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Escuela sabática: El crisol del Pastor

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)
Sufrir es divertido. Puede parecer extraño usar la palabra divertido como adjetivo que describe el sufrimiento. En realidad, ¡las dos palabras son contradictorias! A menudo se relaciona el sufrimiento con palabras como pesado, doloroso, y difícil. El concepto de sufrimiento es totalmente contradictorio con la primera ley de la naturaleza–la de la auto-conservación. No, divertido no es la palabra que suele venir a nuestra mente cuando pensamos en el sufrimiento. Sin embargo, quisiera ofrecer una perspectiva que, en verdad, apoyará el uso de estas dos palabras en un mismo sentido.
Para empezar, definamos los dos términos: sufrimiento y divertido. En primer lugar, debido a lo que la palabra denota, sufrimiento (es decir, sentir dolor; aflicción, penuria), podemos suponer que se trata de la suerte de todos los que vivimos en este mundo caído. La imagen familiar de Dios como el Buen Pastor, que está con los miembros de su pueblo mientras éstos “caminan en el valle de sombra de muerte” (Salmo 23), es una visión amada por todos los cristianos y un versículo predilecto–que nos gusta citar—y que ha sido una gran fuente de consuelo para muchos sufrientes.
Este cuadro muestra también el ministerio de Jesús a favor nuestro, porque las Escrituras dicen que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo (2 Cor. 5:18). Así como Dios fue el Pastor de Jesús que caminó junto a él en su peregrinación, del mismo modo podemos estar seguros de que Jesús será un fiel Pastor para guiarnos en la jornada de nuestra vida–jornada que tiene como destino el corazón del Padre y el hogar que Dios ha preparado para nosotros. Dios está familiarizado con el terreno de esta peregrinación porque también ha experimentado el dolor, la aflicción, y el sentimiento de pérdida que se encuentra en esta senda. Ha soportado el mal, la injuria, el dolor y la muerte.
A menudo se dice que algunas personas necesitan “encontrarse a sí mismas”, porque están perdidas y necesitan una guía. Si seguimos al Pastor, encontraremos nuestro verdadero yo a través del sufrimiento, así como lo hizo Jesús. ¿Cuál es el verdadero yo que el sufrimiento nos revelará a todos? Es el ser uno con Cristo, como decía el apóstol Pablo: “que pueda conocerlo a Él y el poder de su resurrección” (Fil. 3:10). Jesús se encontró a sí mismo en el sufrimiento que le impuso el pecado. Llegó a ser el Salvador y Redentor al tomar sobre sí mismo los sufrimientos de la humanidad.
En el popular libro devocional Mi máximo para su Más Alto, Osvaldo Chambers identifica otro papel del sufrimiento, quizás más crítico, en la vida de un cristiano. “No es correcto decir que Dios quiere enseñarnos algo mediante nuestras pruebas”, escribe Chambers. “A través de cada nube ÉL nos muestra el camino, Él quiere que desaprendamos algo. Su propósito . . . es simplificar nuestras creencias hasta que nuestra relación con Él sea exactamente como la de un niño” (211). ¿Cuán a menudo nosotros, como individuos, hemos dicho o hemos oído decir: “Dios está tratando de enseñarme algo por medio de esta experiencia”? Más de una experiencia terrible me ha dejado perpleja, al tratar de descubrir qué era lo que necesitaba aprender de ella. Ahora, simplemente pregunto: “¿Qué es, Señor, lo que estás tratando que yo comprenda acerca de confiar en ti, por medio de esta situación particular? ¿De qué creencias acerca de mí misma, de los demás, o de ti, necesito desprenderme? Para mí, esta ha llegado a ser una manera mejor y más significativa de descubrir las razones de mis pruebas.
Finalmente, otro aspecto de la palabra divertido es “extraño; sospechosamente raro o curioso”. Al seguir al Pastor, nuestra peregrinación nos lleva a través “del valle de sombra de muerte”, pero no necesitamos temer al mal. El plan de Dios es que resulte “extraño” o “curioso”, especialmente para los que esperamos, que no haya temor en nuestros rostros o en nuestras respuestas a las pruebas. Al considerar los sufrimientos venideros como sombras, levantamos nuestra mirada para ponerla en el Pastor y no en esas sombras. Gracias a los sufrimientos de Jesús, no recibimos todo el impacto de las pruebas–tan sólo un golpe resplandeciente, y sólo lo que seamos capaces de soportar.
Las descripciones bíblicas de los sufrimientos de Jesús están bien documentadas. Él sufrió de acuerdo con la “voluntad de Dios”. Jesús continúa haciendo algo sorprendente con el sufrimiento. Desde el principio hasta el fin, su sufrimiento es de naturaleza redentora. Él tomó todo el sufrimiento de la humanidad sobre sí mismo: así saca su aguijón. Luego nos lo devuelve–purificado y destinado a hacernos semejantes a él. Lo que salió de la mano de Satán con el propósito de destruirnos, ahora viene de la mano del Señor en la forma de ese golpe resplandeciente, sólo para nuestro bien.
Es verdaderamente curioso lo que Jesús hace por nosotros. A causa de él, el sufrimiento, en un sentido real, es un don de Dios que Jesús nos invita a recibir y aceptar. También resulta curioso que Jesús mismo sea la encarnación del verdadero sufrimiento, y que por medio de él sólo experimentemos las sombras del sufrimiento por la voluntad de Dios. A semejanza del bautismo que Jesús recibió por toda la humanidad, así también Jesús soporta el sufrimiento por todos nosotros. Nosotros completamos “lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” (Col. 1:24). Participamos en la fraternidad de su sufrimiento, pero sin el aguijón mortal.
Las Escrituras dicen que Cristo mismo ha padecido el sufrimiento y la tentación; y él es capaz de ayudarnos cuando somos tentados (Heb. 2:18). Dios caminó junto a Jesús en esta peregrinación. ¿No nos llevará, entonces, a un refugio seguro así como lo hizo con su Hijo? En armonía con esto, nuestros sufrimientos tienen una naturaleza redentora. Esta perspectiva ha sido una gran fuente de gozo para mí, y oro para que también lo sea para vosotros, durante este trimestre, mientras estudiamos sobre el sufrimiento.

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