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Lo que pudo haber sido y lo que realmente fue durante la Sesión de la Conferencia General de 1901

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En un video producido recientemente por la Conferencia General [CG], «Lo que pudo haber sido», se ha dicho mucho sobre como la sesión de la CG de 1901 fue un fracaso y un tremendo chasco. Se nos dice que la razón del fracaso fue que los líderes de la iglesia rehusaron humillarse, poner sus diferencias a un lado y trabajar juntos en unidad. Como resultado, el Espíritu Santo no fue derramado sobre la iglesia en 1901 y se retrasó el retorno de Jesús.

En 2015, según quienes cuentan la historia, la iglesia tiene la oportunidad de componer las cosas y hacerlo bien esta vez. Si esta vez los líderes de la iglesia alrededor del mundo hacen a un lado sus diferentes opiniones y piden perdón unos a otros por esas diferencias, el Espíritu Santo será derramado y Jesús volverá.

Este documento no aborda las objeciones teológicas que algunos han presentado sino que considera la premisa histórica del video que, claramente, es engañosa.

Nuestra primera clave que algo es incorrecto con esa narrativa se encuentra en las palabras de la misma Elena White. Esto es lo que ella dijo en noviembre de 1901 sobre lo que sucedió durante la sesión de la CG de 1901, en la que muchos esperaban que la denominación se iba a dividir o disolver:

«Durante la Conferencia General el Señor se manifestó poderosamente entre su pueblo. Cada vez que pienso en esas reuniones me sobreviene una dulce solemnidad y resplandece un brillo de gratitud en mi alma. Hemos sentido las pisadas majestuosas del Señor nuestro Redentor. Alabamos su santo nombre porque ha traído liberación a su pueblo» (Review and Herald, «Llevad una ofrenda al Señor», 26 de noviembre de 1901, pág. 1).

Sin embargo, en enero de 1903, al considerar la misma reunión, dijo:

«El resultado de la última Conferencia General ha sido el mayor y más terrible dolor de mi vida. No se llevó a cabo cambio alguno. El espíritu que debería de manifestarse en toda la obra, como resultado de esa reunión, no se hizo sentir porque los hombres no recibieron los testimonios del Espíritu de Dios» (EGW a J. Arthur, 14 de enero de 1903).

Pero, en abril de 1901, conforme las reuniones estaban por terminar, escribió:

«¿Quién creen que ha estado en nuestro medio desde que esta Conferencia empezó? ¿Quién ha puesto a un lado los temas desagradables que generalmente

aparecen en tales reuniones? ¿Quién ha caminado por los pasillos de este tabernáculo? El Dios del cielo y sus ángeles. No vinieron a despedazarnos sino a poner nuestras mentes en paz y en su justo juicio» (General Conference Bulletin, 25 de abril de 1901, págs. 463, 464).

De nuevo, en 1903, escribió de la sesión de la CG en 1901:

«Un día, a medio día, estaba escribiendo sobre la labor que podría haberse llevado a cabo durante la última Conferencia General si los hombres en puestos de confianza hubiesen obedecido la voluntad y los senderos del Señor. Quienes han recibido gran luz no han caminado en esa luz. La reunión se terminó y no se llevó a cabo un cambio. Los hombres no se humillaron ante el Señor como debieron de haberlo hecho y el Espíritu Santo no fue derramado» (Testimonios para la Iglesia, vol. 8, pág. 111).

¿Niega eso lo que ella escribió en abril, al final de las reuniones de 1901?

«Nunca estuve más asombrada en mi vida que con la forma como las cosas se han desarrollado en esta reunión. Esta no es nuestra labor. Dios la ha producido. Se me presentaron instrucciones acerca de esto pero hasta que no se llevase a cabo en plenitud en estas reuniones no podía comprenderlas. Los ángeles de Dios han estado caminado entre la congregación. Quiero que cada uno de ustedes recuerde esto y quiero que recuerden también que Dios ha dicho que sanará las heridas de su pueblo» (General Conference Bulletin, 25 de abril de 1903, págs.. 463, 464).

¿Qué entendemos de todo esto? Elena White nos dice en 1901 que cada vez que piensa en la sesión de 1901 siente una «dulce solemnidad» y un «brillo de gratitud». Pero 14 meses después dice que la sesión de 1901 fue el «mayor dolor» de su vida. Para una madre que había perdido a un bebé, a un adolescente y a su esposo, es una declaración muy fuerte. Dice a los líderes de la iglesia que Dios «trajo liberación» durante la sesión de 1901, sanando las heridas de su pueblo pero en 1903 dice que «no se llevó a cabo cambio alguno» y que Dios no pudo derramar su Espíritu porque los líderes eran demasiado tercos y orgullosos.

¿Qué está pasando? ¿Estaba Elena White equivocada en su comprensión de lo que sucedió en esa reunión? Y, si ese fue el caso, ¿estaba equivocada en 1901 o en 1903?

Hay otra posibilidad, una resolución del conflicto aparente que se somete al examen histórico: la sesión de 1901 fue notable por varios cambios sorprendentes que bendijeron a la iglesia por más de un siglo y la sesión de 1901 fue notable por lo menos un fracaso decepcionante que dejó a la iglesia más pobre para siempre.

En 1901 Elena White pareciera estar viendo a través de un lente amplio los triunfos «asombrosos» de esa sesión y, en 1903, pareciera estar viendo a través de un microscopio

angosto el fracaso decepcionante que en 1903 dominaba la atención de las oficinas centrales de la iglesia en Battle Creek, Michigan.

De gran importancia en esta discusión son estas palabras de Elena White: «No se llevó a cabo cambio alguno». Esas palabras parecieran contradecir su declaración anterior que Dios mismo había liberado a su pueblo durante esa sesión. Pareciera contradecir a todos los historiadores adventistas que están de acuerdo que durante la sesión de 1901 se llevó a cabo el cambio organizacional más importante en la historia de la iglesia. Se propusieron, discutieron, se votaron y se establecieron, con frecuencia inmediatamente, cambios tremendos que descentralizaron y distribuyeron el proceso de tomar decisiones. Los más importantes de esos cambios siguen vigentes hasta hoy.

  1. Se crearon uniones autónomas. A diferencia de los «distritos» que reemplazaron, las uniones eran responsables ante sus constituyentes quienes votaban por sus propios líderes, constituciones, estatutos y políticas. Elena White estaba clara en la razón de tener uniones: «Ha sido necesario organizar uniones para que la Conferencia General no ejerza mandato sobre las conferencias» (Manuscrito 26, 3 de abril, 1903).

  2. Se crearon departamentos en todos los niveles de la estructura de la iglesia y las juntas de los anteriormente independientes ministerios (escuelas, sanitarios, casas publicadoras, sociedades misioneras, asociaciones de libertad religiosa, asociados de escuela sabática, etc.) fueron disueltas y puestas bajo la dirección de la iglesia a nivel local, de la unión y de la CG.

  3. Se aumentó la membresía del Comité Ejecutivo de la CG, con representantes de todo el mundo. (Ha aumentado varias veces desde 1901).

  4. Se abolió la oficina del presidente, reemplazada por un presidente del comité ejecutivo quien podría ser (pero no fue) reemplazado en cada reunión. La presidencia fue restablecida en 1903.

Se llevaron a cabo cambios monumentales, a pesar de la declaración de Elena White en 1903 que «no se llevó a cabo cambio alguno». Obviamente los comentarios de Elena White en 1903 estaban dirigidos a áreas específicas del liderazgo de la iglesia en las que «no se llevó a cabo cambio alguno» y no hacia los enormes cambios que ella había propuesto y que los delegados de la sesión habían votado y promulgado.

Es importante que comprendamos, en 2015, qué funcionó en 1901 y qué no funcionó — para no empeorar la situación, destruyendo lo bueno que se llevó a cabo, en un esfuerzo por no repetir lo malo.

Una frase de Elena White une todo lo que sucedió en 1901, 1903 y los meses intermedio: «poder regio». Elena White empezó su labor en la sesión de 1903 pidiendo poner fin al poder regio. Poder regio significaba que la persona a la cabeza de una organización

consideraba su trabajo el tomar decisiones por el grupo y asegurarse que todos obedeciesen sus decisiones. No la impresionaban las afirmaciones de un presidente de la CG «regio» que aseguraba que un comité había tomado decisiones cuando, de hecho, el presidente de la CG controlaba el comité. Para Elena White el liderazgo regio era contrario al evangelio y al estilo de liderazgo de Jesús. Vio el poder regio en muchos lugares incluyendo, primero, a los presidentes dictatoriales de la CG y, segundo, a las cabezas dictatoriales de sanitarios, escuelas, casas publicadoras y otras organizaciones propiedad de inversionistas. La creación de uniones resolvió el primer problema al poner fin a la necesidad de que las conferencias pidiesen permiso de la CG para todo lo que hacían. La creación de departamentos resolvió el segundo problema al colocar todas las partes de los ministerios médicos, educacionales, de publicación y otros bajo la autoridad mayormente de las uniones con algunos cuantos reportándose directamente a la CG.

La sesión de 1901 tuvo que ver con descentralización. Tuvo que ver con llevar la toma de decisiones de individuos a comités. Tuvo que ver con llevar la toma de decisiones, en el organigrama, a los niveles en los que la labor se llevaba a cabo. La noche anterior a que se iniciara la sesión de 1901 de la CG, Elena White presentó su radicalmente transformado punto de vista en relación al papel de la CG en la ahora mundial labor de la iglesia:

«Con relación a nuestra Conferencia [General], con frecuencia se repite vez tras vez que es la voz de Dios y, por lo tanto, todo debe de ser referido a la Conferencia [General] y tomar la voz de la Conferencia [General] en relación a permisos o restricciones, o lo que debería de hacerse o lo que no debería de hacerse en los diversos campos… [Pero] la labor llevada a cabo en todo nuestro campo demanda un curso de acción completamente diferente» (Transcripción de los comentarios de Elena White en la biblioteca de Battle Creek College, 1 abril, 1901, págs. 1-3).

Esto es particularmente interesante porque alguna gente aparentemente estuvo repitiendo partes de una declaración que ella hizo en 1875, que «cuando el juicio de la Conferencia General, que es la más elevada autoridad que Dios en la tierra, es expuesto, la independencia privada y el juicio independiente no deberían de ser sostenidos sino puestos a un lado» (Testimonios para la iglesia, vol. 3, pág. 541). Pero, en 1901, ella abroga por «un curso de acción completamente diferente». ¿Qué, exactamente, sería «completamente diferente» de que la CG tuviese la última palabra sobre «lo que debería de hacerse o lo que no debería de hacerse en los diversos campos»?

La creación de uniones casi inmediatamente dio la respuesta a esa pregunta. A partir de entonces, cuando las conferencias deseaban consejos más amplios o permiso para hacer algún cambio en los métodos ministeriales, acudían a su unión, no a la CG, eliminando de esa manera la necesidad y la posibilidad de que el presidente de la CG, o incluso un comité de la CG, controlase la forma de ejercer el ministerio en las conferencias del mundo. Evidentemente, meses después, este cambio, que puso a los líderes en todas partes en libertad para seguir la dirección del Espíritu Santo, todavía llevaba a Elena White «una dulce solemnidad… y un brillo de gratitud» a su alma. Durante los años

inmediatamente después de 1901, la decisión de establecer uniones hizo posible que las conferencias y misiones siguiesen ministrando a la iglesia mientras que la CG y los líderes de salud estaban preocupados por tomar el control de la denominación en Battle Creek.

La creación de departamentos procuraba resolver los otros conflictos de poder regio: la pelea de los ministerios independientes por mantenerse independientes. Antes de 1901 casi todos los ministerios de la iglesia eran propiedad de inversionistas y eran gobernados por juntas independientes de la iglesia.

Nada ilustra ese conflicto mejor que la colisión de voluntades entre el presidente de la CG, quien quiera que fuese en determinado momento, y el Dr. John Harvey Kellogg, presidente del Battle Creek Sanitarium. Kellogg creía que el Battle Creek Sanitarium era la parte más importante de la labor de la Iglesia Adventista y que él estaba especialmente cualificado para tomar todas las decisiones en relación al ministerio de salud. Cuando el «san» fue consumido por el fuego en 1902, Kellogg inició una campaña masiva que involucraba la utilización de los recursos de todos los establecimientos y organizaciones adventistas del mundo para reconstruir el Battle Creek Sanitarium como una institución internacional de renombre. Otros, incluyendo Elena White, pensaban que los recursos de la iglesia deberían de ser usados más sabiamente, distribuyéndolos por el mundo.

Durante la sesión de 1901 hubo mucha alegría cuando los líderes de casi todos los ministerios independientes hacían a un lado su «poder regio» y prometían someterse a las decisiones de los comités de la iglesia en los niveles apropiados. Todo ese tiempo, pareciera que Kellogg se mantuvo apartado y no hizo ninguna promesa firme. No hay duda que estuvo complacido de que se hubiese abolido la presidencia de la CG (por dos años) porque ahora él era el líder más poderoso de la iglesia. Contaba con muchos seguidores leales en el Comité Ejecutivo de la CG, lo mismo que otras personas, y vio una oportunidad de tomar control de la iglesia lo mismo que de la obra médica. Cuando eso no sucedió, consolidó tercamente su autoridad sobre del sanitario y sobre la obra médica.

En 1903, Elena White y otros líderes de iglesia contemplaron impotentes como Kellogg rehusaba aceptar consejos tanto de la pionera y profeta de la iglesia como de los líderes elegidos de la iglesia, tomó un paso tras otro para separarse, y al Battle Creek Sanitarium, de la iglesia. La pérdida para la iglesia, durante los siguientes años, en términos de finanzas, liderazgo y membresía, fue enorme. Para Elena White la pérdida fue también profundamente personal ya que había conocido y trabajado estrechamente no solamente con John Harvey Kellogg desde niño, sino a sus padres y a sus hermanos.

Elena White, al considerar en 1903, en todas las posibles acciones que podrían haber llevado como resultado un final diferente a esa historia tan triste, enfocó su atención en la sesión de la CG de 1901. Si tan solo Kellogg y sus seguidores se hubiesen humillado y entrado en el espíritu de la ocasión —como lo hicieron los demás— la obra médica, y Kellogg mismo, podrían haberse rescatado. Pero había suficientes reproches para repartir.

Los líderes de la CG también fallaron al no tratar a Kellogg y a sus asociados con bondad y humildad. Quienquiera tuviese la culpa, el corazón de Elena White estaba quebrantado.

Fue en ese contexto que narró el sueño de lo que pudo haber sido si «los hombres en puestos de confianza…, quienes han recibido gran luz» se hubiesen humillado en 1901 y colaborado juntos (se omiten varios párrafos para ahorrar espacio):

A la Iglesia de Battle Creek:

Estaba escribiendo un día, a medio día, acerca de la labor que pudiera de haberse hecho durante la última Conferencia General si los hombres en puestos de confianza hubiesen seguido la voluntad y los caminos de Dios. Quienes han recibido gran luz no han caminado en la luz. Se terminó la reunión y no hubo cambio alguno. Los hombres no se humillaron ante el Señor como debieron de haberlo hecho y el Espíritu Santo no fue derramado.

He escrito hasta perder el conocimiento y me pareciera estar presenciando la escena en Battle Creek.

Estábamos reunidos en el auditorio del Tabernáculo. Se ofreció una oración, se cantó un himno y se oró de nuevo. Se elevaron las más sinceras peticiones al Señor.

Nadie pareciera ser demasiado orgulloso para hacer una confesión sincera y quienes estaban al frente de esto eran quienes tenían mayor influencia pero no se habían animado antes a confesar sus pecados.

Había un regocijo como nunca se había presenciado en el Tabernáculo. Recobré entonces mi conociiento y, por un tiempo, no sabía donde estaba. La pluma estaba todavía en mi mano. Escuché estas palabras: «Esto pudo haber sido. Esto es lo que el Señor está esperando para hacer por su pueblo. Todo el cielo está esperando para impartir su gracia». Pensé en dónde podríamos haber estado si una labor más esmerada se hubiese llevado a cabo durante la última Conferencia General y me sobrecogió una agonía y un chasco al darme cuenta que lo que había presenciado no era la realidad.

Después de narrar el sueño de «Lo que pudo haber sido», Arthur L. White, nieto de Elena y Jaime White, dice: «En otras referencias a la misma experiencia colocó la responsabilidad mayormente sobre el líder de la obra médica, el Dr. John Harvey Kellogg» (Ellen G. White: The Early Elmshaven Years, vol. 5, pág. 239).

¿Por qué es importante en 2015 que comprendamos que, según Elena White, algo bueno sucedió en 1901 a la vez que otras cosas buenas no se llevaron a cabo?

Durante los años antes de la sesión de 1901, Elena White insistía que los líderes de las conferencias y misiones necesitaban tomar más responsabilidades y tomar decisiones, guiados en oración, por la forma de dirigir la obra de Dios, sin tener que referir sus decisiones a la CG. «¿Han recibido aquellos en Battle Creek razonamiento y sabiduría mayores que Dios no ha dado a quienes están en las iglesias y conferencias?» (Testimonies to Ministers and Gospel Workers, pág. 325). «¿Ha el Señor ido a Battle Creek y dicho a los hombres en ese lugar qué deberían de hacer los hombres que trabajan en países lejanos?» (EGW a A. O. Tait, 27 de agosto, 1896, Special Testimonies for Ministers and Workers, No. 9, pág. 32).

Al mismo tiempo, la iglesia necesitaba que Kellogg y otros líderes «regios», incluyendo el presidente de la CG, se humillasen, sometieran su necesitad de controlarlo todo y apoyaran las decisiones importantes hechas por otros.

En 2015 existe este peligro: que algunos vayan a representar incorrectamente la apelación de Elena White en 1903 a John Harvey Kellogg y sus seguidores en Battle Creek como un llamado a aumentar la centralización de la toma de decisiones cuando fue, de hecho, lo contrario.

Debería de haber una lección en el consejo de Elena White a los líderes de la CG, líderes de uniones, líderes de conferencias, líderes de iglesias y líderes de ministerios independientes. Quizá sea esto: confía en tus líderes y en tus miembros de iglesia. Respeta el proceso de la iglesia en el mundo, en la división, en la unión, en la conferencia y en la iglesia local, especialmente en los niveles más cercanos a donde la labor debe de llevarse a cabo. No actúes como si cualquiera que hace las cosas de una forma distinta a como tú las haces es el enemigo. Ora pidiendo humildad y por la unción del Espíritu de Dios. 

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