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“La realidad inescrutable de YHWH, el Dios de Israel”

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

Las cuatro consonantes que componen el nombre del Dios de Israel siguen siendo no pronunciadas en hebreo, porque carecen de las vocales para permitir la vocalización.

No hay una representación física del Dios de los hebreos y tratar de hacer una es contradecir directamente sus instrucciones e incurrir en su ira.

¿Cómo hacía Israel para entender a este Dios? ¿Cómo lo hacemos nosotros?

Nuestro estudio comienza en el desierto, con Moisés de pie ante la zarza ardiente que no se consume por el fuego.  Este espectáculo inusual ha llamado su atención y es a partir de la zarza ardiente que Dios le llama por su nombre.

Moisés responde: “Aquí estoy”.

Entonces Dios le advierte que no se acerque, porque se encuentra en suelo santo, y debe quitarse el calzado.  Moisés hace lo que se le dice y además esconde su rostro porque tiene miedo de mirar a Dios.

Dios se identifica de una manera muy personal.  “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”.

Una vez hecha la conexión familiar, Dios da a Moisés una asignación familiar: debe volver a Egipto, donde es buscado por asesinato, y liberar a los israelitas de manos de los egipcios.

“¿Quién soy yo para ir ante Faraón y sacar a los israelitas de Egipto?”, pregunta.

Dios, el gran “Yo soy”, asegura a Moisés que va a estar con él.  “Y esta será la señal de que soy yo el que te ha enviado.  Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, serviréis a Dios sobre este monte”.

Adorar a Dios es la señal.  Es también la petición que Moisés hace al faraón: que deje salir al pueblo israelita de Egipto, para adorar a su Dios.

Así, el Éxodo, el viaje que va a refinar y definir a Israel tiene que ver con la adoración, porque la comunidad se construirá mediante la adoración, y también de esa manera su relación con Dios será solidificada.  El erudito del Antiguo Testamento, Walter Bruggemann, dice: “La adoración en Israel no era sólo un reflejo de la convicción teológica acerca de YHWH, sino que era también generadora de esa convicción”.

Este es un punto que muchas veces se pierde de vista, de acuerdo con Bruggemann.  “Las iglesias protestantes –tanto las tradiciones  liberales como las conservadoras— rara vez reconocen que la adoración es, precisamente, el punto donde la energía, la conciencia y la determinación se generan para una vida alternativa en el mundo.  Debido a que el elemento profundamente personal es evidente en el culto de Israel, esa articulación personal es totalmente inherente en los procesos generadores de la comunidad”.

La adoración de Israel consistía en seis prácticas fundamentales, dice Brugggemann; ellos son:
• Los actos exuberantes de alabanza,
• el lamento y la queja,
• la atención a los requisitos de pureza y santidad,
• la atención al prójimo,
• la conmemoración disciplinada y vigorosa,
• la vigorosa imaginación con respecto al futuro.

Nuestro estudio termina con el elemento del lamento y la queja –el relato sobre el becerro de oro, su adoración, que enfureció a Moisés y a Dios porque contradecía todo lo que Dios le había pedido a su pueblo.

Cuando Moisés entra en la escena de la celebración de danzas alrededor del becerro, se aíra tanto que rompe las tablas de piedra que trae como testimonio de su conversación con Dios.  Quema el becerro de oro, rocía las cenizas en el agua y hace que el pueblo beba el agua.  Los que habían persuadido a Aarón para hacer el becerro, son ejecutados.  Entonces Moisés vuelve a la presencia de Dios y pide perdón para el pueblo.

Otorgado el perdón, los israelitas pueden comenzar los trabajos para la construcción de un santuario en el desierto, siguiendo las instrucciones explícitas que Dios ha dado a Moisés.

El deseo del gran YHWH es morar con su pueblo.  La adoración constituye el cómo y cuándo eso sucede.

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