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El Hijo de Dios entre nosotros

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)
¿El Jesús histórico?
La lección de esta semana afirma que “la evidencia histórica” de que Jesús vivió en la tierra “es abrumadoramente clara”. Debemos ser cuidadosos al hacer esta declaración, a pesar de que la vida y la muerte de Jesús están en el centro de nuestras creencias cristianas, y de que estamos dispuestos a declarar que Jesús vivió en Palestina alrededor de dos mil años atrás. Pero el hecho es que su existencia no ha sido demostrada más allá de toda duda, así como tampoco existe ninguna evidencia física de que Mahoma, Platón, Sócrates, o Julio César existieron. Su existencia se basa en testimonios y en la documentación que ha sobrevivido.
Cientos de generaciones han luchado durante siglos para encontrar evidencia física de que Cristo vivió en la Tierra. Sin embargo, no es la “evidencia física” la que justifica la creencia de los cristianos en la encarnación de Jesús. La mejor prueba que ofrecemos es que Jesús trabaja en nuestras vidas a través del Espíritu Santo.
Los musulmanes se enfrentan a la misma cuestión en relación con la existencia histórica de Mahoma. Los estudiosos islámicos conservadores no aprueban los esfuerzos que hacen algunos musulmanes de utilizar la arqueología y otros métodos científicos para probar que Mahoma vivió en la Península Arábiga. Consideran que estos esfuerzos prueban que los investigadores no creen plenamente en las revelaciones del Corán; en otras palabras, que son musulmanes que tienen dudas. Por el contrario, consideran que el Islam es una religión basada en la revelación divina, y, por lo tanto, está por encima de la observación, la experimentación, y los hechos naturales.
Los intentos de explicar a Jesús
En la testificación, las palabras acerca de la belleza de la vida de Cristo y sobre lo que él puede hacer por los pecadores son muy importantes. Sin embargo, los testimonios personales que se ponen de manifiesto en las vidas de los testigos, ofrecen siempre los mejores argumentos.
David Penman (1936-89), arzobispo anglicano de Melbourne, Australia, y durante muchos años misionero en las zonas musulmanas, declaró el asunto de esta manera:
A pesar de que llevo más de una década en Asia y el Medio Oriente, aún no encontrado a un musulmán que haya sido convencido y persuadido para seguir al Jesús de los Evangelios por la calidad de nuestros argumentos o por el alcance de nuestro conocimiento. Por el contrario, esa transformación sólo se ha producido por el milagro del amor trasplantado en la teología, en la vida y en el testimonio del poder del Espíritu Santo en nuestras vidas.
A esta declaración hay que añadir el hecho de que los cristianos han utilizado todo tipo de estrategias en los últimos mil años para ganar a los musulmanes para Cristo. Estas han incluido legiones de libros, artículos y folletos, todos los cuales han presentado interesantes y convincentes argumentos para explicar la divinidad de Cristo como salvador del mundo.
En contraste, la experiencia nos dice que una de las mejores maneras de transmitir doctrinas cristianas importantes no es el testimonio o la excelencia de la argumentación. Por el contrario, la clave se encuentra en la nostalgia de los musulmanes por el hogar definitivo, ya que reconocen que son pecadores que anhelan la paz y el perdón.
La gracia salvadora de Cristo, sus cualidades, y su papel en la salvación no se pueden explicar. Deben ser experimentados. Cristo se convierte en una realidad que las personas pueden experimentar cuando se ven a sí mismos como pecadores desvalidos que necesitan de la salvación, y descubren que el camino hacia la paz de la mente y la certeza del perdón no está en la obediencia a las leyes ni en los rituales.
El reconocimiento de que Dios estaba dispuesto a perdonar y dar nueva vida a través de Jesucristo, es la mejor y más eficiente manera de presentarlo a los musulmanes. Esa experiencia de vida probablemente no habilitará a una persona para explicar el misterio. Sin embargo, capacitará a esa persona para que sea un testigo convincente de la influencia del amor de Dios. Debido a la experiencia de la salvación, Jesucristo será aceptado, comprendido y apreciado.
Jesús, publicanos y pecadores
En los textos elegidos para la lección de esta semana (Mateo 11:19; Marcos 2:15; Lucas 15:1,2), las palabras “publicanos” y “pecadores” aparecen juntas. ¿Qué tipo de pecados podrían haber estado relacionados con los publicanos?
1. Los publicanos eran jóvenes funcionarios públicos empleados por los odiados poderes de ocupación, los romanos gentiles. Los publicanos eran traidores al judaísmo, y, por lo tanto, apóstatas.
2. Eran empleados sobre una base contractual. Una cantidad fija de lo que ellos recaudaban en impuestos y aduanas debía ser pagada al gobierno. Podían guardarse lo que pudieran retener en exceso. Los publicanos cobraban derechos de aduana sobre las exportaciones, las importaciones y los impuestos, y se sabía que eran deshonestos.
3. En su trabajo, los publicanos tenían estrecho contacto con los gentiles, no sólo con sus amos romanos sino también con algunos de sus clientes. Los judíos conservadores consideraban que era una abominación tener cualquier clase de relación con los gentiles, y la mayoría pensaba que era ilegal pagar tributo a los paganos, lo que incluía a sus ocupantes romanos.
Los fariseos en la lista negra
Los fariseos (los “separados”) hacían hincapié en la estricta interpretación y observancia de la ley mosaica, en su forma oral y escrita. Además de ser una secta religiosa, los fariseos eran un partido político, un movimiento social, y una escuela de pensamiento. Representaban una idea algo similar a la del califato en el Islam, donde la religión y la política formaban una síntesis.
Jesús denunciaba a los fariseos más que a cualquier otro grupo de personas. Lo hizo probablemente porque encontraba que su rectitud era sólo exterior. Ellos hacían hincapié, hipócritamente, en la importancia de las cosas externas y visibles para impresionar a la gente con su religiosidad.
Cristo colocaba a la religión en un pie diferente. A su juicio, el corazón –no sólo las acciones exteriores de una persona— debe estar en buena relación con Dios. No sólo se debe limpiar el exterior de la taza y el plato sino que, por encima de todo, se debe cuidar su interior.
Criado y educado como fariseo, Pablo aplicaba su formación y experiencia en forma positiva como elementos importantes en su exitosa labor misionera a favor de judíos y gentiles. En sus días, la proclamación del evangelio se basaba únicamente en el Antiguo Testamento; sólo existían narraciones orales del ministerio de Cristo. De todos los apóstoles, Pablo era el mejor calificado para decidir qué “absolutos” divinos de las Escrituras debían mantenerse, predicarse y ser obedecidos, y qué formas culturales de los judíos podían ser olvidadas. Esto es sumamente importante cuando el evangelio tuvo que ser contextualizado para el mundo gentil.
Cristo buscaba a la gente ganable
Cristo vino para salvar a todos los pecadores. ¿Por qué, entonces, él se mezclaba con los publicanos y evitaba a los fariseos?
Una de las razones podría ser que, mientras que los fariseos despreciaban a Jesús y lo aislaban, los publicanos lo aceptaban. Las personas despreciadas y oprimidas tienden a ser más receptivas. Sienten las necesidades, quieren ser comprendidos y apreciados; otras personas los despreciaban. Este podría ser el motivo de su apertura y hospitalidad. Sin duda, esto era conveniente para Jesús, que quería llegar a todo tipo de personas.
David fue ungido para suceder a Saúl después que Dios lo rechazó como rey. Sin embargo, Saúl persiguió a David y no estuvo dispuesto a cederle el trono. Como resultado de las intrigas de Saúl y sus hombres, David tuvo que organizar su propia fuerza de defensa.
La constitución de los primeros seguidores de David se registra en 1 Samuel 22:1-5:
1. David se fue de allí y escapó a la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y la familia de su padre lo supieron, vinieron allí a él.
2. Y se juntaron con él todos los que estaban en peligro, los endeudados y los descontentos, y se convirtió en su líder. Cerca de cuatrocientos hombres estaban con él.
Este pasaje ofrece interesantes ideas sobre la manera como comienzan los nuevos movimientos, partidos políticos, sectas religiosas, y las empresas pioneras. Los primeros seguidores son por lo general personas insatisfechas con el estado general de cosas, o con el gobierno, con afiliaciones del pasado, e incluso con su propia condición social. Por la misma razón, sin duda, muchos pecadores (publicanos) deseaban estar cerca de Cristo, y él los aceptó.
Las mismas razones podrían darse también para los progresos que han tenido las misiones adventistas del Séptimo Día en el mundo en desarrollo hoy en día. Tal vez también explica por qué las iglesias cristianas tienen poco éxito en el mundo desarrollado, donde relativamente pocas personas están en peligro, sobrecargadas con deudas, y descontentas. La gran cuestión es la siguiente: ¿Tenemos espacio para estas personas y somos capaces de comunicarse con ellos?
Preguntas para la discusión en clase:
1. ¿Su vida espiritual se fortalecería si tuviéramos la prueba de que Cristo vivió en Palestina hace dos mil años?
2. ¿Cree usted que un mayor número de personas aceptarían a Jesús si –en una situación de testificación— Ud. pudiera ofrecer pruebas de que su existencia es una realidad histórica?
3. ¿Qué clases sociales, en las sociedades modernas, podrían clasificarse como
“publicanos” y “pecadores”? ¿Y como “fariseos” y “escribas”?
4. ¿Cómo los trataría Cristo hoy?
Borge Schantz escribe desde su país natal, Dinamarca. Tiene un doctorado de la Escuela de Misión Mundial, del Seminario Teológico Fuller y ha servido a la iglesia Adventista del Séptimo día como un pastor, evangelista, profesor, y administrador. También fue director fundador del Centro de Estudios Islámicos de los Adventistas del Séptimo Día.

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