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Ni ganan ni mueren con las botas puestas

Como dijera en mi columna del mes pasado, soy uno de los miembros fundadores de la Iglesia Adventista Hispana de Berrien Springs. O sea, he sido miembro de ella ricamente bendecido desde 1973. Pienso que es una de las iglesias hispanas mejores en todos los Estados Unidos. Entre varios factores, esto se debe a su gran diversidad. Últimamente, me he sentido incómodo pensando que nuestra iglesia está bajo el control del presidente de la Asociación de Michigan.

El presidente de esta Asociación de iglesias es un hombre que muestra fervor y humildad, pero maneja los negocios de la Asociación con mano de hierro y mantiene posiciones reaccionarias al punto que, aparentemente, las iglesias de Michigan están castigadas a tenerlo como presidente hasta el día que se jubile. Mientras tanto todas las iglesias bajo su dominio sufren.

Si bien Andrews University es una institución de la Conferencia General (o sea, no pertenece ni a la Asociación de Michigan ni a la Unión de los Lagos), el presidente de la Asociación de Michigan ha acaparado el poder de supervisar y aprobar los candidatos a enseñar en el Departamento de Religión y a los decanos de las diferentes facultades. Si la comisión acreditadora de la universidad se enterara de esta irregularidad, seguramente que cancelaría su acreditación, o por lo menos la pondría en probatoria hasta que esta situación sea corregida.

Saco esto a colación para poner en su contexto la usurpación de poder realizada por nuestro presidente al hacer que el comité ejecutivo de la Asociación declarara formalmente que la Universidad de La Sierra en California es una institución apóstata. Según este comité, ha dejado de ser Adventista. Como consecuencia, los obreros de la Asociación de Michigan que envíen sus hijos a estudiar a La Sierra no han de recibir la ayuda financiera que la Asociación (y todas la organizaciones Adventistas) ofrece a los obreros que envían hijos a estudiar en escuelas Adventistas.

La razón por la cual La Sierra fue declarada una institución apóstata es que los profesores de ciencia enseñan ciencia en vez de fe. Específicamente, se les acusa de enseñar que la evolución es un hecho (“a fact”). ¿Acaso los que hacen tal acusación pretenden que los profesores de biología anuncien a sus clases que todo lo que los libros de ciencia dicen son puras mentiras de Satanás? Los que condenan a una universidad por enseñar ciencia en las clases de ciencia demuestran ser antiintelectuales e ignorantes.

Esto hace que yo me sienta incómodo sabiendo que mi iglesia está controlada por tales personas.

Afirmar que Dios es el Creador de los cielos y la tierra no es lo mismo que pretender que el creacionismo domine las clases de ciencia en escuelas y universidades Adventistas. Caracterizar a la naturaleza como La Creación es una declaración teológica. Estudiar la naturaleza científicamente es usar los conocimientos ya demostrados por evidencias estudiadas objetivamente y usarlas para predecir cuál debiera ser el caso en áreas desconocidas. Sobre la base de esas predicciones y la teoría que las sustenta los científicos diseñan experimentos y realizan expediciones para comprobar si lo que habían supuesto es el caso.

Está demás decir que es imposible predecir posibles resultados y diseñar experimentos sobre la base del creacionismo. El creacionismo no es ni la afirmación de la creación como declaración teológica ni ciencia. Es una ideología y, como toda ideología, sirve sólo para distraer a los incautos y esconder la agenda [los planes] de los que la propagan.

Concibiendo al universo como un edificio de tres pisos con la tierra en la planta baja y las aguas en el subsuelo y el primer piso nunca se ha diseñado ni jamás se podrá diseñar un experimento científico. ¿Quién puede con los ojos abiertos afirmar que las especies de plantas y animales en existencia hoy son las que Dios creó hace entre seis a diez mil años atrás? ¿Qué predicción y que experimento puede diseñarse sobre la base de este postulado de manera que avance nuestros conocimientos de la naturaleza?

De que las especies han evolucionado no fue descubierto por Darwin. Los griegos de la antigüedad ya lo habían notado. La evolución de las especies era reconocida por todos los hombres de ciencia cuando Charles Darwin era estudiante universitario. Los factores que afectan la evolución de las especies fue lo que Darwin estudió y lo que los científicos todavía estudian y seguirán estudiando por la eternidad. Es solamente sobre esa base que la ciencia ha hecho los adelantos que hacen que nuestra vida hoy en día sea mucho más placentera que la de nuestros antepasados. Por lo que entiendo, los que declaran que La Sierra ha apostatado no rechazan los beneficios que la medicina moderna ha producido sobre la base de las observaciones de Darwin. Que yo sepa, ningún avance científico ha sido realizado sobre la base de la ideología creacionista.

No soy un científico, pero entiendo que la contribución de Darwin fue notar que la naturaleza lleva a cabo una labor similar a la realizada por los criadores de animales de raza. Seleccionando miembros de una especie con ciertas características, después de llevar a cabo la selección de ejemplares con las características deseadas por varias generaciones, eventualmente consiguen que todos los miembros de una generación tengan esas características. De esta manera seres human producen vacas, perros, gatos, caballos de diferentes “razas”. Darwin postuló que un proceso similar de selección ocurre en la naturaleza sin intervención humana. Basándose en las observaciones de Darwin que explicaban cómo funcionaba la evolución, que en su tiempo ya era considerada autoevidente, los científicos han llevado a cabo los innumerables adelantos modernos. Esto es un hecho (“a fact”).

Querer imponer que los estudiantes de ciencia en las universidades Adventistas no aprendan cómo se producen avances en ciencia revela profunda ignorancia. Aparentemente los miembros del comité ejecutivo de la Asociación de Iglesias Adventistas de Michigan quieren que los profesores de ciencia en La Sierra enseñen a sus alumnos que todos los adelantos científicos en las ciencias biológicas de los últimos ciento cincuenta años no son un hecho.

No hace mucho salió a relucir la etiqueta “Darwinistas del Séptimo Día”. Los que la lanzaron en circulación tienen, sin duda, la intención de marcar a los tales como adventistas espurios, como quinta columnistas de la iglesia. En otras palabras, se trata de agentes de Satanás que quieren engañar y destruir. Sería fácil, poner una etiqueta sobre la frente de los creacionistas que quieren imponer su ideología en clases universitarias de ciencia y declarar apóstatas a quienes desean enseñar ciencias biológicas responsablemente. Se me ocurre que “Torquemadas del Séptimo Día” no les quedaría mal. Pero lejos esté de mi rebajarme a tales recursos. No es mi intención buscar camorra. Que yo sepa, todo científico honesto considera a Charles Darwin como uno de los más grandes hombres de ciencia en la historia de la humanidad. La nación inglesa, una nación oficialmente cristiana en que el rey o la reina es jefe del estado y de la iglesia, está tan orgullosa de él que ha puesto su retrato en uno los billetes de la moneda nacional. Yo, con humildad, me declaro como uno que le agradece a Charles Darwin el haber hecho posibles los adelantos científicos que hacen que haya vivido ya quince años más de los que vivieron tanto mi padre como mi madre. Pienso que no se puede ser un cristiano responsable, honesto y agradecido y no reconocer las contribuciones que Charles Darwin hiciera a favor de la ciencia. Todos los científicos de hoy están parados sobre sus hombros. Negarlo es confesar ignorancia o hipocresía. La iglesia puede tener muchas faltas dentro de sí y sobrevivir, pero no por mucho tiempo con estas dos en estos días.

Es tiempo que la Unión de los Lagos, la División Norteamericana y la Conferencia General reaccionen oficial y públicamente ante la acción desmedidamente necia del comité ejecutivo de la Asociación de Michigan. Más aún. Es tiempo que la iglesia deje de ser hipócrita al patrocinar universidades con programas acreditados de ciencia mientras exige, como dijera el presidente de la Unión del Pacífico y presidente del Comité de Fiduciarios de la Universidad de La Sierra, que la Biblia sea la que controla la ciencia. La ciencia deja de ser ciencia bajo tales condiciones. Le doy crédito a dicho presidente por hacer la salvedad que esa es su opinión personal, no la del comité ejecutivo de la Unión del Pacífico, o del Comité de Fiduciarios. Con todo, su declaración demuestra que no sabe qué es ciencia y hace de la fe un dictador. Si eso es lo que la iglesia quiere, es hora de que clausure todas sus universidades y abra Escuelas Bíblicas sin acreditación académica.

Los científicos no tienen fe en la evolución. La fe es fe, y la ciencia es ciencia. Los científicos operan sobre la base de la evidencia. Los que tienen evidencias no necesitan fe. Los laboratorios de ciencia no dan evidencia ni de la obra de Dios ni de la de Satanás. Científicos que tienen fe en el Dios Creador afirman por fe que Dios actúa en los procesos naturales que ellos observan en su laboratorio. Que yo sepa ningún científico cree que Satanás actúa en su laboratorio. La fe no es la habilidad de conceptualizar. Si tal fuere la definición de fe, entonces, como dice Santiago, los demonios tienen fe, y los creacionistas tienen fe en Satanás. Creer es una cosa. Tener fe es otra. En la práctica, la diferencia entre la fe en Dios y las creencias científicas es que la fe demanda ciento por ciento de certidumbre, y los científicos nunca pretenden tener tal cosa. Toda declaración de un científico, como toda tarifa de pasajes de avión, puede ser cambiada sin previo aviso. Si el científico tiene fe en Dios todavía afirma al Creador no importa cuánto cambien sus opiniones científicas.

Aprender de Darwin no tiene nada que ver con la fe. Sólo dice que uno quiere participar de la vida intelectual del siglo veintiuno. La acción del presidente de la Asociación de Michigan, y la revisión de la sexta doctrina fundamental y la serie de conferencias sobre la ideología creacionista durante la Conferencia General en Atlanta que tenía el engañoso título de “Sí a la Creación” anuncian días de contienda. (Yo también proclamo “Sí a la Creación”, y más aún le digo “Sí” a la Nueva Creación en la Resurrección de Cristo). Los alaridos de guerra proferidos por los fundamentalistas que pretenden ser los árbitros de lo que puede creer, conceptualizar, un científico sólo confirman lo que la sabiduría nos enseña: las doctrinas ni ganan ni mueren en el campo de batalla con las botas puestas. Sólo mueren abandonadas en hogares de ancianos sin familiares que las visiten o las entierren. El futuro de los siete días de veinticuatro horas y los seis mil años es el mismo que el de la tierra plana y el geocentrismo del universo, cuyas conceptualizaciones son también bíblicas . Todos debemos aprender la lección que las insuperables fuerzas bélicas de los Estados Unidos aprendieron en Vietnam. Es imposible vencer en el campo de batalla a las mentes y los corazones de los que defienden la integridad de su patria o la libertad de conciencia.

Nota del editor:

Con el objetivo de abundar en la cuestión aquí presentada por Herold Weiss, Café Hispano recomienda la lectura del siguiente artículo publicado por el diario español El País hace menos de dos años y firmado por Jeffrey Sachs, catedrático de Economía y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia: “La amenaza antiintelectual estadounidense”.

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