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El mensaje profético de Ester

¡Sí mi querido hno.! Leyó bien, no dije Daniel sino de Ester. La misma que llegó a ser reina. Hace algunos años, el Señor puso en mi mente la idea de que en este hermoso libro podría haber un mensaje especial para la Iglesia del tiempo del fin. Con el paso del tiempo he llegado a la conclusión que así es.

Ester es más que una historia romántica de la muchacha humilde que se casa con el Rey, es la historia de la antigua lucha entre la descendencia de la serpiente, representada por la casa de Amán, y la descendencia de la mujer, Iglesia, representada por el pueblo de Dios (Gen. 3.15).

En esta dramática lucha surge la figura de Ester, Hadasa, en lengua hebrea. Los comentaristas señalan que Hadasa significa mirto.El mirto es un arbusto muy abundante en Israel que se caracteriza por sus aromáticas ramas y por sus hojas, que están verdes en todas las estaciones del año. Para los judíos este árbol representa esperanza y paz, especialmente por estar asociado a la era mesiánica (Isaías 41.19; 55.13.4). De hecho, Ester aparece en la historia como una salvadora en momentos de gran angustia.

Sin embargo, lo más espectacular que he encontrado es lo que encierra el capítulo 1. Le invito a que analicemos el libro como nunca antes lo ha hecho. Véalo como palabra profética.

En este primer capítulo, se nos presenta una escena grandiosa de proporciones mundiales. Un Imperio que abarca desde la India hasta Etiopia, un banquete de 180 días, donde concurren los gobernadores, príncipes, nobles y ciudadanos más importantes de todas las provincias (Ester 1. 1-4).

Una de las primeras cosas que me llamaron la atención fue que, aunque la historia confirma que los reyes persas hacían grandes banquetes, es difícil pensar en un grupo de personas que abandonan sus responsabilidades para participar de una fiesta de seis meses de duración. La pregunta que surge enseguida es ¿Quién atendía los asuntos del reino durante todo ese tiempo? ¿Qué seguridad tenían de que no serían invadidos por otro pueblo? En fin, es sin duda una gran reunión, estos líderes representan a todo el mundo conocido, y se aprontan a ser testigos de un hecho sin precedentes.

La historia señala que terminado el banquete, el rey decidió extenderlo por algunos días más. Esta vez, haría participes a las personas que vivían dentro de los muros de la ciudad de Susa. Es en esta sección donde encontramos detalles muy interesantes. Aquí comienza el problema de Vasti y su destitución, el acto que finalmente haría posible el ascenso de Ester junto al trono real.

Un banquete extra de siete días. Al séptimo día Asuero envía a siete eunucos para que vayan a buscar a la reina Vasti. Ella se niega a venir a la presencia del Rey, entonces él reúne a siete sabios para consultarles ¿Qué había de hacerse con Vasti? En una extensión de apenas 4 versículos tenemos una serie completa de sietes (Ester 1. 10-14). Es verdad que probablemente faltan elementos para señalar que la repetición de sietes liga este relato con la profecía. Sin embargo, a menos que lo veamos así, el libro de Ester será simplemente una linda historia, que una vez sabida ya no requiere mayor estudio.

La secuencia de sietes debe por lo menos llamar nuestra atención. Algo hay en los eventos que nos pueden dar una vislumbre de la voluntad de Dios para su Iglesia de estas horas finales. En este caso, tanto Ester como Vasti representan dos pueblos o dos Iglesias. Así como en el Apocalipsis hay una ramera y una Iglesia Pura. En el libro de Ester encontramos a una Iglesia que es desechada y otra que es exaltada desde el anonimato.

Según el relato, el rey Asuero quiso mostrar a sus invitados la belleza de su esposa Vasti, puesto que ella era muy hermosa (Ester 1. 11). Recordemos que en el banquete tenemos representantes de todo el imperio Persa. En otras palabras, el Rey desea que el mundo pueda admirar la belleza de su esposa.

Sin duda Ud. recordará que una de las figuras más recurrentes en la Biblia para ilustrar la relación de Cristo y su Iglesia es la de un esposo y una esposa. Pues bien, en este sentido Cristo no difiere de un esposo común y corriente. Es propio de la naturaleza masculina gozarse en contemplar la belleza femenina, en especial la de la esposa propia. Se ha comprobado que los hombres tenemos nuestra sexualidad íntimamente ligada al sentido de la vista. Jamás escucharemos a un hombre decir que su esposa lo convenció para casarse con ella, más bien dirá que fue conquistado por su belleza. No así el sexo femenino, cuya sexualidad está más ligada al sentido del oído.

En fin, Jesús se complace en contemplar la belleza de su Iglesia. El libro de Cantar de los Cantaresseñala:

“¿Quien es esta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden?”Cant. 5. 10.

No es ninguna exageración decir que, en el Espíritu, Salomón también se refirió a la Iglesia. La descripción concuerda claramente con la de la Iglesia verdadera de Apocalipsis 12. 1

“Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas”.

No obstante, si bien es cierto que nuestro Señor se deleita en su Iglesia, no es menos cierto que el gran anhelo de Cristo es que el mundo pueda contemplar su belleza. Sin embargo, algo dramático sucedió. Los minutos comenzaron a pasar y la reina no llegaba. Finalmente se supo la noticia, Vasti no aparecería en la fiesta.

Las razones de ¿por qué? Vasti no concurrió al banquete son desconocidas. Hay quienes argumentan que el rey estaba demasiado ebrio y ella no quiso exponer su dignidad. Sin embargo, difícilmente un ebrio reuniría a sus siete sabios de confianza para pedir consejo.

Como sea, la reina no sería vista. Es aquí donde nuevamente debemos poner todos nuestros sentidos en alerta, ya que la consecuencia de este caso de descortesía traería graves consecuencias que afectarían a todo el Imperio.

Según el testimonio de Memucán, uno de los sabios consultados, la acción de Vasti traería una inestabilidad generalizada en cada familia del reino. Ya que una vez que las esposas supieran del menosprecio  realizado por Vasti al Rey, ellas seguirían su ejemplo menospreciando a sus maridos.

Se debían tomar medidas concretas. Se sugirió al Rey que destituyera a Vasti, y que en su lugar escogiera a otra reina, más digna que ella. Esta orden debía decretarse según las leyes de los medos y persas, las cuales no podían ser revocadas (Ester 1. 16-21). Así fue, Vasti desaparece de la escena bíblica para siempre, y hace su aparición Hadasa.

Del mismo modo como los personajes de nuestra historia, en los días finales de la historia de este mundo globalizado, Dios se ha propuesto mostrar la belleza de su pueblo al mundo entero. Esta visión es fundamental para la terminación del evangelio. Sin embargo, por alguna razón, la Iglesia se niega a mostrar dicha belleza. La belleza a la cual nos referimos tiene dos dimensiones, por un lado es el mensaje que profesamos, un mensaje que integra todas las esferas de la vida humana, y la segunda, es la práctica de ese mensaje en la vida. Dicho de otra manera, el testimonio que como adventistas del 7° día estamos llamados a dar.

Aún recuerdo aquel potente testimonio que apareció hace algunos años en la National Geographic Magazine. Allí se mostró un interesante estudio sobre los pueblos más longevos del mundo. Recuerdo lo orgulloso que me sentí cuando vi junto a los Unzas, los habitantes de Okinawa y de Cerdeña, a nuestros hermanos adventista de Loma Linda. Unos hermosos viejecitos, que más que viejecitos parecían atletas. Recuerdo que se mostraban fotos de ellos practicando Ski acuático y otros deportes. Lo más importante es que se señalaba que ellos combinaban su estilo de vida con su fe.

No obstante, todos sabemos que la realidad es muy diferente. Ellos no representan a la iglesia en su totalidad, sino a un reducido grupo de adventistas de cierto lugar de los Estados Unidos. Por lo menos no representan a Sudamérica.

Ahora, imaginemos que pasaría si cada adventista asumiera su fe y creencia del mismo modo que estos octogenarios ancianos. El mundo podría apreciar la belleza del mensaje adventista, la belleza de  la Iglesia y por ende, la belleza de Cristo. Por el contrario, al negarnos a vivir de acuerdo a la luz que se nos ha dado, generamos un efecto parecido al de Vasti. El mundo menosprecia a Cristo porque no es capaz de ver, por medio nuestro, la belleza del llamado de Cristo.

Por otro lado, recuerdo que hace algunos años tenía de vecino a un argentino muy simpático. Siempre que nos encontrábamos afuera de la casa hablábamos. Un día se me ocurrió invitarlo a la Iglesia. Aquel día lo saludé desde la plataforma y pedí a la Iglesia que lo saludara. Al regresar a casa tuve oportunidad de preguntarle que le había parecido el culto y me señaló que le habían gustado mucho las partes musicales, pero  sin embargo, había notado que entre los fieles se encontraban personas de muy mala reputación en el medio donde él trabajaba. Desde negocios turbios, papeles falsos, coimas y cuanto engaño se puede imaginar. Allí, ocupando las primeras bancas.

Así como este testimonio hay muchos. Tal vez nosotros mismos no vivimos de acuerdo a la luz que se nos ha dado, y un día alguien más digno que nosotros ocupará nuestro lugar.

Este es el mensaje de Ester para la Iglesia de hoy. Hemos sido llamados a mostrar al mundo la belleza del carácter de Cristo reflejado en nuestra vida, las virtudes del mensaje adventista, pero al igual que Vasti, no tenemos respuesta a la pregunta de ¿por qué nos negamos a hacerlo?

El Señor llamó a Ester para una hora especial, la hora de mayor peligro para el pueblo de Dios. Según le dijo su primo Mardoqueo “para esta hora has llegado al reino” “Si tu callas, Dios llamará  a otro libertador de alguna parte”. Ahora la esposa elegida se enfrentaba al mismo desafío que su predecesora, presentarse ante el Rey. La diferencia es que esta vez sería sin invitación, y a riesgo de su vida. Sin embargo, todos conocemos las palabras

“Me presentaré ante el Rey, si he de perecer, que perezca” (Ester 4. 11-17).

Hoy más que nuca Cristo necesita que alguien interceda por los suyos que aún están en el mundo. Con el mismo temple de Ester debemos tomar una acción decidida de vivir de acuerdo a la luz que nos fue dada, de tal modo que nadie ocupe nuestro lugar y que las personas deseen ver a Cristo.

Como en el Cantar de los Cantares, cuando las hijas de Jerusalén le preguntan a la Sulamita ¿Qué es tu amado más que otro? Ella da una descripción maravillosa de lo que es su amado para ella, al final las hijas de Jerusalén le dice ¿A dónde se ha ido tu amado? ¡Lo buscaremos contigo!

El mundo debe ver que amamos al esposo, y que nos complace hacer su voluntad, entonces lo desearán también.

 

Rodrigo Méndez es pastor y profesor de religión en Chile

 

Foto: Óleo sobre lienzo de Théodore Chassériau, 1841, París, Museo del Louvre.

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