lo que podría llamarse “una administración que va de arriba abajo”. Esto significa que a los niveles institucionales inferiores se les pide que simplemente apliquen lo que niveles superiores deciden que es mejor para ellos. Esta tendencia contrasta con la orientación general y la comprensión de la iglesia del Nuevo Testamento, que siempre se conoce y se entiende como una realidad local. Pero más en general esta tendencia también entra en contradicción con el principio de subsidiariedad noble, que defiende la mayor eficiencia de lo que podría llamarse una administración o “gobierno desde abajo”.

La subsidiariedad es un principio organizador de descentralización que indica que un asunto debe ser manejado por la autoridad más pequeña, más abajo o menos centralizada capaz de abordar este asunto de manera efectiva. El concepto es aplicado tanto en gobiernos, como en la ciencia política, la cibernética, la gestión, etc

El riesgo de una tendencia de arriba hacia abajo en el adventismo, que es paralela a una comprensión teológica reductiva de la Unidad, es que oriente la estrategia de la iglesia en próximos temas como el divorcio , casarse de nuevo o la homosexualidad. Dado que el adventismo no desea en su totalidad convertirse en una organización altamente centralizada, algo que por otra parte estaría en contradicción con su propia eclesiología y que desprecia las realidades locales, este se las arregla de alguna manera para ofrecer opciones y elecciones locales reales. Pero la posibilidad de elegir es a menudo relegada a materias secundarias. Para las cosas que importan, como muestra el tema de la ordenación, el adventismo se ha convertido en la práctica en una organización muy centralizada que puede pasar por alto fácilmente los verdaderos retos de las comunidades locales de las iglesias en todo mundo.

En el plano teológico se observa la misma tendencia en nuestra iglesia. En lugar de elaborar una perspectiva saludable, convincente e incluyente de nuestras convicciones teológicas fundamentales, el adventismo está obsesivamente tratando de construir declaraciones teológicas más concretas, detalladas y exclusivas. De esta manera el adventismo está enyesando su propio credo y la eliminando del ámbito local la posibilidad de construir propuestas y proyectos teológicos y religiosos más relevantes para el público y los oyentes más cercanos.

Ahora vamos a tratar de relacionar ambas dimensiones, administrativas y teológicas, con la cuestión de la ordenación.

En cuanto a la ordenación nuestro “razonamiento teológico” no se limita a evidenciar el problema de la tendencia reductiva descrita en el párrafo anterior, sino también algo más profundo. Es nuestro acercamiento a la Biblia lo que se ha convertido en un problema. Este enfoque nos empuja necesariamente en una dirección reductora. Ser bíblico/a debe seguir siendo un sine qua non para el adventismo, un principio innegociable. Pero hay varios modos de ser bíblico. Como comunidad de creyentes, los adventistas no estamos eligiendo necesariamente la mejor. Y en realidad no es un consuelo el haber superado la tentación del literalismo bíblico inflexible, una de las peores modalidades del ser bíblico. Para nosotros, ser bíblico aún significa, incluso para nuestros mejores teólogos, empezar siempre y únicamente a partir de la Biblia. Eso es realmente reduccionista.

Como no encontramos en la Biblia ninguna alusión consistente a la ordenación, entonces no ordenamos mujeres al pastorado. No importa si en la sociedad un sentido de la justicia, del respeto y de la igualdad hacia las mujeres ha invadido y ha cambiado la sensibilidad general de las personas y de las instituciones. No importa si este literalismo ingenuo obstaculiza y limita nuestro propio testimonio y proclamación. No, simplemente no vamos por esos derroteros debido a nuestra obediencia inflexible a la Biblia. En este caso, la Biblia, en vez de ser un ayuda, se ha convertido en un obstáculo.

[Pero es que] incluso el hecho de creer en la Biblia, un acto primordial en cualquier experiencia religiosa cristiana, no puede escapar a la cuestión crucial de la evaluación de sus efectos y resultados. Nadie puede pretender simplemente creer en la Biblia por la Biblia. En este sentido, la Biblia no es definitiva, sino un medio para promover y aumentar la vida fructífera, el valor, la justicia y el sentido de la existencia de las personas. Y es por este principio que la Biblia debe ser juzgada.

Tampoco debemos pasar por alto el hecho de que la “estrategia administrativa” elegida en el tema de la ordenación, es la extensión de una cuestión más amplia: nuestra relación con la sociedad y la cultura. Mientras que nuestra teología puede estar más o menos fundamentada en la Biblia, no puede decirse lo mismo de nuestra organización. Con certeza razonable podemos afirmar que nuestra organización administrativa y nuestras políticas son más de nuestro tiempo que del realmente bíblico. Lo más que podríamos decir sobre ellos es que dicen apoyarse en algunos principios bíblicos con el objetivo de tener una organización inteligente. Eso es todo.

¿Realmente necesitamos justificar bíblicamente nuestra propia organización y nuestra política administrativa? No, sólo tenemos que justificarlas racional y culturalmente. Este hecho sugiere que no todo lo que los adventistas hacemos está basado en la Biblia. Así que “de facto” hemos incorporado con éxito los procedimientos administrativos actuales de la sociedad, porque nos parecieron convincentes, funcionales y útiles.

Si algunas sociedades actuales, con sus códigos y políticas jurídicas, han logrado tratar a las mujeres profesionalmente con más dignidad, respeto y reconocimiento que nuestras comunidades adventistas, ¿debemos culparlas? ¿Realmente debemos descuidar, mostrarnos indiferentes e incluso desprecian tales desarrollos culturales positivos y permanecer encapsulados en nuestras llamadas convicciones bíblicas? No lo creo. La Biblia no pretende decir o contener todas las palabras y las iniciativas del mundo que son válidas, significativas y positivas. Simplemente pretende dar sentido y vida a cada acción positiva y noble dondequiera que surja. Por esta razón, no está prohibido que una personas cuyas creencias están basadas en la Biblia empiece a partir de la sociedad y la cultura si algunas sociedades y culturas modernas han desarrollado estrategias y políticas, que no se consideran en la Biblia, que reconocen más plenamente y promueven la dignidad y las habilidades de las mujeres.

Para el tema de la ordenación pues, no tenemos que esperar a ver qué dice la Biblia si existe evidencia convincente a su favor en estructuras sociales de fuera de la iglesia así como en la misma iglesia. El espíritu de la Biblia a veces nos permite empezar desde más allá de la Biblia. Cuando eso sucede, debemos, sin embargo, ser capaces de volver a la Biblia en busca de una perspectiva que ilumine la experiencia o evento que encontramos en otros lugares. Y eso es particularmente cierto para nuestro actual entorno cultural e histórico que se ha desarrollado de manera tan singular a partir de otras culturas y períodos históricos que se asemejan más a la Biblia.

En una próxima columna abordaremos el tema de la ordenación desde una perspectiva más crítica.

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