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Un descanso de la Sauna espiritual

Cosmovisión creacionista[1]

Darwin no inventó el evolucionismo. Tres años antes de la publicación de su Origin of Species, en 1856, se publicaron una serie de conferencias en la ciudad de Stuttgart por Johan J. Bachofen (Das Mutterrecht) en las que se trataba la evolución de las estructuras familiares y políticas.

Algo similar aconteció con el texto de Henry Maine titulado Ancient Law y su estudio, muy al aire de Montesquieu o de Adam Ferguson, de la evolución de las leyes. Como dirá Marvin Harris de estos textos: “…demuestra claramente que no fueron las teorías de Darwin las que desencadenaron la oleada de publicaciones evolucionistas que comenzó a producirse inmediatamente después de Origin of Species.”[2]

La teoría comienza a germinar con el origen y establecimiento de colonias en África y América. El cristianismo occidental, y su cosmovisión, choca, a partir del sigo XVI, con otras culturas, con otras cosmovisiones. El 15 de febrero de 1493, Cristóbal Colón escribía una carta a Luis Satángel en la que le informaba que no había hallado “ombres monstrudos”[3] en sus viajes por las islas caribeñas. Al considerar a aquellas personas como tales surgen los diferentes debates, algunos tristemente inconclusos, sobre la raza,[4] la educación, la cultura, la predestinación o la animalidad. Las posiciones se polarizaron dando pie a tantas opiniones como dispares informes de parte de los colonizadores. Del indígena virgen e inocente se pasa al concepto de primitivismo y a las diferentes matizaciones del “progreso”[5] de la humanidad.

Este germen brota con la Ilustración. Desde que John Locke publica An essay concerning human understanding (1690) hasta la eclosión de la Revolución Francesa se construye un edificio conceptual que derivará en la mentalidad evolucionista. Esta mentalidad, al igual que el creacionismo, tiene estructura de macroideología. Incorpora e interpreta cada dato de la realidad encasillándolo en sus parámetros de significación. Tal estructura lo convierte en cosmovisión lo que, irremediablemente, genera un choque con la mentalidad creacionista. Toda macroideología es excluyente y reacciona ante cualquier tipo de armonización ante otras macroideologías (una excepción es el pensamiento New Age que, a modo del eclecticismo del pasado, hace reposar su eje de acción en la inclusión y en la adaptación). A pesar de los intentos de Teilhard de Chardin y de sus seguidores, Evolucionismo y Creacionismo siguen siendo incompatibles desde su esencia.

Al presentar algunas de esas incompatibilidades es totalmente lícito preguntarse: ¿por qué es necesario tal contraste? Entiendo que una comprensión clara de ambas cosmovisiones nos permitirá situarnos, posicionarnos y ofertar alternativas que permitan la transferencia de los datos teóricos a la praxis cotidiana. Entiendo, además, que un estudio detallado de la protología afecta inexorablemente a la escatología. El Adventismo es resultado de una reflexión escatológica y se debe, por ello, a una fundamentación protológica. El planteamiento de las primeras cosas modifica y altera la percepción de las postreras.

Algunos ejemplos de la historia nos muestran que la protología varía el comportamiento de una estructura social. En las religiones mesopotámicas hallamos relatos de los orígenes del mundo y de la humanidad que registran la acción de dioses violentos. El hombre surge en el entorno de la esclavitud y la agresión.[6] La escatología, e incluso la política, mesopotámica responden a estos cánones. Asiria genera una protología violenta que se transforma en un imperio expansionista y sangriento, que inunda su panteón de demonios y sus sortilegios de temores. La Grecia no mítica surge de la imprecisión filosófica, de la especulación que deviene en imprecisión existencial. El Judaísmo rabínico vincula a la Torah con el origen de la creación y, tal concepto, deriva en una religiosidad y una escatología que se fundamenta en actitudes nomológicas.

Algo similar acontece con la protología que sustenta el creacionista. La protología que nos propone la Biblia parte de premisas que, irremediablemente, afectan a la escatología, a nuestras concepciones actuales. Que Dios, como creador, sea el sujeto esencial del origen del cosmos y de la humanidad le proyecta al futuro escatológico como un Dios redentor que es, a su vez, el sujeto que rehabilita el universo y redime al ser humano. Que Jesús participe, como indica el Nuevo Testamento, del acto creativo le posiciona en la escatología, una vez más, como agente de mediación entre el Creador y sus criaturas. Que Gn 1 insista en la expresión divina de que el resultado de la creación es “sumamente bueno” nos lleva a defender la excelencia de la naturaleza (frente al hábitat artificial como espacio vital del ser humano) y a confiar en la restauración de este estado de cosas. Que tanto el capítulo uno de Génesis, como el dos, nos muestren a un ser humano completo, resultado de un monismo que no distingue lo físico de lo espiritual ni en esencia ni en calificación (el cuerpo es tan bueno como el espíritu) nos lleva a la creencia de un ser humano transformado que va a residir tanto en lo físico como en lo espiritual (oponiéndose a representaciones incorpóreas de corte angelical o demoníaca). Que el relato de la creación concluya con el clímax del descanso sabático se proyecta en una marca escatológica que supera las cuestiones temporales para alcanzar la significación de pacto, identidad o compromiso. Que la estructura familiar que propone el relato protológico de la Biblia sea monógama, heterosexual y con carácter de alianza nos lleva a una defensa, en estos tiempos de disparidad, de la familia nuclear que refuerza la paridad y la identificación de roles. El relato genesiaco afirma que el ser humano tiene una misión: proteger la tierra. La escatología debe profundizar en este proyecto ecológico para fomentar el respeto por el Creador y lo creado.

Tal fundamentación protológica nos obliga, cuanto menos por coherencia retórica, a reflexionar sobre los parámetros de pensamiento propios del creacionismo.

Desarrollo de la religión

Una de las discusiones más notables entre los evolucionista es el origen de la religión y sus diferentes etapas evolutivas. El evolucionismo tiende a proponer una primera etapa mágica vinculada con los elementos de la naturaleza que se concreta en el “animismo”. El protohumano no está capacitado para comprender las fuerzas naturales que le rodean y les atribuye valores de potencia extraordinaria. En la segunda etapa, el hombre atribuye a tales elementos naturales características antropomórficas. La tormenta marina se vincula, en múltiples culturas del Próximo Oriente, a Hadad, a Yam o a Poseidón. La belleza de un amanecer, o el brillo intenso de una estrella, se personifican en Istar, Afrodita o en ciertas diosas sedentes filisteas. Los ciclos de sequía y lluvia de la cuenca mediterránea se relacionan con el Baal o con diferentes “dioses ociosos”. Se gesta el “politeísmo”, tan variado como diferencias climáticas, geográficas o catastróficas se padecen. La tercera etapa coincide con el “henoteísmo”. Uno de los múltiples dioses del panteón de cada religión destaca sobre los demás incorporando preeminencia y poder. Son los ejemplos de Marduk o de Zeus (e incluso, en ciertos períodos grecorromanos, de Dionisos). En la cuarta, el dios preeminente se independiza de su panteón y se oferta como único dios. Nos hallamos ante el “monoteísmo”. Con el tiempo, el hombre, mucho más racional, se aleja de la presión religiosa y propone opciones como el “deísmo” o el “agnosticismo”, es la quinta etapa. El resultado final, la sexta etapa, de todo este proceso religioso, clímax de la evolución humana, es el “ateísmo”, la no necesidad de Dios (a la que ni siquiera se la asocia como Causa Primera o Energía Universal).[7]

Estas etapas se filtran más allá de la conversación coloquial, se hallan en comentarios de creacionistas. “Las religiones primitivas” es una expresión que suele hacer referencia a períodos mágicos o animistas. “La religión de los patriarcas” se enmarca, incluso en autores del entorno creacionista, en un entorno henoteísta. La propuesta creacionista a la alteración de la religión, sin embargo, es totalmente disímil a la expuesta y se asocia con el concepto de “involución”. La única etapa que plantea el texto genesiaco es la del “monoteísmo”. Un monoteísmo, además, que excluye taxativamente cualquier otro interés de adoración. El pecado trastorna esta relación Dios-hombre y genera variaciones que, cada vez más, se alejan del modelo original. El interés por otras “banalidades”[8] configurará una religiosidad henoteísta que, posteriormente, desarrolla un entorno politeísta. El alejamiento del ser humano de los valores originales le separa, a su vez, de la claridad mental suficiente como para interpretar la naturaleza. El ser humano se animaliza y percibe su entorno desde perspectivas animistas o de corte mágico. Excluir, por otro lado, las estructuras religiosas de la sociedad proponiendo solamente cosmovisiones materialistas aliena al hombre de Dios llevándole a percepciones deístas, agnósticas o ateas.

Las categorizaciones coinciden en ambas cosmovisiones pero la interpretación de sus funciones es sumamente dispar. En el evolucionismo el desarrollo es lineal diacrónicamente y en un avance positivo:

(estado inicial primitivo)

Animismo

Politeísmo

Henoteísmo

Monoteísmo

Deísmo/Agnosticismo

Ateísmo

(estado final evolucionado y positivo)

 

En el creacionismo lo propone como un desarrollo modificable diacrónicamente y en un retroceso negativo:

(estado inicial modélico)

Monoteísmo

1

(involución hacia la animalidad)

Henoteísmo

Politeísmo

Animismo

2

(involución hacia la alienación)

Deísmo

Agnosticismo

Ateísmo

(estado final

involucionado y negativo)

 

En el proceso planteado por el evolucionismo es fácil concluir que el interés de grandes comunidades religiosas por mantener su identidad monoteísta se debe calificar de fundamentalismo y, por tanto, de proceso evolutivo anterior al de la racionalidad, proceso a evitar y a descalificar. La percepción del religiosamente alterado (ya sea por una involución hacia la animalidad o hacia la alienación) genera en el creacionista, sin embargo, un deseo de mostrarle el modelo original hacia el que puede avanzar para encontrarse con su verdadera identidad. Mientras que en la primera propuesta el clímax de todo proceso religioso es el hombre y su independencia moral, en la creacionista, muy al contrario, el ser humano es una criatura dependiente que halla en tal dependencia su identidad y crecimiento. En la propuesta evolucionista la autosatisfación (se concluye que somos el final de capacitación de la pirámide evolutiva) oscurece la realidad actual del mundo: la ausencia de moralidad genera caos y autodestrucción (resultados que no coinciden con la utopía social del evolucionismo).

La propuesta evolucionista del desarrollo diacrónico de las religiones afecta notablemente el estudio del desarrollo sincrónico del ser humano. La psicología evolutiva suele reconocer etapas en el proceso de formación del hombre semejantes a los procesos históricos mencionados previamente. Las propuestas de Piaget o de Kohlberg[9] se podrían resumir en:

1

Etapa subjetiva individual:

egoísta y hedonista (¿magia/animismo?)

 

2

Etapa subjetiva colectiva:

dependiente de autoridades (¿politeísmo/monoteísmo?)

 

3

Etapa objetiva individual:

independiente de autoridades (¿agnosticismo/ateísmo?)

 

Tales planteamientos parecen entrar en conflicto con la propuesta de Jesús de que seamos como niños. ¿Hemos de volver, por tanto, a una etapa fundamentada en el egoísmo y la autocomplacencia? El creacionista cristiano se ve impelido a dar una respuesta que responda certeramente desde su cosmovisión. Una alternativa (fuera de las premisas del imperativo categórico kantiano que tintan los conceptos kohlbergianos) debiera residir en la reformulación del concepto “madurez espiritual” desmarcándolo de “madurez fisiológica”. ¿Puede un niño ser maduro espiritualmente aunque no haya concluido su proceso físico? Entiendo que sí aunque precisa ser objeto de un estudio pormenorizado.

Concepto de tiempo

La comprensión del tiempo en el evolucionismo es el eje sobre el que se enmascaran sus posibles incongruencias. La teoría se fundamenta en amplios márgenes temporales que, en su extensión, permiten la multitud de probabilidades que le son precisas para tener coherencia. El tiempo de la vida, a menor escala, se conceptúa como cíclico. Un ciclo es el desarrollo de la historia con sus sociedades emergentes y decadentes, un ciclo es la vida humana con sus períodos de improntas y crisis. Uniendo los parámetros de extensión y de repetición se concluye que la presencia del ser humano en el mundo es sumamente insignificante y pasajera. El pasado y el futuro se diluyen en la inmensidad de la amalgama de momentos.

El resultado práctico, al no percibirse un marco de origen (pasado) y destino (futuro) concretos, es vivir el momento, el día a día. La búsqueda de la felicidad inmediata es un anhelo lícito en los márgenes que propone el evolucionismo ya que se nos concibe como meros transmisores de carga genética.

Para el creacionista, sin embargo, existe un pasado y un futuro concretos a pesar de que antes y después del pecado sus márgenes son amplios. El tiempo adquiere valor única y exclusivamente por el más trágico de los efectos del pecado: la muerte. La muerte sobrevalora cada instante y, sobre todo, el futuro. Es por ello que, para el creyente, la redención es la única solución que rompe el bucle temporal que ha generado el pecado, que aporta un horizonte de mayor amplitud. La historia, si bien tiene tendencia a repetirse, más que un ciclo es un solenoide que partiendo del origen del mundo se elonga hasta un futuro ideal. Este planteamiento da sentido a la historia y clarifica la participación de Dios en ella. El pasado no se diluye, nos permite una comprensión del devenir de los tiempos y muestra como Dios interviene en los procesos históricos. Tampoco se diluye el futuro pues forma parte del proyecto redentor, proyecto que reivindica al ser humano como persona de valor. La persona no sólo es transmisor de vida sino contenedor de vida. En el creacionismo, la promesa de vida eterna, aporta identidad al ser humano. El resultado práctico, al consolidarse el origen y el futuro, es vivir una felicidad razonable con un llamado a la misión desde la solidaridad, la empatía y el respeto por cada ser humano.

Concepto de Dios

Como indicaba previamente, cuando comentaba el proceso evolutivo de las religiones, Dios, para el evolucionismo, es una etapa histórica en el desarrollo del ser humano. La mentalidad telúrica se concreta en estadios antropomórficos y de éstos al teísmo y posteriormente al deísmo. El deísmo se concibe, desde los tiempos de la Ilustración, como una marca de seres humanos evolucionados. Dios se hace cada vez más lejano y ausente hasta que no se le precisa. La sociedad que progresa es aquella en la que Dios ha muerto o ha sido sustituido por la ciencia o el materialismo.

En el creacionismo Dios no puede ser un agente pasivo. Dios crea porque puede, es un Dios transcendente que supera los límites y capacidades del ser humano y de la naturaleza que le rodea. Dios no es una imagen abstracta del ser humano, el ser humano es imago dei, la concreción limitada de la inmensidad divina. Al crear y relacionarse con el hombre percibimos su inmanencia. El Dios creador anhela comunicarse con el ser humano, es un Dios dialogante y cercano. Esta aparente dualidad, transcendencia e inmanencia, supera toda teoría sistematizadora de lo divino. Es la esencia de un Dios que crea y que, además, redime. La percepción creacionista de un Dios creador tanto de orden como de cariño, de un Dios redentor que aporta soluciones en paridad con el ser humano, supera cualquier explicación evolucionista. El concepto de Dios que reside en el corazón humano no puede ser la respuesta de un proceso evolutivo puesto que se expande más allá de la capacidad intelectiva de tal ser. El animal salvaje que es amansado por un domesticador jamás hubiera podido concebir por sí mismo el cuidado al que es sometido, el afecto que recibe se hace suyo por influencia externa. De igual manera sucede con el concepto de un Dios amoroso y receptor, ¿cómo puede concebirse desde la estructura evolucionista de la supervivencia del más fuerte?

 

Concepto de persona

Para el evolucionismo la persona no es más que material genético del proceso evolutivo. En este proceso sobrevive el más apto, el más fuerte, aquél que tiene mejor capacidad de adaptación. Tal planteamiento conduce, inexorablemente, a la competitividad. Este concepto es esencia inseparable de los pueblos con percepciones materialistas. Es usual escuchar o leer qué o quién es “mejor que…”. Las relaciones humanas se expresan en oraciones comparativas (demasiadas son superlativas) que entran en conflicto con propuestas de autorrealización. Dicha autorrealización, por mucho que lo prediquen los libros de autoayuda, no puede convivir con la competitividad a menos que la primera se fundamente en elementos exteriores al ser humano (materialismo y cosificación). Además, una pregunta se cierne constantemente sobre la teoría: ¿quién define cuál es el más apto?, ¿el más apto?, ¿el azar?, ¿los elementos naturales? Al no existir universales que establezcan la estructura sobre la que construir los valores de lo más apto se genera una libertad sin límites conceptuales. La libertad sin restricciones se asocia a un bien común cuando, en realidad, enmascara la incapacidad de generar universales y el caos. El ser humano termina siendo material social, un ente anónimo en el proceso evolutivo.

Para el creacionismo el hombre se concibe como un ser completo, es poco menor que los ángeles. En su diseño existe más que utilidad, en él reside la belleza y la bondad. El creacionismo no propone la supervivencia del más apto sino la supervivencia (y no sólo en la inmediatez de la vida) de todos. Incide en que hay que superar el desequilibrio de la competitividad y explorar los senderos del cooperativismo. Cada ser humano es receptor de tal cantidad de virtudes que debe disfrutar de su identidad, de su peculiaridad. Debe practicar la paz como proyecto de autorrealización y de interrelación. Se concibe como un ser con una libertad limitada por cuanto es criatura y no Creador. La criatura, por esencia, es dependiente y eso la hace sentirse protegida y amada (sensaciones que proyecta en proteger y amar). La persona es mucho más que material social, es un ser apreciado.

Concepto de familia

La familia, en el marco evolucionista, responde a multitud de posibilidades. Puede situarse en una estructura virilocal, poliándrica, poligámica, patrilineal, matrilineal, nuclear, monoparental o compleja. Al evolucionismo no le interesa demasiado la estructura familiar siempre y cuando se cumpla el objetivo de cualquier relación humana: la procreación. La transmisión de material genético adecuado y exitoso es la razón última de una estructura familiar. ¿Cómo afecta esto a la estructura social? En las sociedades del primer mundo se concreta en el relativismo de la célula familiar sea por sus componentes, por su temporalidad o por su esencia. Los componentes de una familia ya no responden al molde nuclear de una pareja heterosexual sino que superan los límites de número (poligamia sucesiva, intercambio de parejas, escarceos amorosos), género (homosexualidad) e, incluso, especie. La temporalidad y ruptura de una relación se justifica con argumentos basados en ciertos índices hormonales (se confunde por tanto amor con pasión). La fidelidad es un concepto judeocristiano superado. La esencia de la estructura familiar se resume a la sexualidad y al, supuesto, placer que la circunda. Esta percepción, finalmente, cosifica a la persona y sublima el instinto. La felicidad individual prima sobre la felicidad compartida. Lo interesante es observar que en el primer mundo no hay mayor producción procreadora que en sociedades claramente religiosas. A más “evolución” menos procreación.

En el creacionismo la familia primigénea es nuclear. El ser humano es la suma de lo masculino y lo femenino. La pareja surge de un estado de paridad en el que la relación se sustenta por el apoyo mutuo. Tal relación es heterosexual, supera los límites de la procreación (profundizando en sentimientos y proyectos) y se concibe como perdurable. Tras el pecado incrementa su necesidad teniendo por objetivo la generación de un carácter idóneo para la redención. En el creacionismo el ser humano es persona no cosa. La familia es el espacio donde se forman, instruyen, expresan y potencian personas. La procreación es el resultado de un proyecto de amor que no sólo transmite material genético sino tradiciones, gustos, afectividades y creencias. La familia no se disuelve con la futilidad del interés propio, la familia tiende a fortalecerse en la generosidad espontánea y el intercambio de empatías. Tal estructura supera este estado de cosas y se proyecta en la eternidad.

Concepto de la existencia

El evolucionismo promueve, conscientemente o no, la inmediatez del ser humano y, esto, provoca un irremediable deseo de vivir intensamente el momento. Resultado de este anhelo es el escapismo, la sexualidad descontextualizada, la independencia egoísta y la limitación de la franja de vida temporal al presente. El escapismo deriva en el homo ludens, en una existencia virtual que convierte al hombre en un periférico de propuestas multimedia. La intensificación de estímulos e inhibiciones desgastan las posibilidades de descubrir lo auténtico o lo interior. La sexualidad descontextualizada es piel, placer por placer. La relación interpersonal se reduce a la estimulación de endorfinas, a la sublimación de cánones de belleza fugaces y a la vindicación de una eterna e irreal juventud. La conexión a periféricos artificiales resulta en desconexión interpersonal. La supuesta independencia e individualismo, que se vertebran en un marcado egocentrismo, derivan en entornos alienantes. La inmediatez del presente mutila la responsabilidad, por acción o por omisión, que implica el pasado o la esperanza que propone el futuro. Una vida basada sólo en el presente no tiene memoria y, por tanto, no precisa identidad, es fácilmente moldeable.

El creacionismo aporta escatología y, por ello, proporciona horizonte a la existencia. Contrapone el placer al disfrute, el escapismo a la responsabilidad, la sexualidad desparramada a la enmarcada, la inmediatez del presente a la vida con perspectiva. El disfrute es necesario y equilibrado, su existencia genera crecimiento y coparticipación, no sólo inunda de endorfinas sino que, además, le añade sentido. La responsabilidad no es una obligación sino un derecho, un derecho a participar voluntariamente de los designios de nuestra existencia. Es la opinión respetada y la acción consciente que modifica las decisiones. Enfrentar la realidad es una oportunidad de tener voz en nuestro presente y futuro. La sexualidad contextualizada aporta vínculos y proyectos, conjunción en la disyuntiva, similitud en la diferencia, corazón en el disfrute. El creacionismo aporta pasado y futuro a nuestro presente, raíces y ramas, identidad y esperanza. Una vida con perspectiva aporta serenidad y anhelos, memoria y gratitud, certeza y confianza.

 

El evolucionismo se cuela por las rendijas de nuestros pensamientos con las sugerencias de la tolerancia, el relativismo, la desligión y la autosatisfación. Hemos de ser coherentes con nuestros discursos y explorar mucho más en el respeto, la identidad, la religión y la empatía. El creacionismo debe superar su etapa apologética y ser consciente de las razones que lo constituyen como cosmovisión. No es éste un asunto superfluo sino la génesis de una identidad que matiza cada resquicio de nuestras vidas. La protología afecta, gracias a Dios, a nuestras expectativas de futuro. Como dirá, acertadamente, Apocalipsis: Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas (¿protología?) ya pasaron (Ap 21,4).

 

A modo se síntesis propongo algunos esquemas.

 

Esquema 1: De la protología a la escatología

 

PROTOLOGÍA ESCATOLOGÍA
Dios creador Un Dios redentor
Jesús mediador Jesús mediador
Un mundo bueno Un mundo nuevamente bueno
Un ser humano completo (físico y espiritual) Un ser humano restaurado completamente
Un momento de adoración Un momento de adoración
Una estructura familiar Una estructura familiar nuclear
Una misión para el hombre Recordando la misión

 

Esquema 2: Desarrollo teológico de la religión

 

EVOLUCIÓN CREACIÓN
Animismo Monoteísmo
Politeísmo Henoteísmo
Henoteísmo Politeísmo
Monoteísmo Animismo
Agnosticismo  
Deísmo  
Ateísmo  

 

Esquema 3: Desarrollo teológico de la persona

 

EVOLUCIÓN CREACIÓN
Etapa mágica (animismo) Confianza llana
Etapa institucional (heteronomía) Relación personal
Etapa no institucional (autonomía) Relación colectiva
Etapa personal Relación supracolectiva

 

Esquema 4: Concepto del tiempo

 

EVOLUCIÓN CREACIÓN
Amplios márgenes de tiempo El tiempo antes y después del pecado es amplio
Ciclo de la vida El pecado da una nueva dimensión: la redención
La historia como ciclo La historia como solenoide
Tanto el pasado como el futuro se diluyen en el tiempo El pasado no se diluye: Dios participa de la Historia
Vivir el momento El futuro no se diluye: Dios ha preparado un momento para la redención.

Vivir la eternidad.

 

Esquema 5: Concepto de Dios

 

EVOLUCIÓN CREACIÓN
Es un invento de cierta etapa evolutiva Dios crea al hombre
Teísmo: Dios participa de la Historia (Dios caprichoso) Dios transcendente

(Dios crea el universo y la Historia)

Deísmo: Dios crea al hombre y le abandona (dios ocioso) Dios omnipotente

(Dios crea al hombre y le sostiene)

Ateísmo: No hay necesidad de Dios Dios redentor

(Dios se entrega al hombre a pesar de su rechazo)

 

Esquema 6: Concepto de persona

 

EVOLUCIÓN CREACIÓN
Material del proceso evolutivo Ser completo
Transmisión genética Poco menor que los ángeles
Supervivencia del más apto Supervivencia de todos
Competitividad Cooperativismo
Autorrealización Paz (plenitud del ser)
Libertad sin límites Libertad con límites (libertas volendi en lugar de libertas agendi)
Material social Ser apreciado por Dios

 

Esquema 7: Concepto de familia

 

EVOLUCIÓN CREACIÓN
Virilocal  
Poligamia  
Poliandria  
Patrilineal  
Matrilineal  
Nuclear Familia nuclear

PERSONA: Masculino + femenino

Concepto de ayuda idónea

Monoparental  
Compleja  
Objetivo: Procreación Objetivo: Redención

 

Esquema 8: Disfrute versus placer

 

EVOLUCIÓN CREACIÓN
Vivir el momento Vivir la eternidad
Escapismo Recreación
Sexualidad descontextualizada Sexualidad contextualizada
Vida en presente Vivir con perspectiva

 

Esquema 9: Religión versus desligión

 

EVOLUCIÓN CREACIÓN
Religión: etapa a superar Religión: relación a incrementar
Tolerancia Respeto
Religión a la carta Religión revelada y asumida
Desligión Religión

 

 


[1] Después de leer la excelente columna de Celedonio García-Pozuelo Ramos no me he podido resistir a abandonar muy temporalmente la Sauna Espiritual a la que estaba sometido y reproducir un artículo de mi autoría publicado en Ciencia de los Orígenes [Cosmovisión creacionista: La estructura de nuestro pensamiento. Loma Linda, California, US: Geoscience Research Institute, 2007. Ciencia de los orígenes; 74. 8 p.].

[2] Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica: una historia de las teorías de la cultura (Madrid: Siglo XXI, 1979), 122.

[3] Cristóbal Colón, Textos y documentos completos (Madrid: Ed. Consuelo Vega, 1984), 144.

[4] Sobre esta discusión véase J.H. Elliot, España y su mundo, 1500-1700 (Madrid: Alianza Editorial, 1991), 74 ss.

[5] En este período apenas si aparece el término “evolución” pero su contenido semántico lo suple la expresión “progreso”. Hemos de recordar que el clímax de dicho progreso era occidental, vestía de jubón, llevaba el pelo corto y tenía (oficialmente) solamente una esposa.

[6] Sólo hace falta recordar las primeras líneas del texto del Atra-Hasis (1600 a.C.) cuando indica: “Enlil les preguntó: ‘¿Qué vamos a hacer ahora? Ahora, ¿qué vamos a fabricar?’ Y los grandes dioses allí presentes a Enlil contestaron: ‘¡Inmolemos un par de diosecillos, y con su sangre demos nacimiento a los hombres! El trabajo de los dioses será su trabajo.’” Extraído de Raúl Berzosa, Como era en el Principio: Temas clave de antropología teológica (Madrid: San Pablo, 1996), 47.

[7] El orden que propongo es la posición más común entre los diferentes pensadores aunque hay otras posibilidades. Son las posiciones de A. Comte (magia/fetichismo, politeísmo, monoteísmo), E.B. Tylor (animismo, manismo, fetichismo, politeísmo, monoteísmo), J. F. Frazier (magia, animismo, religión), R.R. Marett (mana/preanimismo, magia, animismo, politeísmo, monoteísmo), Max Weber (preanimismo, politeísmo, monoteísmo), A. Hauser (premagia, magia, religión), J. Lubbock (ateísmo, fetichismo, totemismo, chamanismo, antropomorfismo politeísta, monoteísmo o J. W. Hauer (mana, magia, creencia en el alma y polidemonismo, monoteísmo telúrico, monoteísmo celeste, monoteísmo ético-religioso). Cf. Manuel Guerra Gómez, Historia de las religiones (Madrid: BAC, 2002), 385-395.

[8] Que al final terminan concretándose en otros dioses. Así hallamos una intensa carga semántica en la expresión hábälîm (~ylib’h]) de los textos de 1R 16, 13.26; 2R 17,15; Jr 2,5; 8,19; 10, 3.8.15; 14,22; Jo 2,8.

[9] Para un estudio pormenorizado de estos planteamientos véase Esteban Pérez-Delgado y Mª Vicente Mestre Escrivá (coord), Psicología moral y crecimiento personal (Barcelona: Ariel Psicología, 1999).

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