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“Las cartas a los Tesalonicenses: el contexto greco-romano”

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Hace dos semanas le “prometí” a mi esposa, “esto no tomará mucho tiempo”.  Eso es más largo de lo previsto, con abundantes notas sobre las fuentes-hambre.  Tómese el tiempo para leer y pensar, y considerar algunas cosas. Si lo que sigue es desconcertante, bienvenido a leer el Nuevo Testamento en el mundo de la audiencia inicial, en lugar del nuestro. De este modo, obtenemos una imagen más profunda y multidimensional, y más completa del contexto del mensaje de Pablo.

Durante mucho tiempo he sido un admirador de la erudición del principal contribuyente de esta Guía de estudio.  Las investigaciones del Dr. Paulien me resultaron valiosísimas cuando enseñé Apocalipsis.  Yo también me identifico con el reto de escribir las lecciones para un trimestre de la Escuela Sabática, tratando de sintetizar una enorme cantidad de información sobre un tema complejo.

Dicho esto, hay algunas diferencias en nuestra manera de entender el contexto histórico de Tesalónica y las cartas a los Tesalonicenses.

En los tres primeros días de la lección de esta semana, la fuente principal que se utiliza para dar forma a la discusión es una hipótesis de investigación formulada por Robert Jewett.  Según lo detallado por otros estudiosos del Nuevo Testamento y de la Historia Clásica, los puntos de vista de Jewett son en gran medida erróneos con relación a Tesalónica y su contexto histórico.  Teniendo en cuenta esto, la información de la lección y sus conclusiones deben ser reformadas considerablemente.  Por lo tanto, mis comentarios de esta semana son un tanto “contra-lección” en lo que respecta a las cuestiones históricas contextuales de la Tesalónica greco-romana, sus religiones, y el contexto moral y religioso de mediados del siglo primero e la E.C.

Nota: Las frases o términos que siguen en las notas se extraen de la lección.

La Tesalónica Greco-romana

Para ser justos con la Guía de  estudios trimestral, la Macedonia provincial y la ciudad de Tesalónica experimentaron una serie de circunstancias positivas y negativas después de la conquista romana en el año 168 A.E.C. a través de la República Romana Tardía.  Un hecho positivo, alrededor del año 120 A.E.C., fue la construcción de la Vía Egnatia, la carretera romana que iba desde el mar Adriático a Tesalónica.  Ayudó a posicionar la ciudad como capital de la provincia romana de Macedonia, dada su céntrica ubicación en la carretera y la posesión del puerto más grande en el norte del mar Egeo, dando lugar a importantes beneficios para la población de la ciudad.

El contexto histórico de Tesalónica en su relación con el cristianismo primitivo y la correspondencia de Pablo, está principalmente determinado por los acontecimientos que tuvieron lugar durante la Última República Romana y el imperio Julio-Claudiano.  La ciudad experimentó los vaivenes económicos, políticos y sociales de las guerras civiles de Roma, conducentes al establecimiento del imperio. También ganó importantes ventajas en este proceso.

Después de la batalla de Filipos en el 42 A.E.C., a Tesalónica se le concedió el honor de la civitas liberae condicionis (conición de ciudad libre) por ser aliada fiel de Roma. Este honor cívico y las obligaciones que juró junto con Roma, incluyen la libertad de impuestos y la autonomía sin trabas, votaciones locales para el liderazgo, la libertad de celebrar reuniones públicas, administración de los tribunales de la ciudad, y la libertad para acuñar monedas.  Mientras que Macedonia fue una provincia romana imperial, Tesalónica tenía el privilegio añadido de no tener tropas romanas con base en la ciudad.  Estos fueron los más altos honores de una relación beneficiosa con Roma, que se dio a pocas ciudades en el Imperio de Oriente. Fue un honor adicional para la ciudad el hecho de albergar la residencia del gobernador romano, algo por lo que todas las ciudades provinciales competían.  Además, los procedimientos administrativos y judiciales del gobernador añadían el tránsito de personas y bienes, que se beneficiaron económicamente a la ciudad.

Restaurada a la posición de provincia senatorial en el año 44 C.E., Macedonia no fue “ocupada” por las tropas romanas.  Si nos guiamos por el gobierno de Plinio de la senatorialmente regida Bitinia, el gobernador de Macedonia puede haber tenido 10-12 soldados en su entorno, los únicos soldados romanos en la provincia. Difícilmente podemos considerarlo una “ocupación”.

El resultado no fue “impotencia política”, sino una ciudad gobernada por sus ciudadanos –el demos (asamblea) eligió un boulé (consejo) que consiste en politarcas (concejales) que gobernó Tesalónica, como se demuestra en Hechos 17:5-9 y es atestiguado en las inscripciones de Tesalónica.  Algunos politarcas eran también miembros de la koinon (Consejo Provincial) de Macedonia, que participaba en la comunicación directa con el emperador en los asuntos provinciales.

De este modo, los romanos no eran “los ocupantes extranjeros” desde la perspectiva de Tesalónica.  La ciudad fue fiel a Roma y honrada por ella para su beneficio y sus privilegios.  A su vez, Roma fue obligada por su honor a mantener los acuerdos jurados por fe en lo que respecta a los beneficios y el estado civil de Tesalónica.  Por otra parte, algunos politarcas, mientras que celebraban su “identidad griega”, lo hacían como tesalonicenses que tenían la ciudadanía romana.  Las identidades griega y romana se entrelazaban claramente en la vida de Tesalónica.  Ésta no estaba “gobernada por los extranjeros”.  Fue una metrópoli que se consideraba como una parte integral del imperio.

Roma no trajo “la dislocación económica”, sino más bien una reubicación económica, de beneficio mutuo para Tesalónica y Roma.  La terminología de la lección, que habla de la “explotación colonial”, “exportación de impuestos” y “desvío de mercancías” hacia Roma, tergiversan la realidad de las relaciones de tesalonicenses y romanos.  La libertad que tenía Tesalónica de los impuestos romanos, significaba que los ciudadanos y los que se instalaron en la ciudad obtuvieron ventajas económicas en los beneficios y el comercio.  Esto atrajo a inmigrantes y comerciantes de todo el Mediterráneo Oriental, de Italia y Roma.

Los romanos emigraron a Tesalónica y se convirtieron en una parte vital de la comunidad.  Muchos tenían suficiente riqueza como para poseer esclavos y empresas, y su participación en el desarrollo del comercio y de la comunidad misma aumentó la vitalidad económica de la ciudad.  Algunos se casaron con ciudadanos de Tesalónica, lo que les permitió ocupar los cargos de la ciudad.  La beneficencia Romana –sus donaciones para las necesidades cívicas—es alabada en las inscripciones en honor a ellos por su nombre y, a veces, en la proclamación conjunta de la beneficencia de la diosa Roma (Roma deificada).  Otros inmigrantes no-ciudadanos, de Caria, Cilicia, Tracia, el Ponto, Bitinia, y la provincia de Asia, llenaban los mercados de la ciudad, sus calles, casas, templos y el puerto.

El abuso en los impuestos no estaba permitido por la ley romana, y Claudio, emperador romano cuando Pablo predicó y escribió a Tesalónica, era conocido por una cuidadosa gestión económica de los asuntos provinciales.  Históricamente, durante el Imperio, los gobernadores romanos de Macedonia no eran conocidos por el mal uso del poder mientras estaban en el cargo, delito condenable de oficio en Roma.  De hecho, Publio Memio Regullus, un senador romano y gobernador imperial de Macedonia, desde 35 a 44 E.C., impidió la ejecución de la orden del emperador Gayo para llevar la estatua de Zeus, el dios principal del panteón griego, de Olimpia a Roma.  Fue un acto de resistencia a la orden imperial que probablemente impidió la rebelión en Macedonia en 40-41 E.C., a riesgo de su vida y en beneficio de la provincia.

La presunción de la lección de que la elite romana o de Tesalónica oprimía a las clases pobres y trabajadoras, representa la huella de la perspectiva contemporánea de Jewett, pero no se refleja en las convenciones sociales, las relaciones, o la historia del antiguo Imperio Romano.  Como Pedro Lampe lo resume sin rodeos: “En general, la conciencia de clase casi no existía en el Imperio Romano”.   La identidad socio-económica, el rango y la condición social se manifestaban y vivían dentro de una red dinámica de relaciones personales, étnicas, religiosas, históricas y comunitarias, del hogar, familiares, patrón-cliente, benefactor-beneficiario, en una permanente negociación de colaboración para beneficio de todos los que vivían dentro del imperio, desde los esclavos hasta los emperadores.

Es cierto que desde el 40 al 51 E.C., el Imperio Romano de Oriente, incluyendo Macedonia, fue afectado por la escasez de alimentos y la hambruna.  La profecía de Agabo, en Hechos 11:28, se cumplió.  El aumento de los precios de los cereales y el estrés social resultante causado por la inflación y la necesidad de trabajar para sobrevivir se ven reflejados en los imperativos de Pablo para trabajar en 1 Tesalonicenses 4:9-12 y 3:6-12.

 

La religión en Tesalónica

Los habitantes de Tesalónica no fueron “dejados sin religión significativa”, ni tampoco el culto imperial estaba diseñado para “suprimir” la vida espiritual de los tesalonicenses, como se sugiere en el informe trimestral.  La ciudad de Tesalónica estaba inmersa en la experiencia del culto religioso, que era individual y colectivamente compartido en todo el mundo greco-romano.  El pueblo adoraba a Afrodita, Deméter, Zeus, Artemisa, Apolo, Isis, Serapis y Dionisio, entre otras deidades.

Un ejemplo de la religión de Tesalónica: El culto de Isis y Serapis

Tesalónica tenía un Serapeum, un templo dedicado en el siglo III A.E.C. a las deidades egipcias, incluyendo Isis, Osiris, Serapis, Anubis y otros dioses.  Los dioses egipcios eran adorados por los seguidores de las etnias griega, egipcia, romana y otras en Tesalónica.  Los devotos de Isis vivieron una ronda diaria de culto, comidas sagradas, y festivales anuales, incluyendo una ceremonia religiosa y una procesión pública para abrir la temporada de navegación.  Isis era elogiada en los himnos y las inscripciones como eterna, creadora, salvadora, diosa de los cereales, protectora de los marineros y los viajes por el océano, legisladora, que perdonaba el pecado (la llamada Justicia de Isis, entre otros epítetos).  La experiencia personal e intensa del culto e Isis –la oración, la restauración física, los milagros, la aparición de Isis en sueños y visiones, y el culto individual y comunitario, están vívidamente retratados en la novela de Apuleyo, Metamorfosis, cuando Lucio, el personaje principal, se encuentra con Isis y se convierte en su adorador, y luego en pastor/sacerdote.  El punto es que la mayoría de los habitantes de Tesalónica se dedicaban a prácticas de culto de numerosos dioses, a los que sintieron poderosos, cariñosos y cercanos.

El culto de Cabirus: más complejo y problemático que lo que la Lección dice

La lección se basa en el argumento de Jewett de que la adoración de Cabirus era el culto principal que desafió y dio forma a la predicación cristiana de Pablo en la ciudad, y a sus cartas a los Tesalonicenses.  Sin embargo, la evidencia de un culto a Cabirus en Tesalónica está históricamente situada después del periodo cuando Pablo proclama el evangelio.  El trabajo de Jewett ha sido criticado por Holland Hendrix, quien anteriormente escribió sobre la situación de Tesalónica, y resumió acertadamente la premisa fundamental de Jewett como carente de prueba: “En la actualidad, no existe una evidencia inequívoca de un culto a Cabirus solamente, en la ciudad, antes del siglo segundo o tercero E.C.”.

Los argumentos morales de Jewett y de la lección en lo que se refiere al culto a Cabirus, se basan en un culto similar de Samotracia, que Jewett confunde con el Cabirus de Tesalónica, basado en un sermón/ensayo de Clemente de Alejandría.  Los cultos de Samotracia eran un objetivo de la virulenta polémica de Clemente de Alejandría contra los cultos no-cristianos en el siglo III E.C.  Las acusaciones de Clemente y sus caracterizaciones deben ser consideradas cuidadosamente y críticamente.  Era una práctica normal el oponerse a los cultos o religiones desacreditando a sus oponentes con el lenguaje y la acusación de conducta ilegal y aberrante según el derecho romano, para persuadir a otros de su conducta inmoral y anti romana, a fin de provocar el disgusto y la repulsión de los oyentes o lectores.

Para contrastar la amargura de Clemente, un punto de vista anterior y alternativo sobre los misterios de Samotracia, incluyendo el culto a Cabiroi o Cabirus, es el de Diodoro de Sicilia, un historiador griego que escribió entre 60-30 A.E.C.:

“Ahora los detalles del rito de iniciación están protegidos entre los asuntos que no pueden ser divulgados, y se comunican a los iniciados solamente, pero la fama se ha extendido de cómo estos dioses aparecen a la humanidad y llevan ayuda inesperada para sus iniciados que los invocan en medio de los peligros.  También se ha afirmado que los hombres que han tomado parte en los misterios, se tornan más piadosos y más justos, y mejores en todos los aspectos de lo que eran antes”. (Biblioteca de Historia 49.1-6 [LCL]).

Aunque históricamente fundada antes, y activa durante el tiempo de Pablo en Tesalónica, la adoración de Cabirus no se reduciría a una determinada clase socio-económica.  La práctica del culto y la acuñación de monedas con el nombre de Cabirus fueron autorizadas por los politarcas de la ciudad y regulada adecuadamente.  Los cultos y asociaciones religiosas o de otra índole tenían que ser aprobados por un consejo municipal o provincial.

En resumen, es especulativo presumir que el culto de los tesalonicenses a Cabirus fue la fuerza dominante que configura el contexto histórico de la predicación de Pablo, y en particular las cartas a los Tesalonicenses.  Con base en la evidencia, este culto no era “divisivo” o “rebelde”, como se afirma en la lección.  El punto de vista de que el culto a Cabirus era “sangriento”, necesita ser equilibrado con las actividades sangrientas del sistema de sacrificios de Judea en Jerusalén.

La adoración de Cabirus fue sólo una de las muchas religiones o cultos practicados en Tesalónica, entre otros, que compitieron por tener adherentes y recibir el honor de la comunidad.  Que el culto a Cabirus primaba por encima del culto imperial, o que lo “desafió”, o que el culto imperial denunciaba la adoración de una deidad establecida, es una conjetura en el mejor de los casos.

La moral romana, la religión y el culto imperial

Se esperaba que los romanos, tanto en Tesalónica como en otras partes, mantuvieran la práctica de elevadas normas morales.  Una lectura de Hechos y Dichos memorables, de Valerio Máximo, proporciona una ventana a la percepción romana de las virtudes sobre las que se basaban la sociedad, el derecho, la conducta moral y las relaciones con los dioses.  Valerio condenó la inmoralidad, la embriaguez, la fornicación, el adulterio, el robo y otros vicios que no coincidían con las convenciones sociales de la vida romana adecuada, que exigía misericordia, piedad, intelecto, moderación, la paz, la castidad y la fe, entre otros.  Para los romanos, la religión o las relaciones con los dioses se basaba en la piedad y la fe.

El culto imperial, por el divinizado Julio César, fue fundado en Tesalónica en el 42 A.E.C. y se combinó con el de Augusto, en el año 29-28 A.E.C., según se aprecia en monedas, inscripciones, restos arqueológicos, y en documentos de las oficinas del templo, que eran asignadas o adjudicadas a los líderes de la comunidad.  El culto imperial de Tesalónica fue una expresión de alivio regional, y acción de gracias por la finalización de las guerras de la República Tardía, y por ser beneficiarios del estatuto romano que hacía de Tesalónica una ciudad libre, y también por el ascenso de Augusto al poder.  El culto no fue impuesto a un pueblo “oprimido”.  Fue una acción comunitaria, política y religiosa de conceder honores divinos a los emperadores, mediante convenios similares a otras ciudades y provincias de todo el Imperio de Oriente.  El culto imperial se integraba en la estructura religiosa de Tesalónica, con un templo, sacerdotes, inscripciones y días festivos, que se sumaban al beneficio económico de la ciudad.  Fue, en última instancia, una declaración de fe en el empoderamiento divino del emperador, y resumía la leal fe jurada en adhesión a un nuevo emperador, y así, posteriormente, cada año.

El Judaísmo y la Sinagoga como punto inicial para la predicación del Evangelio

En medio de estos cultos, el Judaísmo prosperaba en Tesalónica, con una sinagoga y una forma de vida que atrajo a los no judíos.  Múltiples formas de Judaísmo fueron admiradas por muchos no-judíos, mientras que eran criticadas por otros.

Al Judaísmo se le concedieron derechos y privilegios bajo la ley romana, y las sinagogas funcionaban dentro de las ciudades.  Era alternativa o simultáneamente percibido como una religión, una forma de vida, una tradición, una etnia, y una filosofía moral por varios grupos del mundo greco-romano que participan con él en un rango de interacción en el primer siglo.

En la E.C., a mediados de siglo I, el Judaísmo era atractivo para diversos grupos socioeconómicos y para ambos sexos.  Esto creó un punto de entrada natural para el evangelio de Jesucristo en el mundo greco-romano.  Sin embargo, la respuesta general del Judaísmo hacia el evangelio de Pablo era la de un rechazo de Cristo como el Mesías, mientras que al mismo tiempo, defendían su estatus dentro de Tesalónica.

El cristianismo no sucumbió frente a la oposición de Tesalónica, porque los conversos emigraron de la sinagoga a las iglesias que funcionaban en las casas.  Es probable que Jasón, el anfitrión de Pablo y los de su grupo, fuera un hombre temeroso del Dios de Judea, lo suficientemente rico como para cuidar de ellos en su casa.  Se sugiere que el Aristarco de Tesalónica, (Hechos 19:29, 20:4) era un politarca que figura en una inscripción de Tesalónica.  Si es así, su conversión representa a un griego, tal vez ya atraído por el Judaísmo, y ahora un líder cristiano participante en la delegación de Pablo a Jerusalén.

Reflexiones en torno a Pablo y Tesalónica

¿Qué revela esta revisión acerca de Pablo y las cartas a los Tesalonicenses?  En primer lugar, que el mundo greco-romano de Tesalónica no carecía de religión significativa, ni era notoriamente inmoral como práctica de la comunidad.  En segundo lugar, que mantuvo buenas relaciones con Roma y los romanos.  En tercer lugar, Tesalónica se había centrado en sus propias preocupaciones y tenía poco margen para apreciar la intervención de Dios en la historia de la humanidad –una humanidad ignorante acerca de Dios, o en enemistad con Él.

Sin embargo, Dios interviene –estrellándose con y cambiando el destino de la humanidad por la revelación del Cristo resucitado, por los testigos del poder del Espíritu Santo que mora en nosotros –el poder de Dios para tocar, impresionar y cambiar los corazones humanos.  El Espíritu estaba obrando a través de Pablo y de otros en la interacción con la población de Tesalónica para traer convicción y conversión.

Los resultados de la intervención de Dios en Tesalónica son claros:

“… Siempre teniendo en cuenta vuestro trabajo de fe, y las obras de amor, y la tenacidad de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo en la presencia de nuestro Dios y Padre, a sabiendas, hermanos amados de Dios, que Él os ha elegido; porque nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder y en el Espíritu Santo, con plena convicción … “

…. “Cómo os volvisteis a Dios dejando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo desde el cielo, al cual resucitó de entre los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”.

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NOTA: El abundante aparato crítico y notas han sido suprimidos de la traducción española por razones de tiempo y espacio.  Véase el original en inglés.

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

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