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¿Adventistas en Egipto?

Es difícil ignorar lo que está sucediendo en Oriente Próximo (si lee Café Hispano desde España) o Oriente Medio (si lee Café Hispano desde América). La que ahora los medios llaman ola de libertad se ha cobrado víctimas hasta la fecha sustentadas por los autoproclamados promotores de la democracia y los derechos humanos. Son muchas las voces que proclaman que estamos ante un cambio histórico que afectará la geopolítica. Otros, se mantienen a la expectativa antes de emitir un juicio: quizá, después de todo, en Egipto el poder seguirá en manos de los mismos…

En cualquier caso, la persistencia y la tenacidad del pueblo egipcio que clamó en la plaza Tahrir (de la libertad) hasta que Mubarak se fue, quedará grabada en nuestra retina durante un tiempo largo en forma de imagen. Una imagen que se nos tuvo que explicar a los occidentales ya que nuestros códigos culturales no nos daban para entenderla: decenas de miles de zapatos alzados sobre las cabezas de miles de egipcios hartos de pisar un suelo que siendo suyo, no les pertenecía.

No he visto ningún medio de comunicación que haya recordado aquel zapatazo que le mandó un periodista iraní a Geroge W. Bush. Quién sabe, quizá fuera esa acción una profecía de lo que estaba por venir.

¿Alguno de los lectores de Café Hispano se ha preguntado si había adventistas en la plaza de Libertad? ¿También se quitó los zapatos? ¿Lo hizo para despreciar a Mubarak o porque se dio cuenta de que lo que allí estaba ocurriendo convertía la plaza en un lugar santo? ¿Se dedicó a predicar el mensaje de los tres ángeles o prefirió ponerse al lado de sus hermanos para intentar construir un cielo egipcio en tierra egipcia? ¿Qué deberían haber hecho los adventistas egipcios durante estos días?

Y no menos importante, ¿qué debería hacer la Misión Adventista en Oriente Próximo-Medio (cuenta con 78 iglesias y 18 mil miembros según el Adventist Yearbook de 2010) si fuera invitada a participar en la transición política egipcia? ¿Deberíamos como adventistas contribuir a la redacción de la Constitución egipcia? ¿O sería mejor que la Misión Adventista rechazara dicha invitación y se dedicara a orar al Señor para que ilumine “a nuestros líderes”?

La respuesta, a mis ojos, no es sencilla. El principal propósito de esta entrada en el blog de Café Hispano es que pensemos sobre ello y que a continuación conversemos. Con el objetivo de iniciar la conversación, presento a continuación una serie de materiales que a mi juicio están relacionados con lo aquí expuesto hasta el momento.

Si intentáramos dar una respuesta “adventista” a las preguntas formuladas hasta el momento, podríamos dar dos repuestas fundamentadas en la historia de nuestra iglesia. A continuación, traduzco extractos de una reciente reseña publicada por Charles Scriven, presidente de la escuela adventista de medicina Kettering College of Medical Arts, de Ohio, EE.UU., sobre un libro titulado Anarquía y Apocalipsis, escrito por Roy Osborn, doctorando en la prestigiosa Universidad del Sur de California (USC), que arrojan luz a la posición de los adventistas respecto de la política.

“El libro [Anarquía y Apocalipsis] puede desconcertarte, pero seguro que te convencerá de que hay un debate que merece protagonismo dentro de nuestra iglesia, y no es otro que el de nuestro patrimonio. Cuando adventistas influyentes […] dan por sentado que su manera de ser adventistas […] es la manera correcta, lo mínimo que podemos hacer es urgir a mirar de nuevo nuestro patrimonio. Y una cuestión relacionada sobre la que debemos insistir es si el mejor anteproyecto para el adventismo del futuro es el adventismo que va de los años 20 a los 60 o el adventismo de nuestros pioneros.”

[…]

“Cuanto más conocemos acerca de nuestros pioneros, más parece que el adventismo contemporáneo –quiero decir la interpretación actual de quienes somos- no encaja con el adventismo pionero.”

[…]

“El libro de Osborn […] toca la historia de la Iglesia Adventista, el pacifismo de Bonhoeffer y el discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz concedido a Barack Obama. […] El tema principal es, pues, Dios, política y violencia.”

[…]

“Cualquiera que haya tomado el adventismo como un movimiento políticamente soso [o inactivo] tiene excusa: no hace mucho tiempo que la Review and Herald editorializó en contra de la participación en el Movimiento por los Derechos Civiles. Pero en este libro [Anarquía y Apocalipsis] se encuentra el argumento de que lejos de ser sosos, nuestros pioneros fueron más radicales en política que Henry David Thoreau o que el luego más conocido y familiar Martin Luther King Jr.

Los pioneros fueron ‘disidentes políticos’. Entendían el “apocalipticismo” como un desafío al poder establecido, un tipo de desafío comprable, explica Osborn, al punto de vista ‘anárquico’ por el que hoy es famoso Noam Chomsky. Los pioneros se alinearon con el abolicionista William Lloyd Garrison y promocionaron el desafío a la American Fugitive Slave Law [me atrevo a traducirlo como Ley norteamericana sobre el esclavo fugitivo]. Rehusaron tomar las armas y rugieron contra el imperialismo durante la Guerra Hispano-Estadounidense. Y lo que es más, al defender a Elena White, defendieron con pasión no solamente la libertad individual, sino también ‘la justicia distributiva fundamentada en la teología del jubileo sabático’. Elena White declaró […] que las leyes de Dios ‘fueron diseñadas para promover la igualdad social’.

[…]

En los tiempos de Elena White, la visión de los pioneros no era bajo ningún concepto singular y uniformada. Tal y como apuntó Jonathan Butler en 1974 (mientras era un estudiante de posgrado) la relación de los primeros adventistas con la Republica Norteamericana pasó por diferentes etapas. Pero todas las etapas estuvieron teñidas de ‘Anabaptismo’ o ‘Reforma radical’: la afirmación de Osborn de que los pioneros adventistas se veían a si mismos ‘en tensión fundamental con la sociedad y el estado’ está justificada.

Pero todo esto ha cambiado. En el capítulo `La muerte de la iglesia pacífica’, el autor señala que desde que Elena White murió en 1915, ‘el ethos anabaptista de la iglesia primitiva se extinguió rápidamente’. Al llegar la guerra del Vietnam, en la iglesia adventista se había producido una “impresionante revocación de la identidad histórica adventista’. El adventismo había pasado de testigo profético al tipo de patriotismo cómplice [con el estado norteamericano]. Esperamos la persecución del Estado –algún día- pero mientras, parecemos estar bastante a gusto en casa, con el nacionalismo común y corriente.”

Recomiendo encarecidamente la lectura de la reseña completa del libro Anarquía y Apocalipsis.

Otro material que querría aportar a la conversación es un reciente libro académico escrito por Glenn A. Moots y titulado Política Reformada: El legado Anglo-Norteamericano de la Teología del Pacto. Uno de sus argumentos es que durante los últimos tres siglos, la política Anglo-Norteamericana y la filosofía occidental han bebido de la teología a la hora de proponer teorías políticas, aunque parezca que nos hemos olvidado de ello.

Finalmente, quiero llamar la atención del lector a un artículo publicado ayer (16/2/2011) en el diario The New York Times que habla de un “tímido intelectual norteamericano que escribió un manual usado en la revolución” egipcia. El autor es un anciano de 83 años que ha escrito un libro titulado “De la dictadura a la democracia” en el que explica en 93 páginas cómo derribar autócratas de manera pacífica, no violenta. Está disponible en 24 lenguas y ha inspirado a revolucionarios de Burma, Bosnia, Estonia, Zimbabue y ahora, Túnez y Egipto.

Y termino esta entrada volviendo a Egipto. Vuelvo a Egipto porque no es lo mismo pensar “dentro de un mundo ideal” que pensar “dentro del mundo real en el que nos ha tocado vivir”, un mundo lleno de sufrimiento y desesperación. Un mundo en el que unos viven muy bien a costa de los demás. No es lo mismo pensar qué nos toca hacer como adventistas si estamos sentados en nuestro agradable hogar que si estamos en Egipto. No es lo mismo pensar desde la posición del privilegiado que desde la posición del oprimido. Invito a los lectores de Café Hispano a que piensen y opinen con sensibilidad. Y, si puede ser, que esta conversación que vamos a iniciar sea un pequeño homenaje a todos aquellos egipcios que se lanzaron a la calle de manera pacífica en busca de hacer realidad un sueño.

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