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La cruz: ¿piedra de tropiezo o escándalo?

A continuación presentamos un escrito que pretende aportar luz sobre la muerte de Jesús en la cruz. En él, se expone la influencia que ha tenido la tradición cristiana en la comprensión de la misma y se propone una revisión de la lectura que habitualmente hacemos de la crucifixión de Cristo. Café Hispano ha considerado oportuna la publicación de este artículo debido a su rigor y a la relevancia de la información que presenta y porque considera que el lector apreciará nuevas perspectivas sobre un hecho tan trascendente como la muerte de Jesús. Finalmente, hay que notar que este artículo son las notas que el autor se preparó para compartirlo con su iglesia en el servicio de culto.

LA CRUZ, ¿PIEDRA DE TROPIEZO O ESCANDALO?

HISTORIA DEL NACIMIENTO DE JESÚS

LA ÉPOCA DEL AÑO: no hace falta recurrir a la profecía de las setenta semanas para saber que no fué en invierno, ya que entonces los pastores no pasan la noche al raso. La fecha del solsticio de invierno no tiene ninguna verosimilitud. En ese momento el sol empieza a ascender y el día se alarga. La festividad de San Juan Bautista que se celebra el 24 de Junio corresponde al solsticio de verano cuando el sol empieza a decrecer, así como la duración del día. Resulta atractivo a la luz de los textos bíblicos donde Juan comenta que a él conviene menguar y a Jesús crecer. Muy poético pero sólo eso. En todo caso la fecha tiene que ver con la adoración del Sol

LA POBLACIÓN: Belén de Ephrata (Miqueas 5:2, Juan 7:42,43) a la sazón superpoblada por los desplazados para efectuar el censo.

EL LUGAR: ¿Pesebre?. La palabra katalyma se traduce mejor por una dependencia para guardar los equipajes. En el mesón abarrotado se comía y dormía en una misma estancia por lo que parece mucho más adecuado para un parto un lugar solitario y más higiénico que un pesebre. Esto es más propio de la hospitalidad oriental

LOS ANIMALES: No figuran en ningún relato bíblico. Se escogió un término y luego se amuebló

LOS PASTORES: Son la única referencia escrítural En contra de lo que pensamos actualmente los pastores en aquella época tenían fama de indeseables y ladrones, se decía “no se saca de una cisterna a los goyim ni a los pastores que caen en ella”. No sólo los pastores fueron personajes periféricos que dieron la bienvenida al Mesías, también lo fueron Simeón y Ana a propósito de la purificación de María y la presentación de Jesús en el Templo. Es anecdótico pero interesante señalar la abundancia de detalles que se dan para presentarnos a Ana (Lc.2:36, 37). Siete años de matrimonio, 84 años de edad, por lo tanto 77 de soledad y 77 son las generaciones que esperan al Mesías según el relato de Lucas 3:23-38, iniciando la lista con el Creador y concluyéndola con Jesús Los números tienen para la mentalidad hebraica un alcance que va más allá de las matemáticas. El nacimiento pasó pues, desapercibido para la nación judía; treinta años más tarde nadie lo recordará.

LOS SABIOS DE ORIENTE: Intérpretes de sueños o de hechos extraordinarios. El único texto que se refiere a ellos es el de Mateo 2:11, 16 allí se relata que encontraron a un “paidon”, expresión que no se refiere nunca a un recién nacido. Tampoco sabemos nada del número ni del nombre de estos personajes. Se habla de tres sabios porque llevaban tres tipos de presentes. Tertuliano (s. II – III) basándose en el Salmo Mesiánico 2: 10-12 es el primero en identificarlos como reyes y así evita asimilarlos con astrólogos. San Agustín de Hipona (s. IV –V) opina que debieron ir en dromedarios porque estos son mucho más rápidos que los camellos. En el s.XIII se introduce un rey negro con una intención universalista, los reyes pasan a ser el símbolo de los que abrazan el cristianismo sin pasar por la Sinagoga. El hecho de que Herodes ordenara la muerte de los niños menores de dos años confirmaría que los sabios de Oriente no visitaron a Jesús en el momento de su nacimiento y por tanto la estrella que les precedía nunca estuvo allí.

Sólo Mateo y Lucas recogen el relato del nacimiento de Jesús y lo hacen con importantes divergencias. Que existan discrepancias, de hecho, dan verismo a la narración porque el hombre tiene tendencia a maquillar. Lucas y Mateo recogen sin duda tradiciones diferentes en cuanto al nacimiento. Lucas (2:22-39) recopila una tradición en la que José y Maria desde Belén vuelven a Galilea. Mateo que probablemente tuvo acceso a una fuente más directa nos da un relato más detallado y por tanto más creíble. Recordemos que el texto bíblico es santo, no sagrado, donde Dios no se pone a prueba y que tiene una finalidad salvífica por encima de la anécdota.

El relato del nacimiento tal como lo conocemos es mayoritariamente fruto de la tradición. La tradición familiar fija muchas de nuestras costumbres, la cultural determina nuestros hábitos alimentarios, nuestra forma de vestir y nuestra jerarquía de valores.

Los relatos que pasan de generación en generación se fijan en el subconsciente de los pueblos y se tiende a valorarlos como verdades absolutas e inamovibles. Como los refranes, tienen una formulación y un contenido invariables. La tradición nos proporciona seguridad. Pero para Pablo la tradición judía era un velo que impedía el conocimiento de la verdad (2ª Corintios 3:14, 15). Recordemos que como Adventístas también tenemos nuestras tradiciones que a veces son de ámbito familiar o local.

La adoración de los sabios de Oriente nos recuerda que el niño Enmanuel es Dios con nosotros, con todos nosotros. Jesús vino para aquellos más próximos, los pastores y para los más alejados, los magos de Oriente, para los más humildes y los más ricos, para los más ignorantes y los más cultos, para los más periféricos y los más encumbrados. En la literatura hebrea cuando se citan extremos se sobrentiende que incluyen todo el espectro intermedio, es una pinza que lo engloba todo. La Venida del Mesías sobrepasa pues al hecho local o nacional y tiene un alcance universal, refrendado por Jesús en la cruz donde romperá de forma definitiva el muro de separación entre los goyim y los descendientes de Abraham.

La tradición introduce en el relato del nacimiento de Jesús variantes anecdóticas, mucho mas grave será su influencia en la teología de la cruz.

LA CRUZ COMO TROPIEZO Y ESCANDALO (Gálatas 5:11 u.p.)

El texto de Pablo de 1ª de Corintios 1:22, 23 indica que la cruz fue mal interpretada por la nación judía. Jesús, Dios y Pablo tienen otra valoración.

Llama la atención que Pablo base su predicación en Cristo crucificado (1ª de Corintios 2:2) o que el mismo Jesús anunciará que si fuera levantado, a todos atraería (Juan 12:32,33). Ambos se desmarcan de la visión de la cruz que tenían sus contemporáneos para los que resultaba inaceptable. Sin duda el peso de la tradición había influido deformando su interpretación; hoy todavía resulta incomoda para creyentes y no creyentes por la tradición que se institucionaliza en el Concilio de Trento y que nos presenta un Dios justiciero, muy poco atractivo para el hombre, responsable de una especie de suicidio de la divinidad, llevado a cabo con ensañamiento, con ira, que es lo que representa el martirio de la cruz.

Analicemos por qué la tradición judía en aquel momento de la historia constituía un velo que impedía una valoración objetiva de la cruz.

1- La muerte de Jesús se produce, con procedimientos y protagonistas paganos, gentiles. Jesús había predicado en vano que lo que contamina al hombre es lo que sale del interior de éste, lo que se alberga en el pensamiento. Jesús resulta impuro desde el momento en que entra en el pretorio hasta que sufre una muerte ignominiosa propia de un disidente político. Los judios no entrarán en el recinto para no contaminarse (Juan 18:28, 29).

2- Jesús fue condenado por los representantes de Dios y en nombre de la Ley (Juan 19:7; Levítico 24:16). El predicó durante tres años y medio acerca del espíritu de la Ley y advirtió que muchos dirigentes eran sepulcros blanqueados. Víctima de una interpretación legalista e interesada de la Ley, fue rechazado como Mesías y acusado de blasfemo e impostor. Pablo en 1ª de Corintios 2:7, 8 abunda en la idea de que los dirigentes actuaron al margen de la voluntad de Dios. La interpretación excluyente del monoteísmo bíblico fue una barrera infranqueable. Aunque en el relato del Génesis los nombres bíblicos de Dios aceptan el plural, la tradición hará que las afirmaciones de Cristo sobre su relación con Dios sean consideradas blasfemas. La Divinidad de Cristo ha sido siempre cuestionada; sólo hace falta repasar las numerosas heterodoxias que surgen a lo largo de la historia y que hoy reaparecen con fuerza.

Los intérpretes de la Ley crearon un estado de opinión incompatible con la idea de un Dios encarnado. Sigue siendo este, el mayor obstáculo para que un descendiente de Abraham acepte hoy al Mesías Jesús, a pesar de lo que había expresado el profeta Miqueas (Mi. 5:2. 3)

3- La tradición confirmó que el tipo de martirio mediante la cruz suponía ser rechazado por Dios (Gálatas 3:13 comentario 3:10…). Es una referencia al texto de la Ley mosaica de Deuteronomio 21:23. El Israelita que había cometido un pecado grave era lapidado y una vez muerto, expuesto en un palo o un árbol. La cruz nunca fue un instrumento de castigo de los judíos, la inventaron los Pérsas y fue utilizada por los romanos como paradigma de una muerte infamante, destinada a los reos de sedición que no fueran ciudadanos romanos. Cicerón cita la cruz como el más cruel de los castigos. La víctima se debatía entre la disyuntiva de sufrir un dolor horrible o la dificultad respiratoria.

Pablo que en muchas ocasiones nos advierte contra los usos y las interpretaciones de la Ley mosaica, en esta ocasión se desmarca del texto de Deuteronomio 21, que nos habla de maldición de Dios y utiliza en Gálatas la expresión maldición de la Ley, y no de la Torá, no de la ley moral sino de una ley civil. Si Pablo hubiera interpretado la cruz como una maldición divina, jamás se gloriaría en ella como lo va a hacer reiteradamente. Jesús plenamente hombre no perdió su divinidad; ser maldito por Dios es una incompatibilidad ontológica. La maldición bíblica supone la aniquilación, la ausencia de futuro (higuera).

Como comentábamos antes, Pablo no vio la muerte de Jesús en la cruz como una maldición, como algo que podía alejarle del hombre. Muy al contrario la veía como atractiva para el hombre de lo cual se enorgullecía; el ve la cruz como un sacrificio capaz de romper el corazón de piedra del hombre, como el hecho decisivo que modifica la actitud del pecador que finalmente si responderá al inmenso amor de Dios para él.

El propio Dios no ve la cruz como una maldición porque inspira a Pablo en Efesios 5:2 donde dice que representó una ofrenda, un sacrificio a Dios en fragante aroma, la antitesis de la maldición.

Jesús como hombre no conoció el pecado, no merecía por tanto la muerte de Deuteronomio 21:23 y no fue lapidado para ser posteriormente expuesto como escarmiento. El texto no puede por tanto aplicarse correctamente a Jesús. Pero la tradición que no entiende de razones lo ve expuesto en un madero como maldito, azotado, herido y abatido de Dios (Isaias 53:4).

Cuando Jesús alude al episodio de la serpiente de Moisés en el desierto (Juan 3:14, 15 – 12:32, 33) nos invita a que realicemos una mirada diferente al madero.

Estamos enfermos de muerte y la picadura de la serpiente del pecado nos conduce al final de forma inevitable. La serpiente muerta y clavada definitivamente en el madero deja de ser un peligro.

Multitud de discursos teológicos intentan justificar que en esta ocasión Jesús estaba representado por una serpiente “en forma” de serpiente… “una serpiente pero de metal”, “con apariencia de serpiente”, hemos de ser rigurosos, la serpiente es un símbolo del mal desde el Edén y hasta los últimos acontecimientos apocalípticos, la serpiente antigua Satanás.

Si leemos los textos de Números 21:8,9; Deuteronomio 8:15; veremos que no se trata de una cruz, pero sobre todo analicemos el significado.

· La mirada del israelita dirigida a la serpiente muerta es una mirada de confianza en Dios, en la aniquilación de la serpiente, de su virulencia, de su capacidad de hacer mal.

· Para el israelita en el desierto no existía otra lectura posible, pero al creyente de la era cristiana aquel episodio le conduce al Calvario. Porque lo que va a destruir a la serpiente, al pecado, a la enfermedad y a la muerte es la victoria de Cristo en la cruz, sobre aquel que tenía el imperio de la muerte (Hebreos 2:14).

· La profecía de Génesis 3:15 ya nos habla de la simultaneidad de la herida en el calcañar y la herida en la cabeza, la muerte de Cristo y la derrota definitiva de Satanás, (en hebreo los términos tienen incluso la misma fonética) El único que muere definitivamente en la cruz es el Diablo (Juan 12:31, 32). La escena del Calvario es pues equívoca, aparente derrota de Cristo pero victoria definitiva; victoria aparente de Satanás pero derrota irreversible .

· Lo que en realidad libraba del veneno de la mordedura era la fe en la provisión de Dios. La cruz era desconocida para ellos y será mal interpretada por los contemporáneos de Jesús y muchas veces por nosotros mismos.

En resumen, si la cruz no atrajo a los contemporáneos de Jesús hacia Él, fue por la ceguera que ocasiona la tradición en contra de la solemne declaración ya comentada de Isaías 53:4 que advertía que Jesús no sería abatido, herido, azotado, maldito por Dios.

4- La no intervención de Dios en la cruz fue interpretada como la muestra mas evidente de su rechazo. La tradición judía afirmaba que Dios siempre libraba a los justos que sufren persecución, a aquellos que son fieles a Dios y a sus mandamientos. Se citaba a Daniel y a sus compañeros.

Según esta tradición, como Dios no libró a Jesús en la cruz, no era un justo ni mucho menos un Mesías. Se trataba de un impostor.

Otra tradición sin base histórica pero que se considera infalible, a pesar de que existe una larga lista de enviados, de mesías, de profetas que no se libraron de la maldad de sus perseguidores. Recordemos las palabras de Jesús en Mateo 23:37. O su parábola de la viña en Mateo 21:33-37

Satanás estaba en el origen de esta tradición y la rentabilizaba. La utilizará con una eficacia demoledora. Lo hizo en el desierto de la tentación, como relata Mateo 4:1-11 citando las promesas del Salmo 91:11,12, lo hizo a lo largo del ministerio de Jesús y en la cruz de forma contundente, inspirando a aquellos que la repetían como autómatas de la tradición al pie del crucificado, si eres Hijo de Dios baja (Mateo 27:40-44). Tentación dolorosa porque se basaba en la mentira de una tradición, porque no evitando la muerte se daba validez a la sentencia y dolorosa sobretodo porque Jesús sí tenía capacidad para librarse. Tentación en este sentido sobrehumana.

Al menos por estas cuatro razones citadas, un judío piadoso no podía ver en el Gólgota a un Mesías, a un Salvador enviado por Dios y “movían la cabeza” (Mateo 27:39; Salmos 109:25) en señal de desaprobación a un ministerio para ellos fraudulento. Alguna duda podría haber surgido en los propios discípulos víctimas del peso de la tradición.

Hemos repasado como la tradición contribuyó a que se cumplieran las palabras de Isaías 53 en el pueblo de Israel, pero como si se tratara de una profecía histórica existe un segundo tiempo de cumplimiento. No es nuestro propósito ahora abordar la teología de la cruz, pero haremos una breve reseña a la introducción de la teoría no bíblica de la muerte vicaria de Cristo. Esta fue formulada en el siglo XII por San Anselmo y consagrada en el Concilio de Trento ( 1545-1563) siendo con ligeras variaciones aceptada por la Reforma y aún con mayor radicalidad.

Esta tradición humana influyó de forma decisiva en los traductores de la Biblia a las lenguas románicas inclinándose siempre por una acepción coherente con dicha teoría. A modo de ejemplo lo que en Isaías 53:10 se traduce por sacrificio por el pecado (asham) en 2ª de Corintios 5:21 se traduce por pecado (hamartia), y es el único texto en el que aparece esta traducción. Sólo si entendemos que Jesús fue hecho sacrificio por el pecado tiene sentido la segunda parte del versículo 21; Jesús es incompatible con el pecado. Su divinidad no desapareció en la cruz.

Para los no creyentes, la cruz es también un obstáculo porque asimilan al Dios de la Biblia con los dioses paganos que exigen una víctima expiatoria para saciar su ira, para satisfacer su honor herido.

Desvirtuándola mediante la tradición, la cruz en lugar de atraer a los hombres como símbolo de compromiso, de amor y de liberación se convierte en el testimonio de un acto injusto, que consiste en dar muerte a un inocente y se erige como emblema de un Dios justiciero y inmisericorde, que no sabe perdonar y que en cambio nos invita a hacerlo. De nuevo se suscita el rechazo; muchos agnósticos, ateos mueven también hoy la cabeza al evocar la escena del Calvario, en esta ocasión no por el crucificado para el que tienen todas sus simpatías sino por Dios el Padre.

Esta hipótesis es una estrategia diabólica, para desvirtuar el auténtico carácter de Dios, de hecho todo el plan de la Redención ha sido manipulado bajo este prisma deformante.

Generar incredulidad en la existencia de Dios, desvirtuar el plan de la redención o al menos generar desconfianza y dudas acerca de su carácter, es la estrategia que Satanás utiliza con éxito desde el Edén.

II- LA TRAMA DE LA CRUZ

Ya en el Génesis aparece Satanás como el responsable de la herida en el calcañar de Cristo, la cruz, dolorosa pero reversible por inmerecida. Por ello Dios le resucita.

En los Evangelios todo lo relacionado con el proceso de la cruz es considerado pecado:

– En cuanto a Judas, el diablo le incitó (Juan 13:2) y entró en él (Juan 13:27).

– El propio Jesús manifiesta a Pilato que los dirigentes que le entregaron cometieron un gran pecado (Juan 18:35; 19:11). Todos los artífices de la cruz cometieron pecado (Lucas 24:7).

– En la cruz según Lucas 23:34 Jesús concede su perdón a los soldados por su ignorancia. No se trata pues de colaboradores en el plan de la redención ni siguen la voluntad del Padre porque cometen un pecado que requiere perdón.

En Apocalipsis 12 se nos presenta de nuevo a Satanás persiguiendo a Cristo desde el mismo momento de su nacimiento versículos 3, 4, 5 eco del Salmo 2 donde en el versículo 7 se alude a la resurrección (Hechos 13:33); precisamente Dios se burla de la conspiración contra Jesús mediante esta (Salmos 2:4).

En Apocalipsis 13:1, 2 se nos presenta un resumen de la estatua de Daniel 2 y se explicita como estos poderes terrenales actúan bajo la inspiración de Satanás. Tanto Dios como Satanás actúan en la historia a través de aquellos hombres que les son fieles.

Jesús no toleró la hipocresía religiosa de su época, la deformación de los preceptos y del carácter del Padre y sufrió por tanto un choque brutal, real, con las fuerzas del mal. Fue condenado por los sacerdotes Juan 11:50 (su muerte es nuestra vida), por la tradición de la ley (blasfemo), por Pilato, el poder político que no quiere comprometer su carrera (Mateo 27:24), por el pueblo (Hechos 3:14, 15) y en general por la hostilidad de los pecadores (Hebreos 12:3).

La tradición cristiana ha visto a los judíos como los culpables de la muerte de Cristo, lo que alivia su responsabilidad pero deforma la esencia de los hechos. En este sentido la patrística es profundamente antisemita y esto lo recoge tanto el catolicismo como el protestantismo. Se ha querido ver en la última parte del versículo de Mateo 27:25 la razón de la persecución del pueblo judío. Creerlo así es no conocer la historia (auto-inculpación de un pequeño número de judíos en el patio del pretorio), no conocer la literatura adventista (quien inspiraba y estaba allí presente) y no conocer a Dios (concepto teológico de la responsabilidad individual).

La enemistad de Satanás con el primogénito de Dios, Israel, tiene otras muchas razones, acabar con el primogénito es borrar la imagen del Padre e hipotecar el futuro (algo parecido a lo que ocurrió en la plaga sobre los primogénitos egipcios con el agravante de que los dioses de estos tenían su continuidad en los primogénitos de los animales y de las personas. La plaga supuso la destrucción de su sistema religioso. El temor a un dios superior hizo que entregaran bienes materiales a los israelitas).

Israel tiene un valor incalculable para llegar al conocimiento de Dios, su misma supervivencia da testimonio de él, es la garantía de una transmisión fiel (geniza), entender su cultura nos permite una mejor comprensión de la escritura; el valor de su pedagogía, la defensa de su identidad así como el beneficio intelectual de seguir unos principios de vida son argumentos valiosos.

Para nosotros el recuerdo de la creación en su calendario (año 5770) y la observancia del sábado que coincide con el nuestro en la semana, son argumentos notables.

En la Biblia, la mujer, la esposa, Israel y la iglesia lo siguen siendo a pesar de su infidelidad o apostasía.

Toda la trama de la cruz está inspirada por Satanás, es un pecado, una ofensa a la voluntad de Dios, un pecado sin remisión posible. Es precisamente esto lo que legitima la aniquilación del autor del mal.

La cruz por tanto será aceptada e integrada por Dios en el plan de la redención pero no querida ni por él ni por el propio Cristo, como veremos más adelante.

En la Biblia encontramos las trazas del proyecto de la redención del hombre querido por Dios:

1 – prevención del pecado mediante advertencias Génesis 2:16,17

2 – creación y preparación de un pueblo para que reciba al Mesías a través de un ministerio profético desde Moisés hasta Juan Bautista. Si Israel hubiera aceptado al Mesías, Jerusalén se hubiera convertido en capital y luz de las naciones y el reino davídico se hubiera mantenido sin solución de continuidad. Existen profecías de cómo Gog y Magog hubieran atacado a la capital de Reino antes de ser destruidos. Lo mismo que ocurrirá al final del tiempo según Apocalipsis.

3 – integración de la cruz debido al rechazo del Mesías Jesús.

Debemos aceptar que existen en la Biblia indicios de una voluntad ideal, de derecho, por parte de Dios, pero que la actuación del hombre instigado por Satanás la hizo inviable, y Dios en su compromiso por salvar al hombre se acerca a él modificando su actuación (voluntad de hecho). Tenemos los ejemplos de la redención, del matrimonio o de la monarquía.

Existe otro factor que complica el esquema citado. En 1ª Pedro 1:19, 20 Jesús aparece muerto antes de la creación del mundo. ¿Debemos atribuir a la voluntad de Dios el sacrificio de su Hijo?, ¿o es la presciencia de Dios que conoce el fracaso de su voluntad ideal?. Que Dios preconozca las cosas y las manifieste no indica que sea esa su voluntad. Que Dios prevea el pecado del hombre no le hace responsable, que prevea la muerte de Cristo tampoco . Si eso no fuera así equivaldría a considerarlo autor del mal.

Dios que preconocía los acontecimientos que sobrevendrían al Mesías (Hch. 2:23) diseñó el esquema pedagógico del tabernáculo. No invirtamos los términos.

La voluntad de Dios en el plan de la redención es querer salvar a su hijo de la muerte de cruz, pero no debe. Jesús debe ser plenamente hombre, sujeto a todas las contingencias de la debilidad humana sin excluir la muerte que es la más universal de las experiencias de la raza caída. En este sentido era necesario que Jesús muriera. (Lc. 24:7, 26 ).

La muerte de Cristo nunca fue exigida por Dios ni merecida por el cordero que no conoció pecado. La teología Adventista del Santuario subraya la ausencia total de pecado en el macho cabrio ofrecido a Dios en el día de la Expiación. Por otra parte, los sacrificios humanos son abominación a Dios y causa de la destrucción de los pueblos cananeos.

El Padre acepta la crucifixión como un sacrificio voluntario por parte de Cristo, por tanto no exigido por Él (Jn. 10:17, 18) y pone de manifiesto el amor de la divinidad hacia la criatura, amor que no es capaz de retroceder ante nada en su deseo de recuperar la armonía inicial.

III – EL RELATO DE LA CRUZ

El rechazo del Mesías sufriente por parte del pueblo de Israel debido al velo que suponía la tradición, obliga a los escritores neo-testamentarios a encontrar todos los elementos de la biografía de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte en los Escritos.

El mismo Jesús recurrió a este hilo argumental en su discurso a los discípulos de Emaús (Lucas 24:13-32). Estos seguidores de Jesús, velada la comprensión de las escrituras ahora estaban además frustrados por el fracaso de sus expectativas. Todo ello les incapacita para aceptar a un Jesús resucitado. Así el Maestro reconduce sus recuerdos revisando los textos proféticos e inmediatamente son cautivados por las buenas nuevas (Lc.24:32), sin el velo de la tradición denominacional, grupal, la Palabra se convierte en vertical, viva, trascendente y adquiere un sentido pleno.

No esperemos encontrar en el N.T. ningún acontecimiento importante en la vida del Mesías que no estuviera profetizada en el A.T. Se recurrirá a citas o paráfrasis de textos vetero-testamentarios. No habrán nuevas revelaciones o argumentos que no sean el “escrito está”, “para que se cumpliera la escritura”…. Se trata de demostrar que el final ignominioso del Mesías estaba previsto.

Los escritores bíblicos no fueron, en ocasiones, testigos presenciales de los acontecimientos descritos. No lo fueron del nacimiento de Jesús y la mayoría tampoco de su crucifixión. Son relatos escritos al cabo de años, con una finalidad redentora pero también apologética. No son crónicas exhaustivas de los hechos realizadas a pie de suceso, son relatos a posteriori más teológicos que históricos para determinar el sentido salvífico de la vida y muerte de Jesús, demostrando, que ambas estaban previstas por Dios y por tanto el Mesías Jesús podía aceptarse sin recelo.

Así para hacer la descripción de la cruz se recurre a textos proféticos y se busca el eco de los Salmos, el libro más leído y meditado por el pueblo de Israel. Sólo en el relato de la pasión existen más de 20 citas de los Salmos y 32 del antiguo testamento en su conjunto.

La teología de la cruz que se encuentra básicamente en Pablo y Pedro no aporta ninguna revelación nueva. Toda ella está inspirada en el capitulo 53 de Isaías. Así los discípulos, los evangelistas y Pablo vieron en Jesús al Justo de los Salmos, al siervo de Isaías que sufre inmerecidamente debido al odio de sus enemigos, pero que finalmente es arrebatado y rehabilitado por el Padre.

Cualquier información sin base escritural hubiera provocado el rechazo del Mesías y la confirmación de que Jesús de Galilea era un impostor.

IV- CONSIDERACIONES ACERCA DE LA CRUZ

1- La culminación de la kenosis, del vaciamiento, del darlo todo y del no tener nada.

Dios no cobra nada, sólo se da en su hijo y Jesús no paga una deuda, más bien aniquila una impotencia, no gana un pleito jurídico, posibilita una transformación, no levanta un castigo, favorece una relación. Nos salva desde la realidad humana más profunda y universal. Cristo adoptó la condición de siervo humillándose hasta lo sumo; en Salmos 22:6 llega a ser considerado como un gusano despreciado por el pueblo y en Isaías 52:14 aparece desfigurado hasta perder toda apariencia humana. Sin bienes materiales (Mateo 8:20), sin reconocimiento social, agredido y humillado hasta el límite vivió la experiencia del “proletario” absoluto. Sólo podía abarcar todos los problemas del hombre ocupando el último escalafón. Habiendo sido tentado en todo y enfrentando todas las adversidades llegó a identificarse con el sufrimiento universal del hombre, a empatizar con cualquier hombre y vencer en todas las circunstancias posibles. Para la Patrística cualquier prueba asumida por Cristo estaba vencida y redimida; añadiríamos porque él nos ofrece esa victoria.

Jesús, en su experiencia de hombre verdadero, con todas las consecuencias, vive la finitud del tiempo, la discordancia frustrante entre lo que se pretende y lo que se consigue, experimentar la muerte, momento cuando se revelan los auténticos valores del hombre.

2- La victoria definitiva sobre el mal

Su muerte en la cruz consigue desenmascarar la falsedad de las acusaciones de Satanás y hacer justicia al carácter de Dios. Herida dolorosa especialmente para quien ha clavado el aguijón, porque significa su final ( 2ª Ti. 1:10; 1ª Co. 15:55, 56).

Participando en carne y sangre (He.2:14, 17, 18) derrota y triunfa sobre las fuerzas del mal (Colosenses 2:15).

Esta desaparición cósmica del mal hará posible que mi salvación y mi felicidad personal se perpetúen por la eternidad.

3- Un sacrificio de olor agradable (Efesios 5:2)

La muerte de Jesús fue el precio que le costó a él, no el que pagó a nadie, nuestra redención; fue un sacrificio, una ofrenda, una expiación en sentido hebreo y una propiciación. Resultó algo agradable para Dios, como hemos visto y también para el hombre.

3.1)- Para Dios :

– sacrificio voluntario ( He. 9:14; Jn. 10:17) para quitar, llevar los pecados de aquellos que aceptan su ofrenda. Porque Jesús ofrece su vida sin pecado para que nosotros podamos vivir y sólo por eso Dios consiente su muerte (significado de la palabra original que se traduce por el verbo querer en el texto de Mateo 26:39), muerte que tiene sentido y sobre todo se lo da a lo absurdo de la nuestra.

-Sacrificio sin mancha, una vida de perfecta obediencia. Por primera vez en la historia un hombre está sin pecado y en perfecta armonía con la voluntad de Dios. Esta vida de obediencia derramada en mi favor es la que garantiza mi salvación porque Dios me la aplica gratuitamente.

Jesús demostró que es posible obedecer a Dios, conformarnos a su voluntad si no nos separamos de Él. Pero esta adhesión provocó la oposición de un mundo que se rige por otros principios. Como respuesta Jesús se enfrentó a la trama de la cruz. No pactar con el poder político, enfrentarse a las tradiciones religiosas, no aceptar los convencionalismos sociales y predicar un mensaje virtuoso le llevó a la muerte. Olor agradable también por su obediencia completada con la experiencia de una muerte inmerecida. Por eso Dios lo resucitó. Sin la resurrección Jesús hubiera sido un idealista aplastado por el sistema, pero Dios reivindicó al blasfemo en contra de los poderosos. La muerte que no pudo retenerlo se rompió (Hch.2:23, 24), no como un aplazamiento (caso de Lázaro) sino con la recuperación de una naturaleza espiritual, con todas las características del ser físico pero sin los límites del espacio y del tiempo, lo que hizo con los que resucitaron al mismo tiempo que él y anticipo de lo que hará con nosotros (Ro. 6:9; 1ª Cr. 15:44).

3.2) Para el hombre:

– Porque rompió la tiranía de la ley y su ineficacia. En la cruz se cancelan unas ordenanzas que nos eran desfavorables no porque lo fueran en si mismas, sino que eran ineficaces para conducirnos a la redención por la debilidad de la carne Ro. 8:3; Col.2:14; Ez. 20:25. El acceso a la vida eterna se proclamará ahora sin las limitaciones debidas a una etnia o una geografía, rompiendo la barrera que separaba a los hombres entre si y a los hombres con respecto a Dios Ef. 2:14-18; Col.1:19-23.

– Porque manifestó el amor de Dios y su auténtica naturaleza. La renuncia sin límites y la ofrenda generosa de un miembro de la divinidad para nuestro beneficio debería ejercer en el hombre, en cualquier hombre una atracción irresistible, tal como Jesús expresó.

4- El amor de Dios que me da la certeza de la salvación (Juan 3:16)

En varias ocasiones Dios muestra su amor por el hijo (Mateo 3:17) y Jesús manifiesta que él quería evitar la cruz Mateo 26:39. Todo ello viene a testimoniar el inmenso amor del Padre y del Hijo al aceptar la cruz. Amor desfigurado por la tradición cristiana en lo que respecta al Padre.

El Dios que diseña con el Hijo el plan de la redención, el Dios que se somete a la voluntad del hombre, el Dios que está presente con Cristo en todo su ministerio reconciliando al mundo consigo (¡ no al revés!), el Dios que no nos niega a un miembro de la Divinidad es el Dios cuyo corazón se desgarra en la cruz. No se detiene ante nada, para que yo pueda vivir con él durante toda la eternidad, para que yo pueda amarle sin temor (el amor echa fuera el temor). Y es precisamente su grado de implicación lo que me da la certeza absoluta de la redención, si este es mi deseo y mi compromiso. Sin la cruz sería más difícil convencerme de su amor.

No incurramos el error de dicotomizar a la Divinidad en la cruz, un Dios exigiendo y un Jesús padeciendo, no es lo que Cristo nos manifestó, tanto el Padre como el Hijo padecen pero se gozan por los resultados para la criatura ( Is. 53:10-plugo; Col. 1:19; He. 12:2; Col. 1:24 en el caso de Pablo ). De nuevo Dios de un mal no querido pero aceptado (la muerte de su Hijo) obtiene un bien definitivo una obediencia perfeccionada, completada que pone a nuestra disposición.

5- Apreciar la vida vicaria de Cristo y su ministerio posterior

La cruz rompe el sentido de la historia pero la redención no es un hecho puntual que quede en el pasado, sigue en marcha porque no es un rescate en sentido comercial, una deuda pagada. Para Cristo existe un ministerio de intercesión todavía que cumplir, para mi una vida que vivir en Él, una vida receptiva a la influencia del Espíritu Santo que va a contribuir a mi perfeccionamiento aunque la perfección sólo es y será posible en Cristo ya puedo vivir aquí y ahora en Él. Lo voy a hacer porque su vida me salva, la muerte sólo hace la salvación posible ( 1ª Co. 15:14 ). Este concepto supone un mayor grado de compromiso, la muerte es un hecho puntual y pasado, es su vida la que debo vivir con su ayuda.

El objetivo de la vida de Cristo fue dar testimonio de la verdad, de Dios. Por eso Pilato no recibió ninguna respuesta cuando preguntó ¿que “cosa” es verdad?. Que Jesús dio a conocer al Padre lo afirman Jn. 1:18; 12:45; 14:9. Antes de su muerte Jesús dio por concluida su labor en este sentido Jn.17:4. A partir de este momento serán los hombres inspirados por Satanás los que actuarán y Jesús pasará a ser un sujeto pasivo, a padecer en silencio.

6- El silencio de Dios

Es el respeto por el hombre y su historia, es la impotencia dolorosa de Dios frente a la voluntad del hombre y frente a una acusación falsa e injusta. Las acusaciones que se basan en juicios de valores (el carácter de Dios) y no en hechos objetivos, sólo pueden rebatirse cuando finalmente estos se producen, se materializan.

Silencio de Dios en la cruz y en la vida del creyente. Si analizamos el primero podremos extrapolar los resultados a nuestra propia vida.

Analicemos el Salmo 22 al que Jesús hace mención en la cruz, cuando se cuestiona el abandono de Dios:

– en los versículos del 2 al 22 encontramos uno de los muchos pasajes de David acerca del sufrimiento del inocente, del justo, con un marcado carácter mesiánico y con precisiones unívocas (versículos 1, 2, 7, 8, 15, 17, y 19).

– en los versículos del 23 al 32 tenemos una declaración de confianza absoluta en Dios por encima de las circunstancias (versículo 25).

Cuando un judío citaba el inicio de un texto bíblico se sobreentendía que hacia referencia a su totalidad, por esta razón las últimas palabras de Jesús, al recordar este Salmo, son de una confianza absoluta en su Padre (Lucas 23:46). Jesús presentía al Padre y se sabía escuchado. Lo había previsto (Juan 16:31, 32) y Hebreos 5:7 lo confirma.

El dolor del Padre se manifestó cubriendo con oscuridad la desnudez de su hijo en la cruz y mediante las convulsiones de los fenómenos naturales en el momento de la muerte.

Pero la muerte de Cristo nunca fue merecida por el Hijo ni exigida por el Padre, hemos rastreado su causalidad diabólica y Pablo es contundente al afirmar que no formaba parte de los planes de Dios ( 1ª Co. 2:7, 8).

En su respeto a la criatura y desde la voluntad capital de rescatarla Dios se retira de su Hijo de forma injusta, silencio escandaloso en este caso porque Jesús no debía morir, al no haber pecado, para que la experiencia perfeccionada de Jesús fuese integrada en el plan de la redención, pasando a ser la cruz el símbolo de esta.

Lo que tiene sentido no es la muerte que es simplemente el cese de las funciones biológicas y que no tiene contenido; ni la sangre como fluido u objeto, sino lo que representa, la vida del cordero sin mácula derramada como un sacrificio voluntario.

Ahora podemos afirmar que el silencio de Dios en nuestra vida tampoco representa ausencia o indiferencia. Frente a la angustia que nos provocan la injusticia y la fragilidad del ser, cuando nuestras oraciones parecen no ser escuchadas, cuando tenemos la sensación de que Dios nos ha abandonado, la experiencia de Jesús en la cruz nos da la seguridad de que Dios nos escucha, que está sufriendo con nosotros y empeñado en una respuesta liberadora.

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