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Fósiles humanos: cada vez más antiguos

La noticia corrió como la pólvora por la red. La revista especializada American Journal of Physical Anthropology publicaba online a finales de 2010, el resultado de una investigación de científicos israelíes y españoles que situaban los restos más antiguos conocidos de ser humano actual entre 300.000 y 400.000 años…, ¡en Israel1. Los fósiles fueron encontrados en el yacimiento de la Cueva Qesen, fueron datados mediante métodos estándar y se presentaron como desde 100.000 a 200.000 años más viejos de lo que hasta ahora se pensaba.

Sin entrar en el complicado tema de las dataciones y considerando tan solo la posibilidad de que las edades nos estén informando sobre el momento relativo de la existencia de los fósiles, se puede establecer una sucesión relativa, es decir, que aquellos datados como más antiguos son simplemente eso, más antiguos con respecto a otros que arrojan fechas más modernas.

En esa sucesión, el ser humano actual habría retrocedido en el tiempo considerablemente. Iría dejando así su posición evolutiva de último en llegar y culmen de miles de millones de evolución, retrasando su posición en la línea del tiempo conforme se desentierran y estudian nuevos fósiles.

Para aquel que no esté versado en antropología, las cifras pueden resultar discretas y poco significativas frente a los cientos de millones de años de evolución, desde los estratos cámbricos, que nos propone el evolucionismo. Pero, aun tratándose de un envejecimiento del ser humano actual que pueda parecernos tímido, resulta muy significativo y de este modo ha sido visto en el ambiente antropológico.

Comienza el retroceso

Hasta 1988, para el evolucionismo, el final de la cadena evolutiva humana era prácticamente una línea en la que Homo erectus daba lugar al neandertal (Homo sapiens neandertalensis) y después aparecía el ser humano actual (Homo sapiens sapiens), no del neandertal pero sí que sustituía a este.

Por aquel entonces, al ser humano actual se le atribuía una edad evolutiva de 40.000 años y desde ese momento paso a tener unos 100.000. Las dataciones realizadas en el yacimiento de Qafzeh, y Es Skhul, en Israel, así lo indicaban2,3.

Estos yacimientos se localizan en una región de Próximo Oriente en la que se encuentran cuevas con fósiles de neandertales y humanos actuales muy próximas y parece seguro que se solaparon en el tiempo poblaciones de ambos grupos humanos que seguramente llevaron a cabo un mestizaje. Los cráneos de Es Skhul han sido motivo de debate en cuanto a este último extremo, porque parecen mostrar signos de mezcla en sus huesos.

Sin embargo, el retroceso temporal sufrido por los humanos dentro de las concepciones evolucionistas no había hecho más que empezar. En 2005, los restos africanos de Kibish, los cráneos Omo I y II se databan en unos 200.000 años4.

Tanto los fósiles de Qafzeh como los de Es Skhul han servido como referencia para comparar los ocho dientes, tanto de leche como de adultos analizados en Qesen. Estos dientes muestran características propias del Homo sapiens actual aunque algunos caracteres parecen compartidos con los neandertales. La cuestión es que los neandertales más antiguos han sido datados mediante las técnicas estándar en menos de 300.000 años y consecuentemente estos humanos modernos serían anteriores a los neandertales y debieron vivir al mismo tiempo que los humanos de Atapuerca, Homo heidelbergensis.

En el caso de otros fósiles posiblemente humanos, tales como ciertos Homo erectus el proceso ha sido el inverso; de estar situados como predecesores en la línea de evolución, han pasado a situarse también en épocas de otros humanos supuestamente posteriores. El erectus de Java, conocido como Hombre de Solo ha sido datado entre los 27.000 y los 50.000 años a.C. Pasan así a ser coetáneos de los H. heidelbergensis, neandertales y humanos actuales, perdiendo buena parte de su identificación como eslabones intermedios. Por lo tanto, todos los posibles fósiles humanos debieron coexistir. Esto no supone una duda para aquellos que creemos en la explicación del texto bíblico. Si nos situamos en un contexto científico e interpretamos las dataciones estándar simplemente como datos que nos permiten ordenar correlativamente los fósiles, los hallazgos científicos aproximan ambas visiones sobre el origen de la humanidad.

Las diferentes variantes humanas vivieron al mismo tiempo y podrían considerarse como derivados más o menos distantes de los seres humanos inicialmente creados. ¿En qué momento los situaríamos? Pues no sin mucha precaución y dispuestos a reconsiderar la afirmación, tras el Diluvio. Por lo tanto estaríamos hablando de seres humanos que habrían alterado su apariencia desde aquel catastrófico suceso, a partir de la familia superviviente.

¿Cuál es la cuna de la humanidad?

En cuanto a los fósiles de Qesen, otro dato impactante se refiere a la situación de los restos. Los más antiguos se situaban en África. Esa es la cuna de la humanidad para el evolucionismo, pero Qesen parece más antiguo y se sitúa en Próximo Oriente. ¿Podría estar aquí la cuna de la humanidad? También este dato aproxima los descubrimientos científicos y el relato bíblico, aunque no debemos perder de vista que esto puede ser pasajero. El científico español Juan Luis Arsuaga, que ha trabajado en las investigaciones de Qesen, decía en una entrevista5: “A mí me parece interesante la hipótesis de Israel por la carga religiosa que conlleva. Es bonito que los verdaderos Adán y Eva vivieran allí.” No es que Arsuaga haya renunciado a su convicción evolucionista. Su modo de hablar es metafórico en lo referido a Adán y Eva, y la cuestión religiosa no será para él más que un asunto mitológico.

Desconocemos lo que la ciencia dirá mañana y conviene que seamos prudentes en nuestras afirmaciones. De entrada, ocho dientes pueden ser insuficientes para afirmar cosa alguna de modo categórico. Aun así, en este momento, los descubrimientos de la ciencia y el relato bíblico parecen aproximarse.

Bibliografía

1.Hershkovitz, I. y otros, 2011. Middle pleistocene dental remains from Qesem Cave (Israel). American Journal of Physical Antropology.

2.Valladas, H. y otros, 1988. Thermoluminiscence dating of Mousterian ‘Proto-Cro-Magnon’ remains from Israel and the origin of modern man. Nature, 331: 614-616.

3.Stringer, C. B. y otros, 1989. ESR dates for the hominid burial site of Es Skhul in Israel. Nature, 338: 756-758.

4.McDougall y otros, 2005. Stratigraphic placement and age of modern humans from Kibish, Ethiopia. Nature, 433: 733-736.

5.Arsuaga, J. L., 2010. http://www.publico.es/ciencias/353726/un-hallazgo-situa-la-cuna-de-la-hu….

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